Amapola

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Fantasías del corazón

Amapola es el primer filme escrito y dirigido por Eugenio Zanetti, el consagrado director de arte cordobés que ganó un Oscar de la Academia de Hollywood.

Podía pasar y pasa. Amapola, la ópera prima como director de Eugenio Zanetti, paga tributo a la fama bien ganada de su creador como diseñador de arte premiado en Hollywood con un Oscar. Amapola es una película en la que el paisaje y la atmósfera dominan al argumento y a los personajes. Como si los escenarios magistralmente imaginados por Zanetti a lo largo de su carrera cobraran entidad propia y se rindieran un auto homenaje de una hora y media de duración.

Una pena, porque el cordobés demuestra alguna capacidad para decir lo suyo sobre el amor, el paso del tiempo, los sueños y la defensa de la libertad, que son algunos de los temas de su película. Temas que se deshilachan un poco en un relato que va y vuelve entre el pasado y el presente, vinculando algunos hechos de la historia argentina como el gobierno de Eva Perón, la dictadura de Alejando Lanusse y la guerra de Malvinas, con la búsqueda de una joven mujer –llamada Amapola– que pretende despertar de una pesadilla donde perdió a un amante y el esplendor de la época en que su familia regenteaba un bello hotel en la zona del Tigre en Buenos Aires.

Sobra inspiración en los decorados, donde lámparas parecidas a rascacielos iluminan los grandes salones del hotel, o partes de los inmensos retratos pintados en las paredes son puertas que se abren para dar paso a otras habitaciones. Por las galerías del edificio se encuentran actores que bailan el mambo como en los dorados años de la década de 1950, o representan una obra de Shakespeare como agasajo a los invitados. Con todo ese material, uno puede fantasear con el hotel que en la vida real Zanetti posee en Traslasierra. Pero cuesta un poco más meterse en los sentimientos de los personajes. Tal vez por el particular formato que tiene el relato. Tal vez por cómo fueron dirigidos los actores. Tal vez por los obstáculos idiomáticos con que se enfrenta el elenco internacional. Muchos tal vez.

Se puede hablar de un filme más sensorial que emotivo, donde lo barroco y lo romántico adornan un cuento de amor que no quiere ser clásico. Zanetti es único y se la jugó en hacer una película tan original como él.