Animales fantásticos y dónde encontrarlos

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Hay magia antes de Harry Potter

Derivado de la saga, el filme transcurre 70 años antes, en Nueva York, y mantiene el toque mágico.

Una mina de oro como fueron los libros de Harry Potter y su traspaso al cine no podía quedar vacía ni desaprovechada. Así que J.K. Rowling retomó el universo mágico y a partir de Animales fantásticos y dónde encontrarlos, un “libro de texto” apenas mencionado en la primera novela y película, que luego la autora publicó, es el origen de una nueva saga. Iban a ser tres películas, pero confirmaron que serán -por ahora- cinco. Todas con guión de Rowling -que debuta en el mètier- y todas dirigidas por David Yates, un veterano en Potter, ya que dirigió las últimas cuatro películas del mago.

Más que en el libro, Animales fantásticos..., la película, se centra en su autor, el “magizoólogo” Newt (por Newton) Scamander, un ex alumno de Hogwarts que por 1926 llega a la Nueva York preguerra mundial, pre Depresión y en plena era de la prohibición con una misión de conservación: liberar en la naturaleza una criatura que ha rescatado del cautiverio. Como uno de esos animales fantásticos que tanto lo obsesionan y que atesora en su maleta.

Pero los magos americanos no están muy seguros de mostrarse ante los no magos, como los ingleses llaman a los muggles, y Newt llega justo en un momento en el que un oscurial está azotando las calles, los edificios, bah, la vida neoyorquina.

Scamander cambiará sin querer su maleta con un no mago, Kowalski (Dan Fogler), que sólo quiere abrir una pastelería, y será ayudado por Tina Goldstein (Katherine Waterston), que trabaja en el Ministerio americano de Magia, y su hermana con poderes telepáticos (Alison Sudol). Colin Farrell ya peina algunas canas como Percival Graves, el jefe de seguridad del Ministerio.

Contar el resto no sólo no tiene gracia, sino que hace perder el asombro de lo que vendrá.

Eddie Redmayne, el mago inglés suelto en Nueva York, se mueve casi como uno de esos animales excéntricos. Con su jopo pelirrojo y su escasa sociabilidad -al comienzo-, se gana rápido la simpatía del público, para todo lo que vendrá.

Pero por un lado, el universo de Potter estaba como encerrado en Hogwarts, y aquí todo transcurre en una ciudad, abierta, y del otro lado del océano.

Y por otro, y tal vez todavía más importante, los personajes no son niños, ni siquiera adolescentes, como era la mayoría de los espectadores en la saga de Potter. No. Son adultos.

Dentro del nivel de escapismo que posibilitan las tramas de J.K. Rowling, muy probablemente el público no haga esta diferencia de grado y se deje llevar por los personajes que, aunque grandes, muchas veces actúan como niños.

El balance entre los elementos reconocibles de la saga Potter y aquellos que indefectiblemente muestran un nuevo costado o faceta del universo mágico de Rowling hacen al resultado.

Al menos hasta que Johnny Depp haga su paso triunfal y se encamine como Gellert Grindelwald, el némesis de Dumbledore, con Newt dándole vueltas presumiblemente en París. Como aperitivo, vale.