Amantes por un día

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Especial para cinéfilos, nada original pero muy bien realizada

Estamos en 2018, vamos a ver una película francesa actual, pero ¡oh sorpresa!, es en blanco y negro, con una estética y una fotografía muy particular, que nos remite a los años `60, época de la nouvelle vague. Entonces ¿es un film perdido de aquellos tiempos?, definitivamente no, pero se le parece y mucho.

Porque con ese criterio estético el director Philippe Garrel decidió realizar su obra para contarnos una crónica de amores, desencuentros, infidelidades, abandonos, etc., basados en dos historias, con un punto en común, un hombre, pero que, en este caso, no lleva la batuta de la trama sino todo lo contrario.

Nos relata el mundo de las mujeres desde otro ángulo, y con una voz en off femenina de apoyo, para ubicarnos en los diferentes problemas que atraviesan los personajes.

Jeanne (Esther Garrel) deja el departamento que comparte con su novio Mateo (Paul Toucang), desolada, desesperada, y recala en la vivienda de su padre, Gilles (Éric Caravaca), un profesor universitario de filosofía. Lo que no sabía ella es que él había formado una nueva pareja. Pero lo chocante no es eso, sino que Ariane (Louise Chevillotte) es su alumna y tiene la misma edad que Jeanne.

Los tres viven ajustadamente y como pueden, tratan de contener emocionalmente a la recién separada. La pareja transita en armonía los primeros meses de convivencia, aunque no todo es lo que parece, Ariane es, y se siente, libre. Tanto es así que cada vez que puede mantiene un encuentro sexual con un hombre por una única vez.

Por otro lado, Jeanne trata de recomponerse emocionalmente, aunque le cuesta horrores, mientras Gilles le deja tener su espacio propio, no la cela, hasta cierto punto.

El film transita las cuerdas dramáticas propias del cine francés, tiene muchos diálogos profundos, sufrimiento, y congoja. Filosofan sobre la vida y las relaciones humanas. La intensidad que transmiten las mujeres es superlativa y contrasta claramente con la mansedumbre y la madurez de Gilles.

La narración es una atracción-repulsión permanente entre los conflictuados personajes. El desprejuicio y la seguridad que muestra Ariane, con una personalidad egoísta y manipuladora, donde los hombres son un mero instrumento para su placer, se opone claramente a Jeanne, que es conservadora y extraña horrores a Mateo.

Hay una manifiesta tensión en esa casa y se espera que algo estalle en cualquier momento.

La sumatoria de estos elementos, en conjunción con la exacta dirección y las buenas actuaciones, produce una obra especial para cinéfilos, que quieran ver una película para nada original, pero bien contada.