Beautiful Boy: Siempre serás mi hijo

Crítica de Martín Pérez - DiarioShow

El dolor como algo cotidiano

Melodrama de superación basado en una historia real, cuenta los años de adicción de un joven, a través de los ojos de su padre. Con la actuación del artista del momento en Hollywood, Timothée Chalamet.

Levantarse una y otra vez implica grandeza, pero también es la consecuencia de caídas constantes, una repetición de dolor inevitable, que muchas veces se transforma en crónico. Basada en una historia real, “Beautiful boy” cuenta los años de adicción de un joven, a través de los ojos de su padre, quien lo acompañó y sufrió la enfermedad a la par de su hijo.

Por más que suene a un melodrama típico de superación, el logro del filme es mostrar de manera real muchos de los conflictos familiares, existenciales, y físicos del abuso de drogas. David (Steve Carell) tiene una relación muy estrecha con su hijo Nic (Timothée Chalamet), y a pesar de todo el amor que se tienen ambos, el joven no puede evitar caer en el consumo de estupefacientes.

Desde los primeros minutos todo queda claro: ante la pregunta de David, su hijo le confiesa que siempre le gustó la sensación que sólo le provoca la estimulación con diferentes sustancias, principalmente con la metanfetamina. Nic tuvo una familia que siempre lo quiso, y fue un buen estudiante desde pequeño, pero sólo se sintió “completo” al drogarse.

La premisa inicial es fuerte, porque siempre se buscan “raíces” a los problemas de adicción, porque de alguna manera eso podría alejar la posibilidad de caer en esos conflictos, como una manera de sentirse a salvo. Pero “Beautiful boy” pone sobre la mesa que cualquier persona puede entrar en aquel mundo oscuro, y así nos acerca de manera íntima a la problemática.

El punto de vista es esencialmente de David, intentando comprender a su hijo, y por ello habla con otros adictos, y hasta prueba drogas en su desesperación por salvar a Nic. Se enfrentará a mentiras de diferente calibre, y hasta se acostumbrará al dolor, lo que lo llevará tomar determinaciones más lógicas que esperanzadoras.

Algo destacable en una película de estas características es obviamente el elenco. En este caso, tanto la interpretación del joven del momento Timothée Chalamet y la del ya experimentado Steve Carell emocionan aunque por momentos se transforman en melosas, casi al punto de sobreactuar en algunas escenas. Vale decir que es muy complicado no caer en el “golpe bajo” cuando la temática es tan fuerte.

Otro acierto del largometraje es la manera que tiene de construir con constantes altibajos, pasando de momentos buenos a otros malos, como si habláramos de un melodrama de conflicto constante, otra manera de interpelar de manera realista lo que quiere contar.