Amantes por un día

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Herida por amor, Jeanne llega a lo de su padre y ve que él está en pareja con una chica de su edad. Desesperaciones, pasiones, tormentas: las cosas cambian, los lazos pasados se reconfiguran desde el presente. Pero Garrel sigue vigente y hace películas hacia el futuro. Nacido como creador en el cierre del período de gloria de la nouvelle vague, Garrel -a diferencia de Jean Eustache- es un sobreviviente (del 68, de las drogas, de otras intensidades). Es alguien que podría haberse retirado en unas cuantas ocasiones, en parte porque tiende a ser puesto en un lugar mítico; sin embargo, demostró su cercanía y hasta calidez en su reciente visita a Buenos Aires.

Garrel, autor curtido, agrega con Amantes por un día el tercer eslabón de la trilogía iniciada con Jealousy (2013) y continuada con A la sombra de las mujeres (2015), en la que decidió autoimponerse límites: blanco y negro, menos de 80 minutos, pocos días de rodaje. Pero los resultados no son en absoluto los de un cine pobre: guion a ocho manos de complejidad aparentemente simple, nocturnidad iluminada en modo amenazante y a la vez protector, seguridad en el estilo, etc. El cine de Garrel discurre sobre sentimientos y pasiones de hombres y mujeres que se aman, se desean y se mienten con no pocas verdades, y con esos temblores que anulan y a la vez disparan temores y abismos: el cine y el amor -o, mejor dicho, el amor en el cine y el amor desde el cine- soplan donde quieren.