Antonio Gil

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

A casi 6 años de su presentación en la Competencia Argentina del BAFICI, finalmente se estrena un acercamiento inteligente, riguroso, sencillo y pudoroso a la historia y al fenómeno socioeconómico y religioso del Gauchito a cargo de esta egresada de la ENERC.

Lía Dansker siguió durante más de una década (desde 2001 y hasta 2010) las procesiones que, cada 8 de enero, miles (ahora decenas de miles) de personas hacen hasta el santuario del Gauchito Gil en Mercedes, Corrientes.

Lo hizo siempre con el mismo dispositivo: largos travellings laterales que muestran en toda su extensión y dimensión las largas filas de seguidores, de acampantes, de puestos y de vendedores que se juntan para venerar al santo del pueblo o para sacar provecho comercial del evento.

La otra idea rectora es ir hacia atrás en el tiempo: en 2010 ya eran multitudes las que llegaban en auto, ómnibus o a caballo, mientras que en las primeras imágenes de 2001 el fenómeno era todavía incipiente.

Y la tercera propuesta es combinar el sonido directo con voces en off de los testimonios de gente del lugar (con ese “decir” tan particular del litoral mesopotámico), que dan a conocer sus -muy distintas, muchas veces antagónicas- miradas sobre la historia de Antonio Gil, héroe, mártir, desertor, prófugo, borracho y/o ladrón a la Robin Hood, según la leyenda que cada uno exponga.

El misterio del Gauchito nunca será develado (se sabe que fue asesinado -para algunos, incluso degollado- el 8 de enero de 1878, a los 38 años) y Dansker juega, precisamente, con esa incógnita, con las múltiples versiones que se han tejido (e inventado) con el correr del tiempo. Tampoco intenta dar respuestas intelectuales sobre el fenómeno socioeconómico y religioso (son contundentes las imágenes de cómo la Iglesia, que en principio rechazó de plano la movida popular, luego intentó apropiarse de ella), pero se acerca al mismo con pudor, respeto, sensibilidad, simpleza y rigor.