Alicia

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

LA PALABRA POR ENCIMA DE LOS PERSONAJES

En ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, film previo de Alejandro Rath (co-dirigido junto a Mariano Morcillo), buena parte de los inconvenientes pasaban por las remarcaciones ideológicas, que iban a la par de las interacciones entre las capas ficcionales y documentales. Alicia, primera película de ficción y en solitario de Rath, tiene un abordaje definitivamente más íntimo y personal, aunque cae en defectos similares.

El film se centra en Jotta, un joven que, mientras desarma la casa de su madre Alicia –recientemente fallecida-, recuerda los obstáculos que afrontaron para que ella pudiera morir en su casa y no en la cama de un hospital, además de la crisis existencial que lo llevó a indagar en las perspectivas de distintas religiones. Parece clara la vocación de Rath por trasladar al protagonista sus propios dilemas, contradicciones y dudas, como una puesta en imagen de un debate interno que no deja de tener lazos con factores culturales y sociales.

Sin embargo, hay un par de decisiones claves desde la puesta en escena y la construcción del guión que terminan conspirando contra el relato. Por un lado, un seguimiento de Jotta, su madre y otros personajes (como el encarnado por Patricio Contreras) que van apareciendo en pantalla que es definitivamente distante y clínico, hasta llegar a la frialdad. Por otro, un posicionamiento que, lejos de entablar un diálogo productivo con otras religiones o puntos de vista espirituales, se dedica a subestimarlos y buscar todas las respuestas fáciles, como para confirmar un ateísmo un tanto infantil. Por más que exista una intención inicial, no hay una verdadera problematización de lo que implica el miedo a la muerte o la pérdida, las creencias, la espiritualidad o el rol que cumple la ciencia: por ejemplo, las breves intervenciones de un cura interpretado por Iván Moschner caen en todas las obviedades posibles destinadas a complacer al progresismo anti-católico (y esto lo dice alguien que es ateo).

Cuando la película se permite dejar entrar otros discursos en pugna sin juzgar, cobra interés: de hecho, la participación del Pastor Giménez no deja de aportar un elemento un tanto disruptivo, por más que invite al sarcasmo. Pero esos pasajes son escasos, lo que lleva a que los conflictos de Jotta carezcan de impacto, ya que se prioriza la palabra antes que lo que pueden transmitir las imágenes, las miradas y los cuerpos. Alicia es un film indudablemente frío, que tiene demasiadas respuestas y está lejos de apasionar.