Asesino: misión venganza

Crítica de Fernando Sandro - Alta Peli

Un nuevo agente ha nacido.

Alcanzan pocos minutos para saber cómo vendrá la mano en Asesino: Misión venganza, nuevo film de Michael Cuesta, y primero de lo que promete ser una saga.

Playa, cuerpos bronceados, mar, surfistas. Mitch Rapp le propone casamiento a su novia mientras se dan un chapuzón. La felicidad abunda, ella parece aceptar, y él va en busca de unos tragos para festejar… pero segundos después se desata la tragedia. Tras un corte de escena, nos enteraremos que Mitch se convirtió en un oscuro agente de la CIA.

No es ninguna novedad que Hollywood guarda un arma oculta en la creación de personajes agentes secretos, ultra entrenados, todoterrenos, con un sentido de la lealtad a la bandera más fuerte que el de la ética humana, inteligentes, y -sobre todo- apuestos e incapaces de perder la línea. Para más pruebas, en cartel todavía se encuentra Atómica.

Asesino: Misión Venganza no oculta su intención de transitar este camino respetando todas las reglas, con el sólo propósito “innovador” de querer otorgar una cara joven como la de Dylan O’Brien. Ese no sería un problema, de no ser por la torpeza con que lo hace.

El renegado, su entrenador y su mentora
Mitch pasó de tragedia en tragedia. Con tan solo veintitrés años ya es un hombre oscuro que maneja contactos con el Medio Oriente. En uno de esos contactos será puesto en la vista de la agente de la CIA Irene Kennedy (Sanaa Lathan) que, cual Amanda Waller de Escuadrón Suicida, decide reclutarlo para el bando del bien.

Rapp será enviado entonces a entrenarse con el veterano Stan Hurley (Michael Keaton, dispuesto a agarrar lo que sea con tal de volver) y formarse como ese agente que todos queremos ver.

Se suceden unos ataques en determinadas bases militares y puestos civiles, y para terminar con ese caos Rapp será fundamental, contando con la colaboración de Hurley y otras uniones impensadas.

¿Por qué tan serio?:
Si bien el guion escrito a diez manos entre Stephen Schiff, Michael Finch, Edward Zwick y Marshall Herskovitz, basado en la novela de Vince Flynn, no derrocha originalidad, su mayor inconveniente es la inverosimilitud –aún para este tipo de películas– con la que se plantean las escenas, y en todo caso, el poco auto sentido del absurdo que asume.

Las habilidades interpretativas de O’Brien son dudosas, pero más notoria aún es la falta de química con un Michael Keaton que se toma todo el asunto en broma (y gracias a eso es quien mejor sale parado). Sanaa Latham entiende ser dura por pétrea.

Las escenas causan gracia pero la puesta no acompaña: permanentemente Cuesta intenta crear una puesta rigurosa en la que las frases ampulosas de manual suenen verídicas, y no lo logra.

Las escenas de acción tampoco contienen el suficiente atractivo visual como para que olvidemos la suma de traspiés en el guion; el ritmo es a puro martilleo, sin matices, con un tono propio de los productos directo a video de los años noventa, pero sin el entretenimiento libre y desprejuiciado de aquellos.

Conclusión:
Asesino: Misión venganza es una propuesta risible que extermina su última oportunidad al tomarse demasiado en serio. Una puesta técnicamente pobre, historia entre trillada y de por más inverosímil, construcción de diálogos imposibles, y actuaciones para el olvido; nos hacen pensar que la peor amenaza que se presenta es la de que esto se convierta en algo que recién empieza.