Border: Sentí algo hermoso

Crítica de Victoria Leven - CineramaPlus+

Border o Gräns , según su título original en sueco, es un filme de yuxtaposición de géneros que se explaya entre el fantástico, el policial y el drama con un vuelco hacia el tópico romántico de una manera bastante peculiar.

Muchos llegamos al filme siguiendo los pasos del autor del relato homónimo John Ajvide Lindqvist que fue el mismo autor y guionista del filme aquí llamado Déjame entrar, de origen sueco, y dirigido por Thomas Alfredson. Esa película fue una pequeña joyita del género del terror que logró una eficiencia dramática y una tensión atrapante, todo esto con una trama muy pequeña, logrando un preciso relato y una construcción de personajes sublime.

En este nuevo filme basado en la úlitma novela de Lindqvist la historia es muy diferente. Tima es una joven y extraña mujer que trabaja como “perro de aduana” en el aeropuerto ya que con su olfato puede detectar las ilegalidades de los pasajeros entre otros males o trangresiones. Mientras que por su extraordinaria capacidad es convocada para trabajar a las órdenes de una fiscal para desarmar una red de pedofilia. Tina conoce a Vore, un ser tan singular como ella, por el cual se ve fatalmente atraída, ese vínculo podrá develar otra parte hasta ahora oculta de sus orígenes y de su identidad.

En Border Lindqvist transpone su nueva novela y la guiona junto al director – Abbasi- e Isabella Eklof, con resultados mucho más imprecisos, mucho más cargado de diálogos que su anterior trabajo, y exponiendo una superposición de temas que exceden a lo que relato alcanza a profundizar. Pero no todos los temas se le escapan al filme y hay dos que particularmente hechan raíces en la capa más profunda de la trama: la identidad y la otredad.

Como su nombre lo indica, Border es un relato acerca de las fronteras, de los límites, de esa línea que en apariencia separa los mundos, pero que a la vez une a los opuestos, y en la misma operación acerca a los complementarios. Esa frontera como figura que divide puede devenir en una pregunta sobre cuán nítidos y fijos son los mundos a cada lado, o sea pone en evidencia la mutabilidad de la construcción identitaria.

La identidad como materia metamórfica se presenta en este filme de manera constante, allí donde las definiciones acerca de lo que somos o que deberíamos ser quiere cerrar puertas, con esa perspectiva inmóvil acerca de las identidades que pareciera concebimos de manera única e inamovible. Aquí está la idea del “ser” en estado móvil y de permanente definición – indefinición que busca un lugar de pertenencia y habita en varios mundos a la vez.

Hay un nexo clave entre la idea de identidad y la de pertenencia, eso que nos enlaza a lo “semejante” y contribuye a nuestra idea de ser en el mundo y de pertenecer a un universo particular. En esta historia su protagonista busca a lo largo de todo el filme su genuina semejanza, su auténtica pertenencia y lucha con las fuerzas internas que la arrastran entre las tensiones de “lo humano” y lo “no humano”.

La identidad es un concepto lógico, muy empleado en filosofía, que designa: “el carácter de todo aquello que permanece único e idéntico a sí mismo, pese a que tenga diferentes apariencias o pueda ser percibido de distinta forma”.

Tina tiene en su misma constitución diferentes apariencias, la humana por su capacidad de sentir empatía, piedad, vergüenza y miedo. Pero al mismo tiempo una pulsión interna la conecta con otros seres no humanos del universo, esos a los que ella biológicamente ve como semejantes, tal cual Vore que funciona como una energía hacia la pulsión sin límites.

A partir del uso en el relato de la mitología escandinava en la figura de los trolls, una mítica raza antropomórfica del folklore fantástico nórdico que vive en las colinas y bajo la tierra, es que se materializa la explicación de la condición originaria de Tina. Estos seres se los conoce por dedicarse al rapto de niños que intercambian por otros seres “no humanos”, como un castigo a la raza humana en una infinita venganza ancestral.

Esta criatura es la que Tina encarna en el filme, exhibiendo un aspecto entre animal y humano con es condición extraordinaria de percibir con el olfato “el mal”. Su condición antropomorfa está definida en dos o tres elementos clave: posee la capacidad de sentir y de pensar acerca del bien y del mal, de temer o avergonzarse como un humano cualquiera y elije el bien sobre el mal por lo menos hasta que la tentación de Vore la tracciona hacia el otro mundo, al que pertenece. A ese mundo de trolls su cuerpo y sus sentidos se ven totalmente enlazados, su sexualidad es fálica desde lo genital y femenina desde lo simbólico, a lo que ambas habitan la pertenencia al mundo de lo extraordinario aun manteniendo una conexión con esa humanidad que también la define.

Utilizar la metáfora de la monstruosidad para hablar de la diferencia o la ajenidad no es una novedad, es en todo caso este estado de híbridos de identidad lo más atractivo del planteo. La idea de “el otro” como un monstruo permite pensar en varias formas de marginalidad la del sistema que separa por clases sociales, la de la condición de etnias que separa por razas, la de la condición de género que divide por sexo, la de la belleza o la fealdad que separa por prejuicios basados en las reglas de las apariencias.

Border entra a muchos terrenos que logra habitar con solvencia, eso se suscita por su ambición narrativa al yuxtaponer tantos géneros y tantos temas en simultáneo, por lo que se le escurren varias aristas. Aunque por momentos las preguntas más existenciales quedan desdibujadas por lo anecdótico de la trama, que no es particularmente lo más original de la propuesta.

Por Victoria Leven
@LevenVictoria