A dos metros de ti

Crítica de Javier Luzi - Visión del cine

Nueva drama romántico con jóvenes que padecen enfermedades terminales.
Stella (Haley Lu Richardson) tiene FQ (fibrosis quística) y una mirada positiva para vivir la enfermedad en el hospital, mientras espera un trasplante de pulmones, respetando a rajatabla el régimen médico -que además de pastillas, requiere mantener una distancia entre los enfermos, de allí el título-, supervisada por la enfermera Barb (Kimberly Hebert Gregory, cumpliendo el típico secundario para actor afroamericano) comprensiva pero rigurosa.

En la clínica también vive Poe (Moisés Arias), el infaltable amigo gay, con sus miedos a sostener una pareja. Pero cuando llega Will (Cole Sprouse), un rebelde que no quiere tener esperanzas, y padece un tipo de FQ más riesgosa y complicada, las cosas comenzarán a modificarse en la vida de Stella que se enamorará, aunque al principio se niegue a admitirlo.

Manipuladora, llena de golpes bajos, plena de clisés, invadida de canciones que convierten a las escenas en videoclips sentimentaloides, A dos metros de ti padece el síndrome Cris Morena: jóvenes bellos, bien lookeados, divinos, con un estándar económico holgado, que sufren el dolor del culebrón berreta para desgranar frases de autoayuda fáciles y engañosas.

Nada pueden hacer los actores con un texto plagado de diálogos edulcorados y que buscan enseñar el “buen vivir” bajo una mirada new age tan en boga y tan falsa.

Este tipo de películas, basadas en bestseller, que de un tiempo a esta parte se multiplican (Bajo la misma estrella, Todo todo, Si decido quedarme, etc. etc.), sólo sirven para que nos pongamos a pensar qué significa su producción a destajo y qué pretenden decirle a la juventud.