Ata tu arado a una estrella

Crítica de Marcela Gamberini - Subjetiva

“Ata tu arado a una estrella”, de Carmen Guarini
Por Marcela Gamberini

En la apertura de este documental que no deja de ser un gran homenaje al maestro, aparece la palabra “utopía” mientras llega un auto a un pueblo y escuchamos rebotar en el aire cierta música popular. Un hombre barbudo, ya icónico, ya mítico, cierra una casa; sus ventanas, sus puertas; se va de viaje y mientras hace estos menesteres, no deja de hablar, verborrágico, amable, certero, inteligente, pasional.

Ese hombre es Fernando Birri. Y este documental es de una estructura formal y narrativa más que compleja. Carmen Guarini, gran documentalista argentina, encara en 1997 una aventura: acompañar a Birri en sus viajes desde Rincón – Santa Fé- desde donde salen hasta La Higuera, pasando por Montevideo. El objetivo de Birri en ese momento fue encarar un proyecto donde se desplegaran las distintas acepciones del concepto Utopía y a la vez trabajar alrededor de la fértil pregunta por la incidencia y vigencia del Che Guevara. Guarini lo acompaña con su cámara, con su cuerpo, con su voz, de manera íntima y a la vez pública. Filma un diario de viajes, una bitácora entrañable que diseña el recorrido del pensamiento de un maestro único. De esta manera, Ata tu arado a una estrella es un triple o cuádruple documental, un juego de espejos donde dos documentalistas, el maestro y su alumna se filman en reflejo. Guarini logra una complejidad interesante; un diario de viajes, una biografía del maestro, un recorrido por su filmografía; y a la vez reproduce fragmentos históricos de la llegada de Birri a la Escuela de Cine de Tres Mundos – en La Habana, con la presencia del Che- o bien actualiza la estadía de Birri en la Escuela de Cine Experimental de Roma. Documentos tras documentos, filmaciones tras filmaciones, voces y cuerpos reflejados al infinito, porque también Ata tu arado es el fuera de campo del documental de Birri, donde intelectuales argentinos, como Galeano, Sábato o Ferrari y agricultores, trabajadores, exponen sus ideas acerca de la utopía y la figura del Che.

El buen trabajo del montaje es una de las maneras sutiles que tienen tanto Birri como Guarini de borrar las diferencias entre intelectuales y trabajadores de la tierra. Sus opiniones son coherentes y a la ve necesarias. El mismo Birri es un ejemplo. Un verdadero pensador no solo acerca del cine, sino del presente, del pasado, de la historia, de la cotidianeidad. La mirada de Guarini lo capta también en momentos más íntimos, comidas con amigos, regadas de vino y de ideología.

De estas secuencias es fantástica aquella donde Birri imagina o fantasea, irónicamente y de un modo más que gracioso, su muerte y su funeral. Cuando Guarini lo visita en el presente, ya viejito, el simpático Birri le muestra un muñeco con forma de fantasma que baila. La muerte, asociada a la idea del fantasma aparece varias veces en el documental como una de las formas de desaparecer y a la vez estar en el mundo.

Finalmente, además del juego de cajas chinas que es el documental (o los documentales) es el pensamiento de un hombre que es una usina de ideas y de interrogantes, que son del cine pero también de la vida. Los conceptos de lo poético asociados a lo político y finalmente a la resistencia nos devuelven la mirada sobre un presente que debería tener más consideración sobre estos conceptos. Es evidente la vigencia de la mirada de Birri sobre el Mundo.

Carmen Guarini logra por momentos, de forma alternada; espiar al maestro, interrogarlo, enseñarle, acompañarlo pero nunca olvida homenajearlo poniendo en escena la filosofía, el sentido del humor y la inteligencia de Fernando Birri que finalmente, sobre el final de su vida sospecha – no sin certezas- que en las utopías, como en los sueños, importa el trayecto no solo el punto de llegada y a la vez son el espacio del cual podemos y debemos apropiarnos.

ATA TU ARADO A UNA ESTRELLA
Ata tu arado a una estrella. Argentina, 1997-2017. Edición, guión y dirección: Carmen Guarini. Fotografía: Martín Gamaler. Sonido y música: Gustavo Pomeranec. Duración: 84 minutos.