Bajo el mismo techo

Crítica de Carlos Rey - A Sala Llena

Cada vez el terreno de la televisión avanza más sobre el campo cinematográfico. (Y mientras podamos usemos las palabras “cinematógrafo”, “fílmico”, “filmar” antes de que los rollos mueran definitivamente en manos del digital y tengamos que inventar otras palabras)En este caso el productor de series Greg Berlanti (Everwood, Eli Stone) nos entrega la comedia romántica Bajo el mismo techo donde realiza su segunda producción para el cine, luego de su opera prima The Broken Hearts Club: A Romantic Comedy del año 2000.

Katherine Heigl y Josh Duhamel son la pareja de esta comedia romántica “de niño huérfano que es dejado por los padres en manos de sus mejores amigos”. Claro que la narración comienza tres años antes de la muerte de los padres del niño, donde Heigl y Duhamel tienen una no cita y comienzan una relación de odio siempre alrededor de su pareja de amigos. El director, mediante la utilización de elipsis, muestra a los personajes como polos opuestos, jugándose bromas uno con el otro (generalmente chistes misóginos del personaje de Duhamel, con tocadas de culo incluidas) hasta el casamiento de sus amigos y el nacimiento de la hija.

En el momento que se desencadena la tragedia, los personajes centrales están ya constituidos; Heigl, soltera a los treinta, es dueña de un negocio gastronomico, mientras que Duhamel es un playboy con estirpe de duro que trabaja como técnico televisivo en los partidos de los Atlanta Hawks en la NBA. Ambos tienen una buena vida, ella comienza a coquetear con un cliente y el sale con muchas mujeres. La lectura del testamento de sus amigos por parte del abogado le cae como una bomba tanto a ellos como a la película. Es el momento que comienza el festival de clichés, lugares comunes y gags televisivos (incluso escatológicos, con caca de bebe en la cara de Heigl o mas caca en la gorra de Duhamel).Al hacerse cargo del bebe ambos viven los rebotes de una vida que no eligieron, pero Berlanti, lejos de reflexionar (como si hacia John Ford en Tres Padrinos, un niño huérfano adoptado por tres hombres, toda una oda a la importancia de la familia, la amistad, el valor de la palabra y el compromiso del ser humano) plantea la situación desde la confusión de los protagonistas, de manera repetitiva y estereotipada. Ese plano de Duhamel cuando agarra su moto y su campera de cuero y para en un puente entre “el ruido de la ciudad” y “el suburbio familiar” es del manual de colección de momentos obvios y es un fiel reflejo de lo que representa la película a lo largo de su metraje.

El film tiene poca comedia y es poco romántico, no se define nunca, los personajes secundarios son fofos, casi inexistentes y el director no logra nunca hacer un plano cinematográfico en toda la película (¿sabrá que esta permitido mover la cámara?), la narración avanza con todos los signos inequívocos de la televisión y termina siendo una pésima novelita de sábado a la tarde en Hallmark Channel.