Blade Runner 2049

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

¿ANOMALÍA MILAGROSA?

_ ¿Qué se siente matar a los de su propia especie? – pregunta Sapper Morton mientras pelea con el oficial K (KD6-3.7.).
_ No retiro a los de mi especie porque nosotros no huimos. Sólo los modelos viejos huyen.
_ Y a los modelos nuevos no les importa limpiar la mierda porque nunca vieron un milagro.

El enfrentamiento entre ambos se vuelve una combinación de fuerza, ausencia de sentimientos y resistencia que acaba con un resultado favorable para el agente K. Para entonces, la última frase del Nexus 8 no es más que algo pasajero, inadvertido y fugaz, hasta el hallazgo fortuito enterrado bajo el árbol de la granja artificial.

En un universo situado en 2049, donde un reciente modelo de replicante es un blade runner que retira a los sobrevivientes de la quebrada corporación Tyrell, mientras que la nueva compañía fundada por Niander Wallace produce prototipos más obedientes que aseguran la supervivencia de la humanidad, el viraje del caso de la LAPD (Departamento de Policía de Los Ángeles) sugiere que tal milagro es una posibilidad, aunque para algunos sea motivo de dominación y para otros de guerra. Entonces, ¿cuál es el polémico milagro?

A diferencia del clásico de 1982, la secuela dirigida por Denis Villeneuve (con Ridley Scott como productor) se aleja del vínculo creador/creación y del desarrollo específico de las variaciones genéticas para modificar los ciclos de la vida, para acentuar la dicotomía real/construcción dispuesta, en la mayoría de los casos, con la mostración de un objeto natural asociado con un sentimiento, una acción o una vivencia, por ejemplo la flor en la tumba, el ajo como elemento exótico o el caballo de madera con el niño. Más allá de esto hay tres ejemplos que lo llevan a un nivel más reforzado como la corporación Wallace, la compañía que diseña recuerdos dirigida por la Dra. Ana Stelline y el lazo entre el agente K y su pareja holográfica Joi.

En el primer caso, se puede pensar en la puesta en escena de la nueva empresa como un útero materno: los cuerpos guardados en receptáculos transparentes a manera de saco amniótico, la poca luz con reflejos tenues y la función tanto creadora como de archivo de datos. Incluso, en una escena aparece una mujer cubierta de barro y fluidos como si se tratara de un recién nacido.

El segundo apunta a descubrir la autenticidad de los recuerdos implantados y los orígenes de dichas imágenes; una búsqueda realizada por K a partir de los emergentes interrogantes producidos por los hallazgos que alteran su misión. Mientras que el último aspecto se manifiesta en diversas escenas domésticas entre ambos, pero encuentra su punto vital cuando Joi pacta con una prostituta una suerte de encarnación para mantener un momento íntimo con K. A partir del desdoblamiento de los cuerpos de ambas mujeres para asemejar gestos y acciones, se potencia la idea de lo artificial que necesita de un contenedor “real” para generar una experiencia.

Por otro lado, Blade Runner 2049 propone numerosos guiños de su predecesora tales como la aparición del ojo en el inicio –que en la anterior servía para determinar a los replicantes –, el origami, el piano, la investigación de la procedencia de ciertos materiales, entre otros, y mantiene tanto el tono narrativo suspendido, fragmentado y pausado como la estética desde los espacios públicos con un refuerzo de los carteles de neón asiáticos –ahora se desprenden las figuras de ellos–, la tecnología o los nuevos escenarios, cuyo ejemplo máximo es el refugio de Rick Deckard que reúne nostalgia –los hologramas de musicales clásicos, Elvis Presley o Frank Sinatra– con rasgos propios del ser norteamericano y del aislamiento en el que estuvo recluido por 30 años.

“Y a los modelos nuevos no les importa limpiar la mierda porque nunca vieron un milagro”. La frase resuena en la cabeza de K. Tal vez sea hora de experimentar ese dichoso milagro.

Por Brenda Caletti
@117Brenn