Bohemian Rhapsody

Crítica de Gastón Dufour - Cinergia

Una especie de magia (We are legends)

Puedo decir, para comenzar, que Bohemian Rhapsody sea más que probablemente la película más esperada del año. Y, en paralelo, la elección de su protagonista, Rami Malek, quien encarna la figura de Freddie (vaya desafío) la decisión más criticada por los fans…y no tan fans. Cuando entré en la sala venía ya con una carga suficiente de ansiedad (ahora es hype) por ser yo mismo fanático de la banda, y creí que tal vez eso me iba a jugar en contra a la hora de juzgar tanto el trabajo de Malek como el desempeño general del elenco y las decisiones de dirección (dividida, ya que el primer director, Bryan Singer, fue “invitado“ a abandonar el proyecto, y se sumó luego Dexter Fletcher para culminar el rodaje) todas ellas bajo la estricta mirada de May y Deacon, guardianes y productores del legado de una de las más grandes bandas que el rock ha dado, y…un fenómeno que difícilmente vuelva a repetirse.

Bueno, acá va mi impresión sobre Bohemian Rhapsody: todo lo que sentía que la película tenía para dar, a partir del trailer visto una y otra vez en sus dos versiones, y el adelanto al que accedí durante la presentación en este año del Rock and doc, se hizo mágicamente real. Freddie Mercury estaba ahí; y luego el resto de la banda apareció. No era una mera reconstrucción, fría, distante, sin alma. La historia de Queen, desde los primeros pasos hasta…bueno, no hace falta decirlo, estuvieron allí, y cada uno de quienes estuvimos sentados en la butaca las más de dos horas (¡SI! Dos horas que no se sienten nunca y que tranquilamente podrían haberse extendido bastante más sin que nadie se quejara) nos sentimos como si estuviéramos dentro de la historia. Viviendo cada minuto con ellos. La historia de Queen y sus integrantes frente a nuestros ojos. Nada se ve forzado; los movimientos de Freddie fueron trabajados de manera intensa por el actor, y cada vez que mirás la pantalla, vez a Mercury. Pero hay más; nada queda en los parecidos físicos. Y Se ve que May, Deacon, Taylor parecen casi clonados. Las miradas son únicas; hay vida en cada palabra dicha. Los textos no se lanzan por compromiso ni livianamente. Los protagonistas se quitaron el peso que, creemos, se sabe, implicaba participar de tamaña producción y la ferocidad con que serían atacados si el resultado no era el esperado. Y no hay nada que decir: la película se permite humor, pequeños guiños, actuaciones elegantes y respeto por el principal protagonista de la película. No hay ni un golpe bajo.

Simplemente el acompañamiento en el recorrido por una historia cuyo final ya conocemos. No hay palabras, o mejor dicho, no tengo más palabras, porque tomé distancia tanto como pude a la hora de escribir esta reseña para no conmoverme de más, pero de verdad creo que sería una injusticia si no se reconociera tanto la labor del elenco, la puesta en los estético, el excelente trabajo de arte, el acompañamiento y la incorporación de cada canción en el momento justo (¿Quién podría ser tan torpe de desaprovechar semejante calidad?). En suma, prometía ser una de las películas del año. Y lo es.

Con cada escena se abre una puerta a un mundo que apenas pudimos ver de soslayo en la obra musical, pero que se sentía con mucha más fuerza cada vez que veía a Freddie ahí, haciendo lo que mejor sabía hacer; ser la estrella, el centro de todo, modificar la vida de quienes lo rodeaban y, mirando fijo a la cámara en cada video (aún más en los últimos videos) decir, contar, que… estos son los días de nuestras vidas. Por supuesto que valen la pena. Por supuesto que han valido la pena. Y si, se sienten como una especie de magia.

Una película que claramente es la película del año y merece mínimo un par de consideraciones en forma de premios. Porque siempre otro muerde el polvo.

*Review de Gastón Dufour