Baby: el aprendiz del crimen

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Con la plata y con la chica
Un filme al ritmo de la música, tiene un arranque adrenalínico, y guiños al cine de robos y persecuciones.

Los primeros seis minutos de la película son más que adrenalínicos, de una tensión y un nerviosismo nada habitual.

Así como a veces recomendamos no levantarse de la butaca hasta finalizados los créditos finales, porque pasa algo, al ir a ver Baby: El aprendiz del crimen no se debe llegar tarde. No ya un minuto, sino ni un segundo tarde.

Anteojos de sol, auriculares, un par de cicatrices en el rostro, Baby está sentado al volante de un Subaru rojo. Mira su iPod, comienza la canción y comienza la acción. Y así será durante toda la película del inglés Edgar Wright (43), en la que el ritmo de cada uno de los temas de la banda de sonido impregnarán y establecerán el compás, la métrica y la armonía.

Baby es un thriller. Tiene acción, tiene robos, tiene persecuciones, tiene traiciones y tiene lealtades. Tiene a un chico bueno y una chica buena, y tiene a ladrones inescrupulosos y matones de gatillo fácil. Tiene policías corruptos y dinero en juego.

En síntesis, Baby tiene lo que hay que tener, en su cuota justa para entretener desde ese comienzo hasta el final (pueden levantarse porque en los créditos no pasa nada).

El asfalto de las calles de Atlanta queda marcado con cada maniobra o rebaje del protagonista. Baby, que es huérfano y vive con un padre adoptivo sordo e inválido (CJ Jones), le debe dinero a Doc (Kevin Spacey, que trata de sacudirse como puede al Underwood de House of Cards, pero recuerda al Kint de Los sospechosos de siempre). Por eso trabaja para él conduciendo, siempre, a tres delincuentes que se acomodan en el asiento de atrás en la huida de un robo.

Baby tiene un problema en un oído, y por eso vive pegado a sus audífonos, escuchando música. Es más que un detalle, y más una necesidad que un tic. Wright ha trabajado el costado sonoro del filme junto a sus editores Paul Machliss y Jonathan Amos, a la par del director de fotografía Bill Pope (Matrix, El Hombre Araña 2). Sólo así se puede lograr una conjunción tan acompasada, tan perfecta.

El modelo, la carcasa de la película es la de cientos de filmes en el que el protagonista es más bueno que el pan, hasta que lo cansan. Que se enamora de una chica más buena que Lassie (Debora, que es Lily James -La Cenicienta-, en reemplazo de Emma Stone, que dejó el proyecto para hacer La La Land). Los malos pueden variar, ser o no compañeros de rubro -ladrones- e interpretados por gente como Jon Hamm (Mad Men) o Jamie Foxx.

Hay cameos para estar atentos (Paul Williams, Walter Hill). Porque hay mucho de guiño y de cinefilia, de humor, de citas y de haber gastado la videocasetera viendo clásicos de robos y persecuciones de los ’70 y ’80.

Porque es un peliculón, bah.