Batman: el caballero de la noche asciende

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Aunque parezca estúpido el tema, es importante que entendamos bien de qué se trata una trilogía. Son tres películas que narran una historia; y son una versión expandida del concepto tradicional de dividir una obra en tres actos - apertura, desarrollo y conclusión -, de modo que cada uno de ellos (por su extensión) ha merecido su propio filme. Por ejemplo, en Star Wars - saga fundacional en el concepto de las trilogías - teníamos un primer filme en donde el muchachito de turno se descubría a sí mismo como héroe; en la siguiente película se desarrollaba como héroe; y, en el último capítulo, terminaba por triunfar como héroe. Mientras que la mayoría de nosotros percibe con facilidad dicha evolución, por el otro lado se nos olvida el sentido final de la historia, que es la de contar el proceso de restauración del equilibrio en un universo determinado. Vale decir: después que el Imperio ha sido derrotado, ya no hay más trabajo para Luke Skywalker. Si Sauron no existe más, lo único que le queda a los héroes de la Tierra Media es engordar, envejecer y tener hijos. La paz le sienta mal a los paladines de la justicia, y los castiga con una jubilación antes de tiempo.

La conclusión natural de las trilogías es el fin de la amenaza y el retiro del héroe. Mientras que esto resulta obvio en las mas conocidas gestas épicas de la fantasía y la ciencia ficción, es una regla repetidamente ultrajada por el género de los superhéroes, simplemente porque su naturaleza de origen es serial. Están diseñados para pelear todas las semanas contra un villano nuevo, no para extinguirse al final del tercer tomo. Y ni siquiera monstruos venerados e intocables del género - como Watchmen - se han salvado de ser secuelizados y precuelizados. Esto ocurre tanto por ambición como por economía de esfuerzo; si tuvieramos que archivar a Superman después del tercer tomo, ¿podríamos inventar otro formidable superhéroe para reemplazarlo a la semana siguiente?. ¿De qué vivirían las editoriales de comics si se vieran obligadas a inventar héroes nuevos - y desconocidos para el público - todas las semanas?.

Es por todo esto que resulta sorprendente descubrir que Batman: el Caballero de la Noche Asciende es el final real (y no nominal) de una trilogía. No hay una cuarta parte posible, simplemente porque Christopher Nolan ha aplicado el razonamiento descripto en el primer párrafo de este artículo y ha construido un escenario de equilibrio en donde la presencia de Batman ya no es necesaria. Para desarrollar este tercer (y último) capítulo, el director ha aplicado su habitual criterio ultra realista: ¿qué pasa cuando el héroe se cansa y siente que la lucha lo supera?. ¿O cuando los costos personales de la batalla contra el mal han sido demasiado altos?. Mientras que en el comic Batman podía batallar contra los villanos durante décadas, aquí es un ser humano diezmado físicamente, estancado emocionalmente y perseguido por el remordimiento. Y eso que se trata de su tercera aventura como el personaje que él mismo ha creado para combatir al crimen.

Todo esto le da un giro totalmente inesperado a la historia. No sólo esperamos que Batman derrote al villano; también esperamos ver qué es lo que pasa con Batman. Y semejante osadía - narrar el ocaso de un superhéroe - sólo la puede cometer Nolan después de contar con dos megaéxitos sobre su espalda.

Mientras que las intenciones de Nolan son loables, la ejecución no es todo lo pulida que debería ser. Batman: el Caballero de la Noche Asciende tiene varios problemas que atentan contra la inteligencia de su propuesta, y el primero de ellos es el desprolijo ritmo narrativo de la primera hora. Pasan demasiadas cosas, hay demasiados personajes y la historia va a los saltos. Da la impresión que faltaran escenas de transición, las cuales deben haber quedado tiradas en el piso del cuarto de edición. Por contra, la historia le da demasiado espacio a personajes totalmente decorativos (como el insufrible jefe de policía Foley, el cual es una máquina de razonar estupideces y haría juego con los oficiales con los que lidiaba Bruce Willis en Duro de Matar I), y le resta tiempo de desarrollo a personajes principales. El caso más obvio es el de Selina Kyle / Gatúbela, la cual está criminalmente subdesarrollada. Se supone que Selina es una bomba sensual y atrevida, un caracter tan fascinante que debe deslumbrar a Bruce Wayne y darle una causa por la cual vivir. En vez de eso lo que obtenemos es un desabrido y forzado romance que me hace acordar a los amoríos de Neo y Trinity en Matrix (desafío a cualquiera a que intente convencerme que éste es el gran romance de la trilogía de Batman). Más que ensañarse con la perfomance de Anne Hathaway (o con su elección como partner de Christian Bale), uno debería reprocharle a los hermanos Nolan la falta de puntería a la hora de escribir los parlamentos del personaje (aunque creo que se trata de una falla generalizada con los roles femeninos, ya que el de Marion Cotillard es otro ejemplo de pobreza creativa). En todo caso el problema con Selina pasa porque el libreto jamás le da peso propio y se limita a usarla como elemento decorativo (para que Christian Bale pueda besarse con alguien) o como caballería de última hora, apareciendo en el momento justo para salvarle las papas del fuego al protagonista.

