Border: Sentí algo hermoso

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Demasiado monstruo humano

Sin lugar a dudas el nuevo opus del iraní Ali Abbasi es un cuento fantástico, sin moraleja ni lecciones de moral estériles y que desde la mezcla de elementos genéricos como el thriller, el policial, el drama y apuntes que ocultan cierto enfoque crítico o denuncia frente a una sociedad que necesita de monstruos o deformes para esconder su propia monstruosidad se generan toda clase de aristas por las cuales transitar con un análisis.

La primera sensación que genera tomar contacto con la protagonista Tina (Eva Melander) y su antagonista Vore (Eero Milonoff) es el rasgo de animalidad detrás de la impronta de la deformidad. Ella explota su cualidad olfativa en pos de un orden que establece una escala de valores y presta el servicio a las autoridades aduaneras en Suecia. Cualquier serie yankee, que utiliza este tipo de personajes para asociarlos con una institución mayor como por ejemplo El mentalista o Castle por citar ejemplos al alcance de la mirada hubiese exacerbado el físico de Tina, sus rasgos y deformidad desaprovechando la riqueza psicológica de su traumática existencia, que incluye la crisis de identidad entre muchos otros tópicos que la hacen sumamente atractiva más no empática. En Vore se respira otra cosa: la distancia entre lo humano y lo monstruoso pero el entorno en realidad ya de por sí para ambos personajes está muy lejos de un cuento de hadas con un bosque encantado.

Desde el vínculo carnal y olfativo Tina y Vore encuentran su identidad, sienten esa libertad que el cuerpo deforme necesita a escondidas de los otros “normales” con los que conviven como Roland (Jörgen Thorsson) , la pareja de Tina, obsesionado con sus perros, aquellos que ladran al aparecer ella y su instinto por delante.

Como lo indica el título Border que se traduce como frontera va más allá de la frontera geográfica o incluso de la del físico, los fronterizos del mundo de hoy o los marginales de ayer son aquellos que no cuajan en una matriz donde todo parece perfecto y donde lo imperfecto es peligroso, se vuelve autosuficiente y hasta puede llegar a generar resentimiento por ignorancia.

Afortunadamente existen películas de este calibre, que renuncian a cualquier mecanismo o dispositivo facilista o efectista para dejarnos con finales abiertos y reflexivos como el que propone este nuevo opus del iraní Ali Abbasi.