Badur Hogar

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Algunos espectadores más memoriosos quizás recuerden aquel 2001 en el cual irrumpió, en medio de la ola del nuevo cine argentino, la Ópera Prima de Rodrigo Moscoso, “Modelo 73” que fue presentada en ese mismo año en el BAFICI.
Unos cuantos años después – 18, para ser más exactos-, Moscoso vuelve detrás de las cámaras y como si fuese una elipsis perfecta, también regresa a filmar en su Salta natal y el BAFICI también le da la bienvenida a su nueva película que participó en la competencia oficial argentina, como si todo, después de casi veinte años, volviese a su lugar.
En este caso “BADUR HOGAR” guarda y comparte con su película anterior, ese espíritu de pueblo, la transparencia que presentan los personajes y su particular sentido del humor, la simpleza en la presentación de la historia y fundamentalmente, ese “perfume” de regreso a casa, de volver a los orígenes, que maneja tan bien el director.
En este caso, Moscoso quiso contar la historia de Juan (un rol que le calza perfecto a Javier Flores, protagonista indiscutible de la película y que según palabras del director, escribió pensando justamente en él), un hombre que en el final de sus treinta y pico y casi pisando los cuarenta, no está pasando por su mejor momento.
No tiene pareja, vive con sus padres y se gana unos pesos limpiando las piletas de las casa-quintas de la zona junto con un amigo. Su refugio es el viejo negocio familiar, justamente el “BADUR HOGAR” del título, que en otro momento ha sido una importante casa de artículos para el hogar y allí convive, tras los diarios puestos en las vidrieras, con los fantasmas de un tiempo mejor, lleno de prosperidad y esplendor, en donde las cosas eran positivas y todo sonaba diferente.
Esta especie de crisis existencial –por nombrarla de alguna manera aunque a ojos de los guionistas jamás logra tener un tono dramático sino que siempre aflora desde Juan, el mejor sentido del humor- se agudiza más aún cuando se encuentra con un compañero de la secundaria, supuestamente exitoso y siente la necesidad de empezar a mentir, a rearmarse una vida que no tiene en realidad.
Al entrar como “colado” a una fiesta de casamiento comparte un momento junto con una porteña prototípicamente audaz como Luciana (a cargo de Bárbara Lombardo, a quien aún muchos recuerdan por su impactante debut en “Cautiva” y de participación en ciclos televisivos como “Mujeres Asesinas” “El puntero” o “Mi hermano es un clon”) y bajos los efectos de un cigarrillo de marihuana compartido, ella se hará pasar por la mujer de Juan hasta que el romance iniciado más en broma que en serio, empiece a tomar color y ambos se vean involucrados en un amor inesperado. “BADUR HOGAR” responde, básicamente, a la típica estructura de una comedia romántica –aún con algunos pequeños rasgos atípicos- y juega, por momentos a la comedia de enredos, con esos toques costumbristas que van adornando la historia.
Mezclando un poco algunos estilos clásicos, por momentos parece una comedia familiar de los ochenta y por momentos se torna algo televisiva tanto en la forma de presentar a los personajes como de resolver las situaciones que plantea, pero jamás pierde el espíritu de esas comedias que se ven con una sonrisa.
Como también sucedía en “Modelo 73” los personajes parecen, en cierto modo, estar atrapados por algunos lazos con su pasado. En este caso, el objetivo de Juan será, entre tantas otras cosas, poder salir de esa melancolía que lo tiene atrapado y entregarse a ese nuevo amor, aún sin proponérselo de manera consciente.
Armando una especie de receta en la que no debe faltar ninguno de los ingredientes, por supuesto que “BADUR HOGAR” también tiene su momento “serio” con una línea dramática que esporádicamente aparece y desaparece en la historia.
Ese pequeño problema que Juan esconde –otro de los puntos referenciales de la película es la construcción de los vínculos a partir de las mentiras y las omisiones de los personajes- y que quedará en algún momento en evidencia, porque la moraleja de que las mentiras tienen patas cortas, también se hará presente.
El tono simpático con el que está contada la historia favorece a que uno como espectador pueda seguir a los personajes con esa liviandad que atraviesa todo el cuento que Moscoso pretende contar, sin ponernos demasiado exigentes a la hora de ciertas resoluciones que son bastante obvias y básicas desde el planteo del guion.
Así y todo, gracias a la química y frescura de Lombardo y Flores en pantalla, “BADUR HOGAR” propone un buen momento, con un esquema clásico, sin demasiadas sorpresas y con un aire salteño que cautiva.