Amateur

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

El juego de las referencias y las paráfrasis.

“Hitchcock… Hitchcock… corporízate…” Eso es lo primero que se oye en Amateur, sobre la pantalla en negro, producto de la invocación que un médium televisivo hace del maestro británico, con la presunta intención de corporizarlo en el estudio. No se necesita más, ya está claro en esos primeros segundos qué carta va a jugar Amateur, vista días atrás en la Competencia Argentina del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata: la del ejercicio cinéfilo, el juego de referencias, la paráfrasis. En ese sentido, la ópera prima de Sebastián Perillo no engaña a nadie: la historia es una variante de Psicosis, hay además algunas citas explícitas a Vértigo y luego un tumulto de referencias visuales y, sobre todo, nominales a buena parte de la historia del cine, local y extranjero. Esta clase de ejercicios, cada vez menos frecuentes, se plantean más como actos de homenaje que como construcciones independientes, de tal manera que no debe extrañar que la entidad de Amateur sea, por propia decisión, subsidiaria.
A Martín Suárez, empleado en la isla de edición de un canal de cable (Esteban Lamothe), le encargan que revise unas viejas películas, arrumbadas en el sótano que custodia Olga (Haydée Padilla). Además de Sangre de vírgenes, de Emilio Vieyra, y La muerte camina en la lluvia, de Carlos Hugo Christensen, Esteban tiene ocasión de ver fragmentos traspapelados de una porno casera, en los que aparece una chica (Jazmín Stuart) que resulta ser la mujer del dueño del canal, llamado Guillermo Battaglia (Alberto Awada, a quien últimamente se lo ve en dos de cada tres estrenos argentinos). Se supone que Martín (bastaría agregarle un par de letras para que se convirtiera en Martínez Suárez, como José, director entre otras de Los muchachos de antes no usaban arsénico, que también aparece en pantalla) se obsesiona con Isabel, el personaje de Jazmín Stuart. Se supone, pero no se percibe: construyendo un mundo en el que el original es la copia, Amateur parece da por sentado que la fachada y lo que está detrás son la misma cosa.
La obsesión de Martín llevará al crimen, la investigación policial (con un inspector cómico, llamado Saslvasky), una chantajista, un secuestro, algún otro crimen, un cadáver difícil de transportar y un secreto abominable, sumido en el pasado más remoto. Este secreto es lo suficientemente siniestro como para traspasar en parte la capa de indiferencia que este juego de enroques, desplazamientos y trasposiciones cinéfilas tiene por sus personajes en tanto tales. Hay, sí, un momento extraordinario en Amateur. Extraordinario por su brutalidad física y dramática (ambas cosas muy infrecuentes en el habitualmente demasiado respetuoso cine argentino), por su carácter sorpresivo y hasta inconcebible en términos de presupuestos dramáticos (aunque quien haya visto Psicosis sabrá que no es la primera vez que esto sucede) y por la decisión y consecuencia con que se sostiene la apuesta de la escena. Ese momento también trasciende el mero juego, logrando encarnar en la materia narrativa algo previamente visto y convenientemente procesado.