Avengers: Endgame

Crítica de Nicolás Ponisio - Las 1001 Películas

Salvar el universo, contentar a los fans.

11 años, 22 films, todo un recorrido que hizo crecer a los personajes del ambicioso MCU (Marvel Cinematic Universe) y llevarlos al punto final de una etapa y una era de tanques superheroicos con Avengers: Endgame. La pieza final que no reluce como esa perfecta y poderosa gema del infinito que fue Infinity War, pero que le brinda a los más acérrimos fans de Marvel todo lo que podían querer. Una forma de ganarse la aprobación del público con un cierre efectivo de la saga, aunque sacrificando en el camino parte de los logros y el cambio otorgado por las acciones y la tridimensionalidad del gran villano Thanos (Josh Brolin).

Los hermanos Russo, quienes han sabido demostrar con creces lo excelentes narradores que son, abren el film con otra de las tantas víctimas que perecieron ante el fatídico chasquido de Thanos. La familia de Clint Barton/Hawkeye (Jeremy Renner) se vuelve un recordatorio del cariño de los personajes y de lo que se perdió en los trágicos eventos del film anterior. A partir de allí, en los primeros minutos, los Russo relatan con maestría y un fuerte peso dramático el lugar que ocupan los sobrevivientes y los abatidos héroes perdedores. Todos tienen alguna pérdida, todos tienen culpa, responsabilidad y lamentos por aquellos que ya no están, y el film logra que el factor dramático haga avanzar a los protagonistas, volviéndose un ejemplo para los que aún siguen con vida, al mismo tiempo que se encuentran perdidos dentro de la tragedia, incluso a cinco años de los hechos de Infinity War.

Los icónicos y fuertes personajes que representan a los mayores héroes del Universo aquí son vistos por vez primera como seres vulnerables, alicaídos, carentes de fe y sin soluciones para lo ocurrido. Si antes conocíamos a Thanos como alguien nefasto con un trasfondo que ayudaba a entender sus acciones, aquí los héroes no son vistos más que como humanos, con sus fallas y la carga del dolor. De manera inteligente se nos presenta a los personajes más poderosos sin la iconografía o la presencia que los aleja de la realidad del espectador.

De esta manera, Steve Rogers/Capitán America (Chris Evans) es alguien que aún lucha contra los fantasmas de su pasado y su presente, al mismo tiempo que lidia también con los problemas de quienes lo rodean. Tony Stark/Iron Man (Robert Downey Jr.) se encuentra abatido y carente de fuerzas para luchar, a la vez que la prioridad deja de ser salvar el día sino cuidar a su reciente familia, y el alguna vez Dios del trueno Thor (Chris Hemsworth) es solo alguien que perdió su imponente aspecto físico y se dio a la bebida. Si bien el último personaje funciona como un excelente alivio cómico, el ahora gran Lebowski de Asgard mantiene el humor con el que fue dotado en su tercer film bajo la dirección de Taika Waititi, pero la decadencia física y espiritual que funciona como gag a la vez sirve como otro aspecto del duelo de los personajes.

Y si bien todos los aspectos que rodean a este nuevo abordaje de los personajes es de lo mejor que tiene el film, el mismo comienza a fallar en base a dos factores. Por un lado, el hecho de que el villano sea vencido a los pocos minutos, algo que es sorpresivo pero que pierde la columna vertebral que antes le dio el equilibrio y tono justo a la tragedia griega de los Avengers. Y aunque más adelante en la trama se vuelve a contar su presencia, ningún momento del personaje en pantalla posee la fuerza o relevancia que poseía cuando lo conocimos. Por otro lado, la misión de viajar a distintos puntos del pasado para recuperar las gemas del infinito y poder traer de regreso a todos los caídos no termina de funcionar. La aventura goza de grandes momentos sumamente increíbles, allí tenemos secuencias como la batalla cuerpo a cuerpo entre el Capitán America del presente y el pasado, el vaivén de acción donde Clint y Natasha (Scarlett Johansson) optan por sacrificarse en pos de una gema, o el debate metafísico y moral sobre la alteración de la línea temporal que mantienen Bruce Banner (Mark Ruffalo) con la mística The Ancient One (Tilda Swinton). Pero la aventura en sí misma no termina de convencer en términos narrativos ya que le juega en contra el hecho de que todos los eventos que se llevan a cabo, con sus idas y vueltas, carecen de sorpresa y evidencian el tono esperanzador de que el éxito esta vez pertenece únicamente a los héroes.

Así, no hay amenazas muy grandes ni riesgos para el equipo. Sí, en el camino perderán a dos de sus integrantes más importantes, pero a diferencia de la emotividad lograda con la catástrofe universal, aquí todo lo esperado para satisfacer a los fans está servido en bandeja y la estructura del film termina siendo llevar a cabo una misión que es cumplida satisfactoriamente. Ni siquiera se cuenta con la química tan bien lograda anteriormente entre personajes muy disímiles, a excepción del regreso de la gran dupla cómica de Thor y Rocket (voz de Bradley Cooper). Sin embargo la emoción está enfocada en celebrar la fuerza de los protectores más que en relacionarse al desarrollo o a lo que tiene para decir el film. Lo que ocurre es que a nivel forma y contenido la propuesta no posee demasiado; Avengers: Endgame apuesta a lo seguro y toma caminos poco arriesgados.

A su vez, lo que sucede con las decisiones mencionadas es que, además de contentar a las masas que glorifican y dependen de estos héroes —haciendo que también estas deberían haber caído bajo el poder del titán loco —empobrecen al personaje del villano que se presenta desdibujado. El film pierde, en el camino, ese logrado nuevo acercamiento a los personajes al volver a los estereotipos y al triunfo de los Avengers, no solo como vencedores ante la oscuridad sino también corrigiendo lo ocurrido, borrando el peso dramático de los hechos y de los hombros de sus personajes. De allí que lo más acertado cerca de su conclusión resida en lo que personajes como Tony y Steve significan para sus seres queridos, para el público, pero por sobre todo lo que significó toda la aventura vivida—no solo lo que implica a Avengers: Endgame, sino remarcando todo el paso a lo largo de los distintos films. Así, su significado y su recuerdo prevalecen y se refuerzan sin necesidad de grandes actos heroicos sino en relación a la humanidad de ellos y los vínculos formados —sea Tony formando una familia o Steve disfrutando de la vida que nunca pudo tener. Por ese motivo, es cuando los Russo recuerdan dónde está el verdadero valor de los héroes, más allá de cualquier acto de salvación cósmica, que le brindan al film sentimiento y relevancia en su punto final. Entre tanta grandiosidad y valentía que no escapa del lugar común y que funciona como mero entretenimiento, también hay lugar para actos pequeños que engrandecen al universo. Algo tan simple, como bailar con alguien querido.