4x4

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

BIENVENIDO A BORDO

¿Exceso de seguridad? Rejas, alambres de púas, cámaras, puntas o pedazos afilados de vidrio, alarmas, carteles de zona vigilada, de vecinos en alerta y hasta de la protección de Jesús en un pasaje (inventado como set de filmación) donde convive la intranquilidad con la chica que saca a pasear al perro, los hermanos que van al colegio, el señor que limpia con la manguera sosteniendo la puerta, el hombre que pide delivery, la pareja que ideó un sistema de prevención mutua o quien espía por la ventana. En medio de un aparente escaso movimiento diario, se encuentra (mal) estacionada una camioneta sin alarma que se vuelve presa fácil de un ladrón ¿Pura coincidencia? ¿Día de suerte? Tras sacar el estéreo, revisar los compartimientos, usar los anteojos como un desafío al dueño y orinar los asientos de atrás como protesta, Ciro no puede salir. Forcejea contra los vidrios blindados, trata de romper las manijas de las puertas o el piso con una herramienta cortante que estaba allí pero todo resulta imposible. El montaje del inicio surte efecto hasta volverse una trampa mortal ¿Qué prisión es más terrible? ¿El miedo a circular por la calle o ese micromundo de acero insonorizado?

La contraposición de ambos mundos es un juego permanente de Mariano Cohn en el que, por ejemplo, una pequeña rajadura puede ser una esperanza o algo insignificante. Ese contraste permite el despliegue y la articulación temática entre la justicia por mano propia, la violencia, el malestar social, el papel de la policía, la falta de compromiso, la supervivencia, ciertos conceptos instalados en la cultura, las cárceles personales, el rol de los medios de comunicación, entre otras. Todos ellos llevados al extremo no sólo para ahondar en los instintos más salvajes o valiéndose del humor negro, sino con la intención de despertar reflexiones o sentimientos en el público. Tal vez, la escena del delincuente que quiere robar la misma 4×4 sea la más significativa. El joven bastante desgastado por las horas de encierro ve de primera mano a otro que busca abrir la puerta por la fuerza pero los vecinos lo detienen, lo linchan y llaman a la policía. Ciro, como los que están fuera de la pantalla, se vuelve espectador de lo que podría haberle pasado a él y probablemente se sienta identificado ¿Cómo reaccionaría cada uno en esa situación? ¿Cuál es el límite entre la moral y los golpes? ¿Lo hay?

Bajo esa misma pregunta se sostiene el vínculo entre Ciro y Enrique, dos hombres fuera del sistema por cuestiones diferentes y que comparten el cambio anímico desde la seguridad hasta el dilema personal. Mientras que el primero promete que no lo volverá a hacer, está herido, sin comida, agua y batería, el segundo actúa cansado de los 28 robos que debió afrontar con su familia. Una suerte de escarmiento que inicia con el control del vehículo desde el celular, llamados para contarle sobre su historia, el racconto de asaltos o preguntas disparadoras con alguna recompensa y que roza con el cinismo a medida que transcurre el tiempo. Ya se lo adelanta cuando le responde que es un elegido ya que ambos están condenados y las palabras terminan de afirmarse después de soportar la calefacción con el cuerpo desnudo (salvo por los calzoncillos blancos), sudado, con restos de sangre y los brazos abiertos imitando a Jesús en la cruz. Una imagen que condensa las trasformaciones constantes del director entre mártir y victimario.

Otro aspecto que subraya 4×4 es la necesidad de una toma de consciencia. Inquieto por la soledad y los errores recurrentes, el protagonista habla con un grillo, compañero de cárcel, como si se tratara de la voz de su consciencia o de un Pepe grillo local. Cada vez que el insecto aparece, le revela algo íntimo como el aborrecimiento de las leyes hechas por y para ricos, el traspaso hereditario (abuelo- padre- él) de la condición de delincuente, los insultos hacia un vagabundo o un tema de biología de 3º año que aún debe, en la que ciertos organismos existen para comer la basura de otros y equilibrar el sistema. Si bien piensa en matarlo o comerlo, cede ante los instintos convirtiéndolo en el único nexo con su parte humana e, incluso, le otorga la libertad, como si con ello una parte suya encontrara deshago.

Si bien Cohn maneja cierto ritmo entre el exterior y el aislamiento, el final es todo lo contrario porque rompe con el binomio para plantear uno nuevo que carece de solidez, se torna forzado y, en cierta forma, atenta con todo lo que desarrolló anteriormente. Frente a las intenciones de debate social a partir de situaciones, sentimientos y actitudes, la película termina por resaltar el juicio de valor, la repercusión mediática o una voz popular inconsistente y enojada como los grandes patrones del relato. Entonces, aquellos matices ideológicos o con humor negro personales que emergían por momentos (el afiche de una segunda parte de El hombre de al lado con el regreso del vecino refuerza el guiño) adquieren una fuerza superior abrumando la diversidad de puntos de vista por uno exclusivo. Así como el montaje del comienzo se torna en una trampa mortal, el desenlace queda atrapado, con la consciencia devorada y pocas posibilidades de cuestionamiento.

Por Brenda Caletti
@117Brenn