Anconetani

Crítica de Luciano Mezher - Visión del cine

El jueves pasado llegó a los cines la historia de los Anconetani, familia que trajo a Argentina los primeros acordeones y que continuó la fabricación de los mismos durante años.
Nazareno Anconetani con sus 91 años atesora el oficio casi extinguido de constructor de acordeones, tradición que aprendiera de su padre Giovanni, que llegó a la Argentina desde Ancona, Italia, en 1918.
La alegría de Nazareno y la magia de sus relatos nos transportan a un pasado en donde el esfuerzo y el trabajo eran una celebración cotidiana de la vida.

En la antigua casa de la familia Anconetani, situada en el barrio de Chacarita en la Ciudad de Buenos Aires, funciona el taller, el negocio de venta de instrumentos y el Museo del Acordeón, que atesora instrumentos centenarios y conserva la historia de esa familia. Recorrer la casa es descubrir en cada objeto algo que nos habla del pasado.

Cada miércoles a la noche, al cerrar el negocio, la familia Anconetani comparte su mesa con músicos y amigos. Al mejor estilo de la tradición italiana, la pasta y la tarantella se funden en una alegría a la que siempre queremos volver.

El documental atraviesa la historia de esta familia italiana protagonizada por Nazareno; que con una gran pasión y reflexión llena las notas del film, que no solo habla sobre la música y el significado del acordeón en nuestro país; sino que simboliza la “italianidad” y las bases de la inmigración en nuestro país; identificando a todos aquellos que tuvieron abuelos o bisabuelos que llegaron a nuestro país a principios del Siglo XX.

Estas anécdotas son acompañadas y enmarcadas en el contexto de ese mítico taller, lleno de pequeños objetos que construyen la música del acordeón, tan presente a lo largo de toda la película.