A oscuras

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

Victoria Chaya Miranda es una realizadora que pertenece a una nueva generación de cineastas mujeres, militante activa, que surge con las nuevas dinámicas feministas en el universo del audiovisual argentino. Esta es su segunda película y sabemos de su esfuerzo en el cuidado de la imagen, en el buen trato de la cámara yen el diseño sonoro, una de las cosas más destacalbes que tiene este relato estructurado a partir una trilogía de historias, dos de las cuales son de mujeres.

El primer momento de la película promete: una joven sale a una terraza, la cámara la acompaña, se le adelanta una música con la que Chaya y Lula Bertoldi (musica original) parecen arrancar con todo. La cámara la va siguiendo hasta que se sube a la baranda del balcón con la aparente intención de arrojarse.

La siguiente escena ya tiene sus problemas, sobre todo en la actuación, pero además en el anuncio de la superficialidad de una relación que esta joven tiene con un hombre que sin matices la maltrata, desde el primer momento. Un maltrato en el diálogo y en la explotación de esta bailarina de caño que vino a Buenos Aires en realidad para ser bailarina de ballet. ¿Dónde guardar los ahorros sino en las zapatillas de baile? Esa relación tendrá un rumbo previsible.

Esa idea de previsibilidad es una constante en A oscuras, que entrelaza tres historias en la que va acumulando personajes, casi de modo televisivo, todos de algún modo presentados en relación a la noche. Por eso el título: el taxista, el joven dueño del bar nocturno, la actriz decadente (Esther Goris) acosada por la necesidad de tomar pastillas para dormir y poder soportar el declive, la bailarina de caño que finalmente será cafisheada por su novio, dolorosamente.

Chaya presenta de un modo superficial estas historias sobre las “oscuridades” de la noche, se queda en lo argumentativo, en lo subrayado, incluso algunas cosas llegan a aparecer inexplicablemente (qué es ese robo a mano armada que sufre una mujer al que asiste el personaje de German da Silva?), esta diégesis nunca se juega a un fuera de campo, o a sutilezas o a despuntar si quiera alguna dimensión algo más sustancial de estos personajes. El pasado de Lola que sorpresivamente irrumpe y queda suspendido en un hilo que no termina de resolver el conflicto principal de esta actriz y lo corre hacia otro lugar de demasiada obviedad. Incluso los modos en que todo se acelera hacia cada uno de los finales.

Esa insustancia