Ama-San

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

Segundo largo de la documentalista y montajista Cláudia Varejão, primero que llega a la Argentina en forma comercial y probablemente, el más interesante de su carrera. Hablamos de "Ama-San", una mirada silenciosa y paciente al universo de las mujeres que se sumergen día a día, en las profundidades del mar para conseguir moluscos, pero también perlas, habilidades que las distinguen entre los pescadores de la región.
Estamos en la península de Shina, en Japón. Allí, las mujeres "Ama-San", muestran su valor, día a día, al sumergirse en el mar, a hacer esta compleja tarea.
Y las vemos, entrando ellas en su etapa de adultas mayores, pero ejerciendo la actividad sin pausa y con gran confianza en sí mismas. Siguen nadando, buscando respetar y honrar sus tradiciones y continuar el legado que las ha convocado por más de 2000 mil años de antiguedad. Además, lo llevan adelante, (y esto también motiva la observación), a la vieja usanza.
Bucean sin toda la parafernalia (en cuanto a equipamiento), sosteniendo la costumbre ancestral de búsqueda bajo el mar, realizada de generación en generación y sin grandes cambios, a pesar de los avances tecnológicos actuales.
Varejão presenta un registro atractivo, a pesar de su austeridad. Estas mujeres son observadas no sólo en el momento en que realizan su actividad principal, sino también en sus ratos de ocio, con sus familias, compartiendo rutinas, fuera del mar.
Y ahí es cuando "Ama-San" se vuelve vistoso: todas son féminas de edad avanzada, pero transitan la vida con felicidad, sin importarles la posible incomprensión directa de la gente que las rodea. Esto se precibe en el relato y su silenciosa fuerza, ofrece un delite particular para aquellos espectadores acostumbrados a las experiencias diversas.
Eso le da una dimensión al film, distinta. "Ama-San" puede parecer un típico documental de observación, pero describe una realidad cultural, digna de verse. Y promueve debates, acerca del rol de la mujer y su fortaleza, para continuar una tradición milenaria, aún en nuestros días. Su formato puede no ser amistoso para los que buscan emociones estruendosas, pero tiene un ritmo propio que invita a la reflexión sobre la cultura nipona que se ve, pocas veces en nuestras salas.