Bazán Frías. Elogio del crimen

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

LA MIRADA SOCIAL DIGERIDA Y EXPLÍCITA

La cárcel no solo es una institución total, sino también un territorio pasible de ser intervenido de diversas formas; del mismo modo que el crimen no solo es un concepto, pues trae consigo un imaginario dominante pero con chances de ser modificado. El dilema es cómo alterar, cómo poner en crisis desde el arte con rangos de potencia pertinentes, una dificultad que Bazán Frías, elogio del crimen no termina de resolver adecuadamente.

El documental de Lucas García Melo y Juan Mascaró sigue un taller de actuación y creación en el Penal de Villa Urquiza, donde se busca montar una representación de la vida de Andrés Bazán Frías, un bandolero que supo actuar como una especie de Robin Hood en el Tucumán de hace un siglo y que luego de ser asesinado por la policía se convirtió en una figura casi legendaria, un “santo de los presos”. Desde ahí, hay dos puntas narrativas que se entrecruzan: la de ese personaje tan emblemático como subterráneo, con su recorrido entre trágico y romántico; y la del proceso reconstrucción de esa historia, que deriva en un análisis de la situación de los presos, la estigmatización que sufren y el contexto que los llevó a caer en la criminalidad, con el pasado y el presente hallando puntos en común.

Pero si había una chance de trabajar a fondo con las acciones y las imágenes como núcleos constitutivos del lenguaje enlazado con la criminalidad, la marginalidad y lo carcelario, Bazán Frías, elogio del crimen elige el habla como puente, casi siempre con un tono sentencioso y solemne. Todo es explícito y digerido, porque lo que falta es un proceso dialéctico y constructivo de una mirada que involucre al espectador.

El resultado es paradójico: el film cuestiona los lugares comunes de lo que llama una “sociedad falsamente meritocrática”, pero usando otros lugares comunes, que son los de los sectores supuestamente progresistas. En el medio, la opresión y discriminación social –obviamente innegables- funcionan más como excusas que como explicaciones, eludiendo marcos y niveles de responsabilidades individuales con un facilismo un tanto alarmante. El “elogio del crimen” que propone la película está lejos de la polémica o disrupción realmente productivas, y no pasa de una provocación algo infantil.