Agosto

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Una vieja casona alejada de todo y todos es el marco ideal para que una familia, tras la misteriosa desaparición del padre, exponga sus diferencias y miserias sin importar las consecuencias. Casi una “intervención” en la pantalla grande, eso es “Agosto” (USA, 2013), adaptación que John Wells realizó de la aclamada obra ganadora del Pulitzer de Tracy Letts, si se tendría que resumir en pocas palabras.
Wells tiene mucha experiencia en la TV (The West Wing, ER, etc), pero poca en cine (“The Company Men”), razón por la cual en “Agosto” no se encuentra una grandilocuencia o maestría en las imágenes o puesta de cámara, pero si un reemplazo de esto con las increíbles actuaciones de cada uno de los participantes de la película. En “Agosto” hay un duelo actoral entre Meryl Streep y Julia Roberts que opaca cualquier otra actuación secundaria, y eso que tiene a varios/as de los grandes del séptimo arte de todos los tiempos como Ewan McGregor, Chris Cooper, Abigail Breslin, Benedict Cumberbatch,Juliette Lewis y Margo Martindale (entre otros).
Al lado de Streep, quien en esta oportunidad se pone en la piel de Violet, una adicta a las pastillas empedernida, aún más luego que un cáncer de garganta -no por casualidad- le sea detectado, y Roberts (Barbara, su hija) nada pueden hacer. Es que ya desde su origen la obra teatral estaba pensada para el lucimiento de esos dos personajes, y la cinta hace lo mismo. El calor de agosto en Pawhuska, Oklahoma, condado de Osage, favorece la determinación de Barbara de poder repasar su historia, para pararse en el presente y ver qué quiere hacer de ahora en más con su matrimonio (en crisis) y con su familia.
Y en medio de ese viaje casi iniciático y de análisis se enfrenta a Violet, su madre, alguien a quien nadie puede decirle qué hacer o cómo hacerlo y al que todos los integrantes de la familia le ocultan cosas (aunque ella sospeche todo). Es que si bien su padre (Sam Shepard) hasta el momento logró mantener a Violet en su lugar, (apoyándose también con la ayuda de una empleada) con su desaparición todo es más complicado.
Porque Violet es difícil, y en cada escena en la que aparece, Wells, y también Letts (que autoadapta su obra) dejan en claro que detrás de esa mujer, a la que el paso del tiempo y los tratamientos han desmejorado, sigue existiendo una fuerte ambición por mantener el poder y las decisiones sobre todo. El padre que sigue sin aparecer y las reuniones familiares con cada vez más integrantes sentados a la mesa (y con más secretos ocultos).
Cada uno que se suma se esconde para no ser atacado por la verborragia resentida de Violet, porque saben que el veneno que destila es hiriente, hasta para los más jóvenes. Hay una intención de desenfocar el conflicto entre Violet y Barbara, agregando a la película escenas fuera de la vivienda entre los secundarios, pero uno más allá de seguir con atención esas digresiones, espera con ansiedad cada nuevo encuentro entre la madre y la hija mayor.
En un momento Barbara avanza subida a la vieja cuatro por cuatro familiar en búsqueda de respuestas por el camino polvoriento (reflejado con largos planos y tomas fuera de la cabina de la misma). Sabe que el camino no le devolverá más que certezas acerca de su enfermiza relación familiar, pero se abandona al mismo, porque sabe que nunca nadie podrá cambiar a su madre. Tenso y punzante análisis sobre la familia y los vínculos, que en las mismas palabras de Letts, pueden llegar a hacer más daño que las acciones de alguien desconocido. Para asombrarse una vez más con Streep y Roberts.