Avengers: Endgame

Crítica de Pedro Garay - El Día

Marvel cierra una historia que comenzó hace más de una década y que atravesó 22 películas en “Avengers: Endgame”, donde los héroes presentados a lo largo de la saga que sobrevivieron a “Infinity War” dan una última batalla contra el gran villano Thanos para volver el tiempo atrás. La expectativa, claro, era grande: ¿consiguió la comiquera estar a la altura? Lo analizamos a continuación.

Aunque las películas de Marvel seguirán, “Endgame” es el cierre de una era, el final del recorrido para varios personajes que llevan más de una década en la pantalla de los cines. Los espectadores han crecido con esos personajes, se han enamorado de ellos, y “Endgame” les da un cierre emocionalmente satisfactorio, donde cada cual tiene su momento para brillar que el público en las salas aplaude a rabiar. La película es una celebración pop de una década de cine de superhéroes, y los fans salen chochos de esa fiesta: su inversión emocional de diez años ha dado rédito en ese gran final.

“Endgame” centra su corazón en la celebración de estos personajes y sus historias contadas en 22 películas, por lo cual es, antes que el despliegue de efectos que se esperaba para esta superbatalla final por la salvación del universo todo, es una película sobre esos personajes, sus relaciones, sus temores y, sobre todo, sus fracasos, que preparan la escena para su final redención. El espectáculo final sigue siendo tan masivo y monótono como siempre (olas contra olas de personajes hechos por computadora, irreales) pero la batalla principal está al interior de los personajes, lo cual le da cierto peso emotivo a la cinta.

Pero no todo es drama en “Endgame”: esto es una fiesta, después de todo, y a pesar de las bíblicas consecuencias de lo que afrontan los hombres y mujeres en spandex, “Endgame” es una cinta sorprendentemente liviana, que disfruta lanzando una batería de one-liners en momentos imposibles, coqueteando con el caper y hasta (alerta de spoiler) jugando a “Volver al futuro 2”, regresando a los sets de las viejas películas para un homenaje a esta saga infinita que, sí, es un golpe de nostalgia, pero finalmente resulta orgánico a la trama. Porque, algo que no siempre sucede en el universo Marvel, “Endgame” sabe lo que quiere contar y utiliza las herramientas y fórmulas del subgénero para contarlo, y no al revés.

Es que todo cabe en la coctelera de tres horas de “Endgame”, un viaje (otra vez, spoiler) al pasado de forma literal y también simbólica: una estridente gira de despedida de esos personajes en los que invertimos decenas de horas. “Es como un largo show de despedida de un supergrupo de rock progresivo de los ‘70”, escribió el crítico Diego Lerer. “Todos están pasaditos de años, los trajes les quedan medio ridículos, cada uno hace un solo que la gente aplaude y al final hay media hora de fuegos artificiales. Pero igual la pasás bien”

Está claro que “Endgame” es una fiesta a la cual todo el mundo está invitado, como demuestran ya los primeros números de la taquilla. Pero quienes llegan al cine cargando cierto escepticismo o agotamiento, notarán que más que una celebración, estamos ante una autocelebración, donde Marvel y sus personajes parecieran darse continuas palmadas en la espalda por su genialidad. Uno a uno se apilan los momentos de autogoce, momentos extasiados de heroísmo, de canchereo, de ese mal llamado “referencias”, hasta que, en el súmmum de este homenaje pasado de rosca, Capitán América proclama que su cola “es la cola de América”.

En el marco de la celebración y gira despedida, y en el mismo sentido, todo está escrito y pensado para la ovación fan. Todos los personajes tienen su momento, pero muchas veces no se sienten momentos orgánicos a la historia, sino colados en el montaje para que tal o cual personaje brille en esta épica de tres horas: puro fan service. Incluso el triunfo final recae (alerta de spoiler) en manos del padre de todo, pero su victoria, para todo el operativo montado, y teniendo en cuenta incluso que fue profetizada, parece casualidad, azar. “Endgame” está plagada de momentos “de comité”, ordenados por la cúpula y necesarios para vender juguetes: acumula una sucesión de actos heroicos y cancheros sin demasiada relevancia al desenlace, como si no hubieran encontrado una forma de que todos los personajes tuvieran su momento, y que la sumatoria de esos momentos llevara al sacrificio final.

Es que “Endgame” tiene mucho de película de comité: es el cierre de una era, y en juego está el universo, por lo cual debía tener un tono épico pero desolador, pero al tratarse de una fiesta no podían faltar la comedia de sitcom, la acción burbujeante de la parte media, los juegos y referencias continuos. Un juego de extremos tonales que no siempre está bien resuelto y que termina dispersando el peso emocional de algunos de sus momentos, y de la película toda, por pasar al siguiente gag. “Infinity War” habrá tenido una batalla infumable de cositos grises contra cositos multicolores, pero parecía tener más claro el tono de su elegía.

Parte de los dictámenes del comité incluyeron además dejar el escenario preparado para lo que viene: un Universo Cinematográfico de Marvel encabezado por héroes políticamente correctos, cuya presentación y momentos de gloria extienden el ya abultado tiempo de duración de la cinta. La descarada venta de esta corregida imagen pública del estudio que pasó 20 películas sin dar el protagonismo a una mujer distrae de la celebración de la vieja escuela. Y abre un signo de pregunta sobre el futuro: ¿podrán estos personajes, más aggiornados a los tiempos que corren pero mucho más aburridos, continuar con el éxito de la comiquera?

En su estreno, el jueves, “Avengers: endgame” marcó un hito al posicionarse como la película número 1 de la industria en su día de apertura con más de 311 mil espectadores. De cada 100 personas que fueron al cine, 95 eligieron esta esperada y última entrega de la saga de los héroes de Marvel.

Marvel cumple con las expectativas y da a los fans lo que quieren. Los seguidores de la saga saldrán chochos, contentos con haber visto a esas viejas glorias pop: su inversión emocional de diez años tiene rédito, sobre todo en esa parte final de momentos épicos y largos adioses. Pero quien entre con escepticismo seguramente notará algunas notas desafinadas.