Aquaman

Crítica de Nicolás Ponisio - Las 1001 Películas

James Wan, director que proviene del género de terror, desembarca en la costa superheroica con Aquaman, film dedicado exclusivamente a la figura del heredero a ocupar el trono de la Atlantis. Al igual que ocurrió con todas las otras producciones pertenecientes al universo cinematográfico de DC, exceptuando un poco a Mujer Maravilla (Patty Jenkins, 2017), Aquaman falla en lo que quiere contar y en cómo lo hace. Demostrando una completa falta de sentido y lógica cinematográfica como única constante, se trata de un film que desea ser todo y resulta ser la nada misma al punto de convertirse en el peor film de esta saga superheroica, o al menos compartiendo el puesto con Escuadrón Suicida (David Ayer, 2016), y también el peor estreno de este año.

Esta primera adaptación del personaje al cine, si bien dicha versión caracterizada por el actor Jason Momoa ha tenido su participación en otros films, no solo sufre de cuantiosos problemas en su construcción sino que es un problema en sí misma. La ausencia de criterio para delinear personajes y conflictos hace que la historia no tenga nada a su favor como para poder sostenerse en sus más de dos horas de duración. Esto sumado al paupérrimo y excesivo uso de efectos digitales, que no solo aplica al mundo creado bajo el fondo del mar sino también al rejuvenecimiento facial de algunos personajes como la reina Atlanna (Nicole Kidman) y el visir real Vulko (Willem Dafoe), dos actores de renombre que intentan sin éxito hacer lo que pueden con lo que tienen.

Para ponerlo en sintonía con la temática acuática, la historia de Aquaman es inundada por inmensas olas de diálogos trillados y un camino del héroe que cambia de objetivos y de registro de género dependiendo de los elementos ridículos que ingresen en la trama. Estos pueden ser desde una similitud con el peor cine de acción y aventura de dos décadas atrás, una suerte de estética de videojuego y una comedia romántica. Y por si no era suficiente, también se incluyen algunos clips musicales para observar cómo el protagonista y Mera (Amber Heard), su interés romántico, salen a la superficie acompañados de un ralenti al son de música pop; una espectacularidad de luces y colores que funciona como distracción mientras que el protagonista cambia de propósitos debido a la cantidad de conflictos que le son arrojados desde el guion.

Es así como si no bastara con tener que disputarse el trono de la Atlantis con su hermano Orm (Patrick Wilson), Aquaman debe hacer malabares (claramente más distracciones) entre el villano Black Manta (Yahya Abdul-Mateen II) que amenaza su vida y la búsqueda del mítico tridente que le brindará al héroe el poder absoluto de todo el océano. Algo que incluso los afiches del film se encargan de arruinar ya que allí se ve revelada la resolución, lo cual quita cualquier intento de intriga que pudiese haber en la búsqueda del héroe. Las únicas reacciones que pueden surgir ante los constantes intentos de quitarle cualquier atisbo de atractivo al film se pasean entre la incredulidad y la vergüenza ajena ante lo que se está viendo.

Lo cierto es que esta aventura que transcurre mayormente en el fondo del océano, y que no prescinde en ningún momento del uso del CGI, posee tanto un tratamiento cambiante y absurdo como también una construcción de historia y personajes que la asemejan más a un dibujo animado —no apto para mayores de 5 años. De allí resulta su gracia poco efectiva o momentos inexplicables como la presencia de un calamar tocando tambores en medio de un enfrentamiento. Hay presente un contraste tan fuerte entre la escasa acción real y el aspecto digital que rodea a los personajes que todo lo que se ve en pantalla resulta en un ridículo total. La historia incluso se pone trabas a sí misma poniendo a los personajes narrando diferentes historias sobre los distintos reinos y leyendas marítimas que difícilmente tengan relación alguna con una trama que, al igual que el protagonista, desconoce en verdad su objetivo.

Aquaman es en todos sus aspectos un film que carece de intenciones y que no posee en casi ningún momento la figura de un director que se haga notar, a excepción de una escena en la que la pareja protagónica se enfrenta a unas escalofriantes criaturas. Es allí donde por un breve momento se puede apreciar un poco del conocimiento de su director a la hora de crear tensión ligada al terror. Sin embargo, la nueva producción de la factoría Warner/DC sigue desperdiciando sus oportunidades de hacer algo digno de ser visto, arrojando a las salas otro producto que no hace otra cosa que contaminar todavía más el gran océano cinematográfico.