Border: Sentí algo hermoso

Crítica de Héctor Santiago - Revista Cultural Siete Artes

¿Qué significa ser “diferente”? ¿Cómo se vive personal y socialmente bajo esa condición? ¿Qué siente una persona cuando recibe el apelativo “bagarto”?

Tina, controladora aduanera en un embarcadero que conecta Suecia y Finlandia, es poseedora de una capacidad olfativa superlativa. Reconoce el trasiego de substancias prohibidas, fotografías o filmaciones de prácticas sexuales delictivas, etc., con solo oler, de cerca o de lejos, los fluidos corporales de los portadores de esos elementos. Como ella misma dice: huele “verguenza, culpa, rabia …”

Vore, un hombre con características físicas similares a Tina, que comparte con ella ciertos rasgos felinos, es detectado por la controladora al intentar introducir una incubadora de insectos. El rostro y quizás su olor perturban de manera notable las circunstancias vitales y laborales de Tina.

La parte personal de esta mujer transcurre en un entorno exuberante de vegetación y vida animal. Su casa está rodeada de un bosque donde habitan animales con los que ella se vincula y expresa su ternura.Repetidos travelling acompañan a Tina en sus recorridos donde explora su geografía y también descubre a aquellos que la comparten con ella. Una toma general la encuentra desnuda al borde del lago y la cascada. Se deja envolver y la cámara situada al nivel del agua la descubre en el centro del lago, en un primer plano su rostro gozoso y luego, en uno general, sumergida e inmediatamente emergiendo de ese manantial natural.

La belleza de las cascadas cercanas a la casa hace que Vore y Tina evoquen los cuentos de hadas.

El hecho de compartir el miedo a los rayos los impele a protegerse debajo de una mesa y cuando el miedo los invade se mantienen abrazados. Admirar la belleza del bosque cuando cesa la lluvia, descubrir que los une ciertos “defectos” físicos, encontrarse sexualmente en un acto amoroso con rasgos animales y algunas cosas más, desencadena el tema de la identidad.

Un largo travelling acompaña a Tina y Vore mientras desnudos y gritando de felicidad recorren el bosque para finalmente culminar arropados por el lago, abrazándose y gruñendo de amor.

Border no puede ser clasificada estrictamente en un sólo género. Podría considerarse como un thriller escandinavo, un drama o un cuento de Hadas, y todo eso no bastaría. Lo que no parece materia de discusión es que constituye un film de enorme riqueza de imágenes y de una fotografía que nos interpela. Pero no basta con reconocer solo los elementos anteriores. Es cierto que Border es un festival de fotografía pero también es una mina de metáforas. A nadie puede pasarle inadvertido que Border o Frontera, como se quiera denominar, es un film absolutamente contemporáneo y más puntualmente, una historia de franca actualidad. ¿Acaso los tópicos que aborda el film no retratan algunas de las cuestiones que nuestra propia sociedad y otras discuten airadamente? ¿No aluden de algún modo a las fobias raciales, de género o sociales que ocupan a nacionales, europeos, habitantes de América del Norte o buena parte de Asia? ¿ Hay alguna duda que un número importante de hombres y mujeres del mundo repudia a aquellos otros que no adhieren a sus gustos, identidades sexuales, preferencias políticas, estamentos sociales, modelos de belleza, modos de vestirse o color de piel?

Pero vayamos por parte. La escena de Tina y Vore teniendo relaciones sexuales es de mucha riqueza de sentido. Los que se aman se convierten en animales o son animales. Lo masculino y lo femenino quedan relativizados. Sus cuerpos no satisfacen los modelos físicos establecidos. Por momentos ese encuentro sexual parece amplificar nuestras propias vivencias. Los ángulos fotográficos elegidos no responden a ninguna convención. Los besos no pertenecen a la versión cinematográfica acostumbrada.

Tina, la “diferente”, es una colaboradora valiosa de la policía local. Es ella la que facilita a los investigadores la detección de una organización delictiva dedicada a una de los comercios sexuales más abominables que tiene cabida en la ciudad. Es Tina también la que descubre algo extraño en el interior de una refrigeradora de su entorno inmediato.

Y como sucede a lo largo del film, las escenas interiores y exteriores, están filmadas con un registro diferente de los encuadres tradicionales. La cámara no está colocada en un soporte fijo. En todos los casos el ojo mecánico tal como sucede con el humano se mueve, a veces más a veces menos, pero siempre con el propósito de impedirnos estar afuera de los sucesos, con la intención de convertirnos en testigos privilegiados de este heterodoxo “cuento de Hadas”.

Es casi imposible pensar en esta película sin las actuaciones de Eva Melander (Tina) y Eero Milonoff (Vore). De igual manera resulta con el aporte de los diseñadores del maquillaje Goran Lundstrom y Pamela Goldammer.