Angry Birds

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Rojos de ira y de risa

Adaptación del videojuego, tiene un humor zumbón y bastante gráfico.

Basado en una franquicia o licencia tan popular como el videojuego de acción y estrategia -con un origen no tan lejano, en diciembre de 2009-, Angry Birds no tiene el corazón de las películas de Pixar, pero sí el humor zumbón de las de DreamWorks. Esto es, con abundancia de chistes de humor gráfico, doble sentido, un colorido rabioso y radiante y una historia tan pequeña como los personajes que la animan.

Las preguntas básicas de cualquiera que se haya vuelto adicto a los jueguitos son por qué estos pájaros tienen tanta ira, por qué no vuelan y qué pasa con los cerditos verdes.

A casi todas ellas la película que se estrena hoy da respuestas.

El cejudo Red anda rojo de ira cuando el juez lo sentencia a asistir, precisamente, a clases de control de ira. Allí conocerá a tres aves de las que se hará amigo: el amarillo, hiperactivo y veloz Chuck, el explosivo Bomb y el grandote y monosilábico Terence.

El guionista Jon Vitti, que proviene del mundo de la TV, y escribió el guión de Los Simpsons, la película, diseñó que casi todos los que viven en la Isla de los pájaros son naturalmente buenos, y que si no vuelan es porque para qué habrían de hacerlo si allí están tan bien, salvo el Aguila poderosa (que en la versión original tiene la voz de Peter Dinklage, de Game of Thrones).

Y tras un comienzo con guiño o robo a la ardilla Scrat de La Era de hielo (en vez de perseguir una bellota, se está detrás de un huevo), con el arribo de un buque de cerditos verdes que destrozan la casa alejada de Red, todo cambiará. Pese a su apariencia pacífica, los cerdos quieren robarse los huevos de las aves para hacerse un festín en la Isla de los cerdos. Y hasta allí habrá que llegar, pero si no vuelan, ¿cómo harán?

Como en el original (y en los cortos de los Angy Birds) el humor es esencialmente slapstick, gags visuales, aunque hay algunos diálogos jocosos y referencias a público adulto, como las extensiones de plumas en vez de cabellos, y un guiño a El resplandor por lo de redrum.

También es cierto que salvo uno (Matilda, la instructora de clases para control de ira), el resto de los personajes son masculinos, lo que no le juega a favor en cuanto a igualdad de género. Pero para la próxima entrega de los Oscars –que es cuando saltan este tipo de cuestiones, para disiparse rápidamente- falta todavía mucho.