Mientras que los personajes femeninos están pobremente escritos, los que tienen buen espacio y están bien desarrollados son Bane y el recién llegado John Blake. Ciertamente el Bane de Tom Hardy no es tan memorable como el Joker de Heath Ledger en The Dark Knight, pero no deja de ser un villano efectivo. Es brutal e inteligente, expeditivo e idealista. Cuando pelea o despacha gente, es impresionante... pero carece de humor negro y eso le quita carisma. El otro agregado es John Blake, el que se transforma en un soldado a las órdenes de Jim Gordon. Es glorioso ver el enorme crecimiento actoral de Joseph Gordon-Levitt, y podría afirmar que su perfomance es la mejor de la película. También es cierto que el libreto pone especial cuidado en su personaje, ya que se trae un as bajo la manga.

Otro de los problemas es que toda la premisa tiene cierto tufillo a reciclado del primer filme. Otra vez la Liga de las Sombras, otra vez un dispositivo de destrucción masiva, otra vez el propósito de arrasar Ciudad Gótica... Acá Nolan y su hermano Jonathan se han basado en varias sagas del comic, que van desde Knightfall hasta No Man´s Land, las que contemplan la derrota de Batman y el surgimiento de Ciudad Gótica como un estado anárquico, independiente e intocable. Pero ese mix de influencias termina siendo re-escrito en términos de melodrama comiquero, en donde nuestro protagonista se la pasa sufriendo el 90% del camino hasta que termina por reconstruirse y resurgir como el héroe que había sido en un principio. Eso es particularmente notable con la shockeante pelea entre Batman y Bane, que en Knightfall tenía un desenlace aterrador y acá termina siendo sanitizada hasta el punto de bordear lo increíble. Que alguien me explique cómo un tipo implacable como Bane deja vivo al encapotado, o cómo hace Batman para recuperarse de semejantes heridas de gravedad. Es en esos momentos en donde, por primera vez en la trilogía, siento que la credibilidad es forzada hasta tal punto que Nolan termina suplicándole a los fans que hagan un salto de fe y se olviden de las incoherencias narrativas. Ello es particularmente notable en el acto III, en donde siento que el relato parece haber caído en algún pozo espacio - temporal digno de un episodio de La Dimensión Desconocida: Batman se recupera milagrosamente en un puñado de semanas, la gente apresada en la ciudad (y, especialmente en las alcantarillas) sobrevive de manera increíble, y los tipos entran y salen de la zona sitiada como si estuviera a la vuelta de la esquina.

Es posible que uno se vuelva demasiado exigente con Leonardo Da Vinci cuando entrega una obra de menor calidad que La Gioconda o La Ultima Cena. Acá me ocurre lo mismo con Nolan y, hay que admitirlo, Batman: el Caballero de la Noche Asciende no llega al nivel de esa obra maestra que fué The Dark Knight, simplemente porque el director ha querido acaparar demasiado y debe comprimir personajes, tramas y hasta credibilidad para que el filme no dure las 5 horas que hubiera precisado un desarrollo pausado de los hechos que pretende contar. Pero esas desprolijidades no impiden que el filme sea emocionante, especialmente en sus últimos 45 minutos en donde todo confluye de manera notable. El desenlace es un electrizante despliegue de virtuosismo.

Si tuviera que pasar en limpio, diría que Batman: el Caballero de la Noche Asciende es inteligente, emotiva y desprolija. Tiene su cuota de problemas - los últimos 5 minutos finales, aunque son fabulosos, me parecen algo forzados -, pero ni por asomo es el desastre de otros finales de trilogía como Spiderman 3 o Matrix Revoluciones. Nolan se atreve a mostrarnos un universo sin Batman... y aunque la jugada no le sale todo lo redonda que debiera, no por ello deja de ser menos admirable.