Blade Runner 2049

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Secuela del film de culto de 1982, Blade Runner 2049 de Denis Villeneuve profundiza más los mejores aspectos de aquella, y ofrece una mejor relación con el relato original de Philip K. Dick. Treinta y cinco años tuvieron que pasar para que finalmente la secuela de Blade Runner viera la luz, luego de varios anuncios y cancelaciones.
Durante estos años, el mito respecto a la película original fue creciendo. Pasando de ser un estreno criticado y con baja taquilla, a ser reconsiderado años después con otros dos cortes (un Director’sCut en 1992 y un Final Cut en 2007). Pero la secuela se hacía esperar. Como es sabido, cuando pasa tanto tiempo entre un proyecto y otro, las expectativas bajan, y aumentan los temores de arruinar el clásico.
Sin embargo, lejos de esto está Blade Runner 2049, convirtiéndose en una propuesta plagada de aciertos y que potencia a la historia original. Como anteriormente, una placa introductoria nos pone en escena.
Treinta años pasaron de los hechos conocidos, los replicantes han sido esclavizados, y los rastros de la civilización antigua han sido devastados en medio de un caos. Los cazadores conocidos como blade runners aún existen. Uno de ellos es K, o Joe (Ryan Gosling), oficial del Departamento de Policía de Los Ángeles, que cumple con la labor de terminar con los replicantes bajo las órdenes de la Teniente Joshi (Robin Wright) sin demasiados cuestionamientos.
Su único punto de relajación pareciera pasar por Joi (Ana de Armas), un holograma vívido con el que comparte su vida cual pareja, traspasando las limitaciones del caso, casi como sucedía con el personaje de Joaquin Phoenix en Her. Pero claro, a K se le asigna un caso especial, empieza a escarbar, y comienzan los cuestionamientos. Al momento de descubrir un secreto debajo de los cimientos de esta nueva civilización, deberá comenzar una investigación que lo llevará a cuestionarse todo, llevándolo hasta los hechos presentados en el anterior film.
No es mucho más lo que se puede adelantar de un argumento que contiene varios giros y sorpresas para los novatos y más aún para los fanáticos del original. ¿Qué es lo que funciona tan bien en Blade Runner 2049? El primer acierto, probablemente sea contar con el mismo guionista, Hampton Fancher (más la colaboración de Michael Green), lo cual le otorga mucha coherencia entre ambas partes.
Otro acierto, y fundamental, es su director, Denis Villeneuve que viene pisando fuerte en su filmografía desde su orígenes. Es poco lo que se le puede reprochar a este gran realizador más allá de las cuestionadas Sicario y El hombre duplicado, por cuestiones ajenas a su labor. Villeneuve aplica mucho del lirismo que le vimos en su anterior Arrival a una fórmula ya planteada y diferente como la del universo Blade Runner.
A diferencia de la película de Ridley Scott más volcada hacia la acción, Villeneuve ofrece algo más filosófico, dramático, con muchos planteos sobre el centro de la humanidad, pero que, cuando tenga que ser de acción no tendrá problemas en acelerar su ritmo. En sus dos horas y cuarenta y tres minutos (en comparación a las poco menos de dos horas del anterior), Blade Runner 2049 se toma su tiempo para ir creando clima, para introducirnos en la historia, y contagiarnos de las emociones de K.
Es entendible que ante una duración tan extensa el ritmo no sea siempre parejo, que en el medio haya algún bache, y que probablemente pudo haber sido más corta, pero así como se presenta, todas las aristas emocionales se ven enriquecidas, favoreciendo al resultado final. En esos planteos antropológicos, en su ciencia ficción lírica, Blade Runner 2049 encuentra una relación más directa con el espíritu de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? La novela corta de Philip K. Dick en la que se basa todo este universo.
Cuando este había sido uno de los puntos más criticables del film de 1982, aquí la historia, si bien es lógicamente diferente, respeta más la idea con la que Dick concibió su relato.
El conocido Roger Deakins como director de fotografía y el departamento de dirección de arte serán otro de los grandes aciertos. Blade Runner 2049 es impactante visualmente, ofreciendo no sólo un universo nuevo, con anclajes en lo ya conocido pero con una paleta de escenarios nuevos y diferentes. No es solo una riqueza visual para el asombro, hay un lenguaje en lo que se muestra, una idea concebida que transmite sensaciones, y que más de una vez, hacen que las palabras sobren, completando el silencio.
Estas propuestas no suelen tener un gran apartado de interpretaciones, sin embargo, Villeneuve ha demostrado ser un gran director de actores, y aquí lo confirma. Ryan Gosling se nota sólido, pasa de contenido a fervoroso dentro de un mismo plano, K sufre, duda, y el actor transmite todo al espectador. Robin Wright, Ana de Armas, Carla Juri, Mackenzie Vega, Hiam Abbas, y sobre todo Sylvia Hoeks, componen un universo femenino variopinto, fuerte, con peso en la historia, y en esta civilización futura en la que domina un placer algo etéreo. Villeneuve le otorga a cada una el momento justo y lugar preciso, todas se destacan.
Jared Leto quizás sea el más desaprovechado, algo sobreactuado como de costumbre, y con pocos minutos de pantalla, demostrando que el interés de esta historia no se posa sobre la construcción de un villano típico para película de acción, sino en el accionar del protagonista anti héroe. Habrá que esperar para ver a Harrison Ford, como la frutilla del postre que se come al final.
Blade Runner 2049 es un combo casi perfecto, más allá de algún cabo suelto y alguna apertura que nos puede hacer pensar en una oportuna continuación; su composición de imagen, un guion que se construye tanto en diálogos como en sensaciones, y un apartado técnico sobresaliente(al que habrá que sumar una omnipresente banda sonora) la ubican dentro de una de las mejores propuestas mainstream en mucho tiempo.
Fanáticos y no tanto (será necesario haber visto aunque sea una vez el film original para comprender todo), líbrense de prejuicios y entren a este nuevo capítulo de un universo que lejos está de haberse agotado.