Amigos de armas

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Aventuras y desventuras de dos pícaros

Celebrado director de comedias (Viaje censurado, Aquellos viejos tiempos, Todo un parto y la exitosa trilogía ¿Qué pasó ayer?), Todd Phillips se arriesga por primera vez con un tema bastante más serio (el tráfico de armas) y "basado en una historia real" (reflejada en una nota publicada en 2011 por la revista Rolling Stone), pero Amigos de armas funciona mejor cuando apuesta por el humor absurdo y el delirio que cuando intenta abordar la problemática bélica en un tono más profundo.

Efraim Diveroli (Jonah Hill), un joven perteneciente a una familia judía ortodoxa de Miami, se reencuentra en un funeral con su amigo de la infancia David Packouz (Miles Teller), que atraviesa serias dificultades financieras (se gana la vida dando masajes a domicilio). Efraim maneja un incipiente negocio de venta de armas, pero descubre que (estamos en las postrimerías de la administración de George W. Bush) el gobierno ha lanzado licitaciones públicas que favorecen a pequeños proveedores tras varias denuncias sobre corrupción de funcionarios. Así, las "migajas" que dejan los grandes conglomerados armamentistas (que de todas maneras significan decenas de millones de dólares) son recogidas por la dupla. Pero a medida que crecen las oportunidades y los volúmenes de los contratos, también aumentan los riesgos y los muchachos deberán viajar de urgencia a lugares tan inhóspitos como Irak o Albania.

La película tiene algo de sátiras bélicas como Tres reyes, de David O. Russell, varias citas a Scarface, pero el principal referente parece ser el desborde y la negrura de El lobo de Wall Street, film de Martin Scorsese en el que también deslumbraba Jonah Hill. Amigos de armas es irregular, con múltiples desniveles (los conflictos matrimoniales de Packouz, por ejemplo, se retratan de manera bastante torpe), pero el ADN cómico de Phillips se aprecia en todo momento, abordando con fluidez y desparpajo una temática que otros hubiesen trabajado desde la denuncia horrorizada propia de la corrección política o, por el contrario, desde el cinismo absoluto. Nada de eso se percibe en este film que combina con bastante acierto aventuras y comedia para reconstruir una historia en la que, esta vez sí, la realidad superó a la ficción.