Breve historia del planeta verde

Crítica de Nazareno Brega - Clarín

Breve historia del planeta verde comienza con Tania, su protagonista, durmiendo con los ojos tapados por una máscara de descanso, que tiene impresa la mirada de E.T. y provoca el efecto de que es ella quien tiene la vista perdida desde la cama. En ese comienzo simbólico, que ya da algún indicio de la trama de la nueva película de Santiago Loza (Extraño, Los labios, La Paz y un largo etcétera), ya se percibe el tono que el cineasta le imprime a Breve historia del planeta verde. Una sensación de extrañeza ensoñada teñida por la alegoría constante marca este relato sobre la amistad de tres personajes marginales (interpretados por Romina Escobar, Paula Grinszpan y Luis Sodá) que, para cumplir el último deseo de la abuelita de Tania, abandonan la ciudad para emprender un viaje al fin del mundo cargando el peculiar cuerpo de un pequeño alienígena moribundo hasta su lugar de descanso.

La historia es muy sencilla, pero Loza consigue que esta road movie coquetee con el cine de aventuras, la ciencia ficción, la fotonovela, el drama, la comedia y algún género más. El director se encargó de definir Breve historia... como una película trans, no por alguna necesidad de etiquetar a Tania, sino para dar cuenta de las mutaciones que atraviesa la narración.

Breve historia... es la película más amable de la carrera de Loza y por momentos se acerca a una especie de cine infantil queer sobre las amistades y los lazos familiares, a la manera de El joven manos de tijera, El Mago de Oz o Frozen. Pero existe otra dimensión mucho más oscura en esta película inquietante por la tensión latente que transmite casi toda escena, más allá de cómo el cineasta decide resolverlas, y que encuentra su punto máximo cuando los tres amigos recitan un poema de Almafuerte como manifiesto de batalla. Loza reflexiona sobre las heridas y el duelo en una película que, en el contexto del cine argentino contemporáneo, parece salida de otra galaxia.