Batman: el caballero de la noche asciende

Crítica de Juan Aguzzi - El Ciudadano

La ascensión algo compleja de un “caballero” en apuros

La tercera parte de la saga Batman rodada por Christopher Nolan es un interesante fresco apocalíptico con potentes escenas aunque por momentos su trama se torne abigarrada sin motivo y los enfrentamientos queden deslucidos.

Exactamente el dejo amargo y depresivo que mostraba la (más) cara de Batman al final de Batman el caballero oscuro, la segunda parte de la saga rodada por Christopher Nolan (Memento, El Origen), un plano cercano lo revela ahora en Bruce Wayne en Batman, el caballero de la noche asciende, la tercera y al parecer última de las de factura Nolan (ya que no del oscuro héroe, puesto que en las sucesivas secuencias finales se preanuncia una continuación) mientras se mueve apoyado en un bastón y vestido con una bata demasiado usada.

A diferencia de esa segunda parte, donde el final es pesimista, en esta tercera parte es pesimista el comienzo, y el final, luego de las grandes batallas y de amenazas de solución final, se presenta alentador. Luego de la muerte de Harvey Dent, el incorruptible fiscal de Gótica al que el sufrimiento vuelve un monstruo con más capacidad de mal que aquellos a quienes combatió (Batman el caballero de la noche), la ciudad quedó sin protectores. Batman desapareció de escena y el comisionado Gordon hace lo que puede para sostener el equilibrio. Sin embargo, eso dura poco, ya que un nuevo peligro de características apocalípticas se cernirá sobre esa ciudad tan parecida a Nueva York, tan expuesta siempre, pero mucho más a partir del 11-S, momento al que varias escenas de este film aluden indirectamente con escenas de explosiones, derrumbamientos y caos.

El peligro tiene nombre y un aspecto temible; se trata de Bane, un villano surgido en el cómic creado por Bob Kane a principios de los noventa en una suerte de capítulos críticos hacia el Estado cubano, pero aquí asociado con la liga de Ra’s Al Ghul, y donde se juegan momentos de la historieta y de lo que aquí conviene por cuestiones de guión para el personaje, es decir, una criatura con fuerza e inteligencia notables que busca venganza; una vendetta no dirigida a alguien en particular, sino del despiadado sistema al que cree culpable de un sufrimiento que lleva guardado. Y semejante criatura aparece, qué duda cabe, como un terrorista puro y duro que quiere cobrarse la mayor cantidad posible de víctimas inocentes.

Batman se enfrenta a un villano con una fuerza sobrehumana que pone a Gótica de rodillas ante la amenaza de una bomba.

Pero Bane no es el único villano que se tornará, literalmente, en la pesadilla de Batman; otra criatura, decidida e igual de hábil e inteligente que el calvo forzudo (que son características que individualizan a Bane), entra en escena: Gatúbela, que al igual que el lugar que se le otorgó en distintas oportunidades (en las historietas y en el segundo Batman de Tim Burton) se mueve entre el bien y el mal casi en un mismo tono.

Con estos personajes y la presencia del mal múltiple, es decir alojado en figuras y situaciones cambiantes –los Batman de Nolan apuntan a poner en evidencia lo escabroso que engendra el capitalismo–, la maquinaria de la confrontación no tarda en ponerse pesadamente en marcha; pesadamente en cuestiones de guión, que no de dinámica y vértigo visuales, que hacen más que llevaderas las casi tres horas de film. Y es que en Batman asciende la trama central se ve atravesada por innumerables líneas narrativas que ponen en perspectiva los dilemas morales de aquellos llamados a defender la “justicia para todos” cuando todo alrededor se derrumba, y la misma noción de bien entra en crisis. Pero este aspecto, que debía ser jugoso per se, aquí juega una mala pasada al conjunto argumental con cruces que no agregan y que hasta interrumpen el flujo del cauce principal. Y, se sabe, si esto ocurre, se resiente algo de la fortaleza dramática con la que pueda contar cualquier historia.

Aun teniendo en cuenta un ritmo más que atendible en la puesta y en sus desplazamientos, estas intersecciones empantanan la marcha. Las empresas de Bruce Wayne ya no son lo que eran (como se señaló, Bruce está a la deriva y al principio ni siquiera puede ser Batman) y la ciencia aplicada a la fabricación de armamento es presa de ambiciosos empresarios-terroristas. Bane y Gatúbela disputarán terreno y argucias para destruir una ciudad a la que ven llena de pobres infelices y parte de las subtramas de las dos Batman anteriores entran a tallar de distinto modo con agregados casi innecesarios.

Bruce Wayne volverá a ser el caballero de la noche y allí el tenor de las amenazas iniciará un derrotero que llevará al fiel Alfred a abandonar a quien cuidó y vio crecer durante toda su vida; al mismo hombre murciélago a enfrentarse a puñetazo limpio con Bane y a ser vencido y humillado por éste (porque el Caballero oscuro siempre está en espejo con los villanos, es la contraparte, como bien se lo señalaba el Guasón en la Batman anterior, y en este caso ninguno de los trucos que pretende usar con el grandulón dará resultado); a lidiar y a sostener escarceos amorosos con la bella Gatúbela (que finalmente tomará partido por el lado bueno del asunto y hasta salvará a Batman de las manos de Bane); a ver crecer –dramáticamente y en un rol que lo excederá– a un joven detective a quien el comisionado Gordon le pone todas las fichas ante la siempre incierta y a veces cobarde actitud policial y con quien el enmascarado entra en empatía apenas iniciado el que será un sangriento periplo; a confiar en una empresaria que no será tal sino una enemiga despiadada que enciende la mecha de todo el asunto.

Si estas líneas argumentales hubieran estado más despejadas de derivaciones como las de Bruce siendo confinado en una lejana tierra (agujero) oriental, para salir sólo ascendiendo hacia la luz; como las parodias de un juicio donde el juez no es nada menos que el Espantapájaros (otro villano); por la aparición de un jefe policial con casi nula envergadura dramática; esta nueva parte de la saga hubiera gozado de más contundencia, ya que hasta el final aparece algo deslucido con respecto al curso de las acciones anteriores. Como si el empeño de Nolan hubiera estado en complicar las acciones para ofrecer así un entramado más elaborado y, por lo tanto, más “intelectualizado”, lo que sin duda terminó por conseguir el efecto contrario.

Desde ya que las amenazas pendulares –una bomba neutrónica explotará sobre Gótica– que, justo es decirlo, están magistralmente filmadas (el piso del estadio hundiéndose mientras se juega un partido de fútbol americano y la batimoto rebatible son parte de esto), irán apaciguándose con el triunfo de las fuerzas que cuidan el bien, se diría gracias al impresionante tour de force del comisionado Gordon y del nuevo y valeroso detective, y, por supuesto, a Batman, que aunque literalmente haya estado sumergido en un agujero –existencial y físico– emergerá como aquel protector que los habitantes de Gótica se merecen.

Curiosidad y salas

Curioso efecto parece haber tenido el estreno de este Batman, precedido de la masacre perpetrada por un joven en una ciudad estadounidense donde disparó contra los espectadores durante una función de este film y causó doce muertes inocentes. El viernes, la gente que no pudo entrar a dos de las funciones en los complejos de salas situados en el corazón de Arroyito clamaba por una entrada, aunque debiera sentarse en las escalinatas laterales, mientras aludía al disfraz con que apareció el asesino durante el crimen verdadero.