Brightburn: hijo de la oscuridad

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

Brightburn funciona de forma perfecta como el primer gran "what if" del mundo de los superhéroes. Al margen de ir por fuera de DC, los indicios son reconocibles de manera instantánea y todo hace parecer que estamos en presencia de un nuevo universo compartido de villanos.

Vivimos en la época dorada de los superhéroes en el cine y eso no es sorpresa para nadie. Las casas más importantes de cómics llevan a sus personajes más conocidos al cine, a la televisión, a los videojuegos y hasta a las novelas, ampliando así la llegada que supieron tener a principios de milenio. Ahora bien, junto con esta inmersión total en la que se encuentra ahora la casi totalidad del mundo, se crean y se vuelven a retomar nuevas ideas para provocar que esta época nunca se termine. Una de ellas es la de los famosos “what if“, un termino comiquero que plantea la simple hipótesis de “que hubiera pasado sí”, una idea que establece el uso de realidades alternativas para volver a repensar personajes, historias y universos enteros. Ejemplos hay muchos y de calidades diversas en la historia de las viñetas pero en el cine aún no se han conocido por lo menos por ahora. Desde el lado de la editorial DC se viene rumoreando con que la película en solitario de The Flash podría adaptar “Flashpoint” uno de los mejores arcos narrativos sobre una realidad alterna que poseen y que se hayan escrito. En él los padres de Bruce Wayne jamás fueron asesinados, sino que fue el pequeñín quién la quedó y sus padres se desviaron totalmente de su eje convirtiéndose en un Batman que no era ningún paladín de la justicia (Thomas Wayne) y en la versión femenina de el Joker (Martha Wayne).

Tomando este concepto, pero sin la licencia oficial de la casa madre de las historietas, es que llega Brigthburn: Hijo de la Oscuridad película que toma el concepto básico de Superman y plantea un “que hubiera pasado si” con respecto al origen y a las intenciones del hombre de acero. En esta historia dirigida por David Yarovesky, escrita por los hermanos Brian y Mark Gunn y producida por James Gunn (Guardians of the Galaxy) cuenta cómo de la noche a la mañana Tori (Elizabeth Banks) y Kile Bryer (David Denman), una pareja de granjeros que viven en la ciudad de Brigthburn, Kansas con problemas para concebir, de repente se encuentran con la situación de que un meteorito cae en su granero y para su sorpresa se encuentran con un niño aparentemente normal, que deciden adoptar y bautizar como Brandon (Jackson Dunn). Luego de una infancia dentro de todo normal, un Brandon entrado en la adolescencia empieza sentirse extraño con su cuerpo y descubriendo diferentes habilidades empieza a cuestionarse su naturaleza, su identidad y su postura con respecto al maltrato con él que lidia todo el tiempo. Fomentado por sus nuevas habilidades y con el juicio nublado por tal poder, extraños acontecimientos empezarán a producirse y todas los caminos indicarán a que él es el responsable. Allí sus padres deberán afrontar el reto de enfrentar a su hijo e intentar convencerse de que todos los extraños eventos no lo tienen al pequeño Brandon como responsable.

La apuesta por parte del grupo creativo encargado de coordinar esta película era enorme. No solo por querer repensar la historia de origen de uno de los tres personajes más importantes de la cultura popular, sino también por el enfoque que decidieron darle. Eligiendo acertadamente el género del terror para presentar su historia. El relato cuenta con guiños constantes a la historia original del hombre de acero pero que en ningún momento quedan forzadas o fuera de tiempo. De algunos elementos era indispensable que no se pudieran despegar y he ahí uno de los grandes aciertos que tiene el guion, ya que no están todas las referencias que podían haber tenido, sino las más importantes y aquellas que definen a los personajes como tales. Si bien dentro de la trama y debido al género que se decide usar abunda el recurso del jump scare, la mayoría de las veces sin sentido, la otra parte del terror se ve reflejada de manera perfecta. Con el gore justo y necesario, y con el desarrollo de los personajes siendo lo mínimo e indispensable la historia y el relato fluyen de manera perfecta en unos escasos, pero eficientes 90 minutos.

Las actuaciones están dentro del parámetro de aceptable y regular. Teniendo en cuenta que la mayoría del metraje se centra en la relación de Elizabeth Banks y Jackson Dunn, sus actuaciones son las que logran destacarse por encima del resto que sólo son complementarios. El jovencito interpreta aquí su primer papel protagónico al mismo tiempo que básicamente debuta como actor profesional y lo hace de una manera más que correcta. Muchos al ver el film lo notarán familiar porque tuvo un pequeño pero particular papel en Avengers: Endgame, cuando interpreta el joven Scott Lang luego del primer y fallido viaje en el tiempo de Ant-Man. Por el lado de la ya “veterana” actriz, conocida por sus papeles en la saga de los Juegos del Hambre (2012-2015) y en la trilogía de Spider-Man de Sam Raimi (2002-2007), lo que brinda es el trabajo ejemplo para volver a retomar papeles de mayor importancia. Claramente es la mejor del elenco y se nota es esmero que le puso a su labor. Momentos dramáticos y desesperantes no hubiesen tenido el mismo efecto sin ella en cámara.

A fin de cuentas Brigthburn termina redondeando una buena labor por su elección de pertenecer a la “clase B” del cine. Esa conformidad de estilo le permite jugar de manera correcta con la mitología de un personaje tan emblemático como Superman, cambiar lo esencial y que todo termine funcionando dejando el terreno preparado para que esta realidad alterna siga su curso como todo nuevo proyecto en Hollywood en los últimos años: con un universo expandido. ¿Se dará?