Alptraum

Crítica de Fernando Sandro - Alta Peli

Oscura creadoraAlptraum.

Es extraño el camino de Piterbarg en la dirección de cine, si se quiere inverso a cierta lógica impuesta. Su debut fue con un título mainstream y anunciado con toda la parafernalia del caso como Todos tenemos un plan, uno de los primeros intentos en esta nueva camada de cine de género industrial, con la presencia del astro Vigo Mortensen y todo el despliegue de una filmación en el Delta del Tigre. Una propuesta misteriosa que siempre vale la pena volver a descubrir.

Cinco años después regresa la pantalla con Alptraum, una película que tiene bastante de la citada, pero alejada completamente de lo industrial; pequeña, intimista (aunque aquella en su forma también lo era), experimental, y urbana.

A Piterbarg parecen obsesionarle los personajes que ocultan algo, que callan, que son prisioneros de un entorno que los ahoga. Prefiere las atmósferas ominosas, un lenguaje visual cargado de inquietud. Lo hizo antes, y explota en Altraum.

Mito y realidad:
La historia nos introduce dentro de la leyenda del Krampus, ser de la mitología nórdica, alpina; para algunos un equivalente perverso de Papá Noel –como lo pudimos ver en el film que llevaba ese nombre del 2015–. Este ser persigue al linaje de los Andreas, y si no le entregan lo que él pide, dulces u otras cosas, les hace tener horribles e interminables pesadillas en las que se irán transformando en ese monstruo.

Así, pasamos a los hechos actuales. Andreas (un impresionante Germán Rodriguez) es actor y director de teatro. Está en pareja con Rosaura (Florencia Sacchi), pero es muy celoso, y lo vemos desde las primeras escenas en las que todo se arruina.

Pasa el tiempo, Andreas ya no está con Rosaura y quiere volver. Vive casi de polizonte en un departamento de su tío, en una pensión pensada para turistas extranjeros. Está preparando una obra. Como siempre, su cabeza le juega en contra.

Andreas parece un hombre común, como el Agustín de Todos tenemos un plan, hasta amistoso. Pero las sombras lo aquejan. Pronto lo iremos conociendo y veremos que es un hombre que no tiene paz. Sufre de profundas pesadillas, confunde lo que sueña con lo que vive, y tiene un trastorno paranoico grave.

Entre otras cosas, su nuevo objeto de obsesión es Hanna (Bárbara Togander) una vecina traductora de alemán, a la que Andreas espía, intenta acercarse y -a la par que siente una atracción- crece la idea de que ella (como otros) forman parte de una conspiración peligrosa para la humanidad.

Alptraum maneja su propuesta por varios carriles. Su historia no es lineal y tiende a parecer dispersa. Es que, en verdad, se nos están contando varias capas a la vez. Deudora del buen David Lynch y del más perseguido interiormente Polansky, el espectador se va a perder y hasta creerá que la mente de Andreas puede no estar tan equivocada, que hay algo de verdad en esa paranoia.

Al tratarse de un actor y director teatral, no se esquiva el trauma propio de la creación artística. Del mismo modo que dentro de unas semanas podremos ver en Ojalá vivas tiempos interesantes, la frustración del artista que no progresa deviene en un caos mental con consecuencias inimaginables.

De sueños y pesadillas, Piterbarg se valió de un apartado técnico poderoso para aprovechar al máximo una propuesta que puede parecer de envase chico sin descuidar jamás su estética.

La fotografía en blanco y negro profundo y granulado de Alan Badan, Alejandro Giuliani, Germán Costantino y Lucía Vassallo nos habla de esa pesadilla, de ese clima ominoso, muy cercano a lo noïr, que incomoda, que nos pone a tono con lo que la propuesta pide.

Lo mismo sucede con los tonos de Claudio Baroni y la dirección de sonido de Sebastián Gonzalez y Mariana Delgado. Sonidos que confunden, acordes que interrumpen y ponen los nervios activos, todo para ofrecer un suspenso clásico y al por mayor.

El trabajo de Germán Rodriguez es sencillamente formidable. Andreas es un personaje con muchas caras, que va y viene en ellas dentro de una misma escena, que nos da pena y miedo al mismo tiempo. Todo eso lo logra Rodriguez con gestos medidos, nunca cayendo en la sobreactuación, y haciendose totalmente creíble aun dentro del entorno pesadillezco. El resto del elenco no desentona, ofreciendo todos lucimientos convincentes.

Conclusión:
Ana Piterbarg innova en el cine argentino independiente sin moverse demasiado de su eje. Entrega una propuesta única como Alptraum, capaz de presentar varias lecturas, de desorientar, traer de vuelta y volver a perder al espectador. Con cuidados apartados técnicos y logradas interpretaciones. Estamos frente a esas propuestas que, quienes buscan algo diferente, no pueden perderse.