Big Eyes

Crítica de Julieta Aiello - Indie Hoy

En épocas donde el poder femenino va teniendo más visibilidad, y la igualdad de los sexos ya es una necesidad vital, la biografía de la pintora Margaret Keane cobra gran peso y relevancia. La opresión hacia la mujer en plenos años cincuenta, la completa anulación de la identidad artística y el karma de vivir escondida, son algunas de las temáticas que circulan por el film, con una inclinación claramente feminista. Tim Burton toma las riendas de este proyecto y lleva a cabo la biopic de la susodicha; encarando una obra que sorprende dentro de sus trabajos anteriores. Big Eyes, podría decirse, es la primera película de Tim Burton infiel a su propio estilo. El cine de autor se vuelve traicionero en la medida en que el estilo excede al cineasta, y el artista se convierte en su estilo. Tras años de encontrarnos en un gótico fantástico infantiloide, siempre asistido por el infaltable Johnny Depp, esta vez, Burton nos sorprende con una biopic, con muy pocos rasgos de su tan marcada estética, con actores “nuevos” para su filmografía y con una casi ausencia de negros y grises.

La película cuenta la historia de una pintora, eclipsada por su marido, un embustero que vende sus cuadros, alegando que él es el autor. El trabajo de ella, niños con ojos enormes, se vuelve un suceso de público, aspecto que pone sobre la mesa la cuestión del arte en la era de la reproductibilidad técnica de la que habla Benjamin. Ella se dedica a pintar encerrada en una habitación, aislada, pero sobre todo, invisibilizada. Así, entra a problematizarse también, la cuestión de la autoría, la relación de un autor con su obra y el artificio que comprende la figura de artista en sí misma. Por otro lado se plantea también, cual es la función del arte en la cultura moderna, ya que ha perdido el halo sagrado para llegar a los kioscos, librerías, galerías, etc. El arte se ha convertido en un bien comercializable y popular como cualquier otro (dentro de eso también funciona el pop art).

Lo cierto es que el film no está a la altura de la historia. La biografía de Margaret Keane es realmente una gran historia, digna novela hollywoodense. Se nos bombardea con cantidad de datos que no parece organizados, la narración es precipitada, los hechos no se suceden naturalmente, sino que se anticipan permanentemente anulando el factor sorpresa.

Si hay algo que no se le puede negar a Burton es su maestría para la estética. Incluso saliendo de su “zona de confort”, del estilo que convirtió en una marca registrada, aun así, logra cautivar con un paleta de colores que por momentos remiten a Wes Anderson. El vestuario y el maquillaje responden a un refinado recorte histórico, con prendas muy representativas y con gran estilo. Podríamos decir que uno de los pocos elementos puramente burtonianos en este film son los cuadros de Keane (elemento no menor) y su gran obsesión por los ojos enormes. En la hipérbole de alguna característica física (típica de todos los personajes de Tim) es donde encontramos el roce con lo fantástico y lo infantil. Los ojos de su hija, desmesurados, que pintaba Keane, parecen ser su único contacto con la realidad y al mismo tiempo, el único cable a tierra.

Más allá de la historia, la actuación de Amy Adams no logra convencer y por momentos, no está a la altura de las emociones. Lo precipitado de los cambios de clima y situación se ven reflejados en una actuación poco creíble. No así Christoph Waltz, que representa un personaje odiable, hecho perfectamente a su medida, que recorre la auto humillación, el rol machista y abusador con su contraparte de hombre encantador.

En fin, Big Eyes cuenta una gran historia, en la que nos compenetramos mucho emocionalmente, porque la injusticia y el abuso abundan. Pero la concentración por momentos se desvía, al notar que la narración esta forzada y precipitada. Lo que resulta realmente interesante son las temáticas en torno al arte y al espacio de la mujer en el mundo del arte que se problematizan y se ponen en tensión. La incursión en otro género y en otra estética por parte de Tim Burton podría pensarse como una prueba piloto para una nueva etapa del excéntrico realizador.