Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia)

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

LA IGNORANCIA DE UN BUEN TÍTULO

Ya no podía contenerlo mucho más pues sentía todo su cuerpo tenso y la voz en su cabeza lo atormentaba con más frecuencia que nunca; aún lo hacía después de años, décadas, desde el final de la trilogía en 1992. Tenía que hacerlo, era preciso… entonces chilló. Pero no era suficiente, debía volar. Sólo de esa manera podría volver a su sitio “arriba de todos” y recuperar su esencia… en el cielo él era Birdman.

El resto se limita al fracaso, al menosprecio, al olvido. Su ego está para mucho más que eso; ya lo había demostrado con sus éxitos taquilleros del superhéroe en años anteriores. Pero, ¿dónde está ahora? Los fanáticos le piden fotos a Birdman, no a Riggan Thomson (Michael Keaton), la industria lo ignora y parte de la prensa lo subestima. Por tal motivo, Thomson decide desafiarlos a todos: adapta el cuento ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? del escritor estadounidense Raymond Carver y monta la obra en Broadway. De esa forma, busca obtener una doble satisfacción: resurgir como actor y convertirse en una gran figura otra vez.

Sin embargo, llevar a cabo una obra teatral se torna complicado: tras un “accidente”, Thomson debe incorporar a un nuevo actor; éste no es otro que el reconocido Mike Shiner (Edward Norton). Pero lidiar con otros egos hará que el protagonista tome medidas extremas para alcanzar su meta y sobrellevar la presión.

En principio, si se consideran los elementos más preponderantes de la nueva película del mexicano Alejandro González Iñárritu, se podría pensar a Birdman o La inesperada virtud de la ignorancia como una especie de ficcionalización sobre la vida de su protagonista, Michael Keaton. Él, al igual que su personaje, consiguió gran éxito vestido como el murciélago tanto en Batman (1989) como Batman Regresa (1992), y luego quedó relegado por la industria. Con esa misma frustración, encarnada en el poster que cuelga en una de las paredes de su camerino, Thomson debe lidiar todos los días.

Si se elude esta analogía ocurre algo interesante con la elección del título de la película. Birdman o La inesperada virtud de la ignorancia está conformada por dos segmentos autónomos y con peso propio que, al intentar ponerlos en relación, se deslucen por completo. Y ese es un grave error del director: intenta agotar ambos segmentos durante toda la película. Este planteo se convierte en algo errado pero, además, sólo consigue que el espectador quede aturdido. ¿Se trata de la historia de Birdman? ¿Cuál es esa historia? ¿O el acento está puesto en el encasillamiento de los actores, en esta inesperada virtud de la ignorancia que lleva a los profesionales a acceder a situaciones límites con tal de recuperar un poco de brillo?

Entonces, como ambos segmentos saturan de información al espectador se reducen a simples excusas para hablar de otra cosa o para citarse mutuamente sin lograr éxito. Allí radica la falta de eficacia del filme. Por ejemplo, en la escena donde Thomson es seguido por su alter ego/Birdman y vuela sobre los edificios, explotan los autos y aparecen monstruos que acechan la ciudad; esa metáfora pareciera indicar que Iñárritu se mofa de la industria de los superhéroes, en lugar de presentar al propio.

De la misma manera se opacan las discusiones entre Thomson y su hija Sam (Emma Stone) que abordan concepciones existenciales o la expresión de sentimientos. Ya bien se lo revela su ex esposa Griffin Murray (Amy Ryan) : “Es lo que siempre haces, confundes el amor con la admiración”.

Cabe destacar el trabajo de fotografía de Emmanuel Lubezki y el uso de la cámara que no sólo aporta vértigo, sino que también introduce al espectador tras bambalinas. También logra atrapar la labor musical de Antonio Sánchez que repite el motivo de la batería en diferentes escenas y lugares.

De esta forma, Birdman o La inesperada virtud de la ignorancia se convierte en una sumatoria de temas o subtemas expuestos que saturan y desbordan pero, al final, quedan sin profundizar. Por ejemplo, la concepción manipuladora de la prensa encarnada en una periodista que, sin mirar siquiera la obra, le advierte a Thomson que la destrozará. Entonces, a través de esta multiplicidad de temas y del fallido intento de unificación de ambos segmentos del título, Birdman…se vuelve un rompecabezas, un rompecabezas que, quizás, sólo pueda ser comprendido a través de la reiteración de un cartel colocado en el espejo del camerino del protagonista: “Una cosa es una cosa, no lo que se dice sobre ella”.

Por Brenda Caletti
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