Beata Ignoranza

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Otra grieta, en comedia italiana
Tiene un humor algo burdo y exacerbado, con protagonistas unidimensionales.

Hete aquí el cine, la comedia italiana que a veces no sale de las fronteras de la península, por localista o porque en verdad es de un humor básico y elemental. Pero Beata ignorancia lo logró, y hoy estrena en menos de diez salas en la Argentina.

La trama, que se alarga como esperanza de pobre, tiene a Ernesto (Marco Giallini, Rocco en Perfectos desconocidos, el gran éxito del cine italiano de estos tiempos, y tal vez una razón del estreno local de esta película), un profesor en un colegio al que llega uno nuevo, Filippo (Alessandro Gassman, hijo de Vittorio y visto en Il nome del figlio, entre otras).

Son el agua y el aceite, River y Boca, Macri y Cristina, pero la grieta viene por un pasado que, para los probables espectadores, quizá no convenga revelar.

Ernesto es algo así como un tradicionalista, un tipo que se ufana de seguir usando su celular de los años ’90, que vive alejado de la tecnología moderna y de la Internet, mientras que Filippo no entiende la vida (ni la vida de relaciones) sin la web.

“Los smartphones son la extensión de sus cerebros”, les dice casi como en un sermón a sus alumnos, quienes, por supuesto, lo aman.

Pero hay algo que no funciona en esta dicotomía, en estos opuestos tan, pero tan diferenciados. Y es que el relato se hace ostensiblemente extenso cuando ya no había nada para seguir tirando de la historia. Y entonces toda la buena onda que desde la platea uno le pone al asunto, termina perdiendo interés, y el tedio le gana por cansancio.

Humor algo burdo, exacerbado, y no mucho más es lo que ofrece Beata ignorancia, con personajes secundarios que no son más que satélites. No hay construcción de ellos ni de los protagonistas, que son como unidimensionales. Más básico que el catenaccio en el fútbol.