300: El nacimiento de un imperio

Crítica de Jonathan Santucho - Loco x el Cine

El segundo round de la megalomanía griega.

“Todo en el mundo es sobre el sexo, menos el sexo. El sexo es sobre poder”. Por supuesto, cuando Oscar Wilde pronunció esas palabras, él jamás podría haber imaginado una interpretación tan literal como la otorgada en 300: El Nacimiento de un Imperio (300: Rise of an Empire, 2014), donde una reunión entre rivales se transforma en una batalla erótica de puños y espadas, todo para ver quien se impone arriba en la cama que se vuelve una demolida sala de guerra. La madera vuela, los mapas caen destrozados, y los cuerpos se arrojan entre sí sin la menor indicación de duda. En su arrojo desvergonzado, esta escena resume la actitud de una secuela que, en el salto habitual hacia lo más épico, gana un sentido común en medio de la ridiculez.

Algo de eso se puede atribuir a los siete años que pasaron desde que la batalla de las Termópilas llegó a las pantallas globales. Armado con la hoja de calcar pegada a la novela gráfica de Frank Miller, un par de trucos de velocidad en el montaje y sus divas, las pantallas verdes y azules, Zack Snyder tomó por sorpresa al mundo en 2007 con su péplum en esteroides, dando a creer a la gente la llegada del nuevo visionario de Hollywood (algo que su filmografía hasta hoy no para de negar). Vista ahora, la película esconde aún menos sus grandes grietas, donde la presentación solemne de su orgía sangrienta camufló la falta de sustancia con una estructura de videojuego y una avalancha de efectos especiales, dejando expuesta la estupidez de los escasos segmentos políticos y filosóficos, fragmentos semi-fascistas que capturan la torcida mente de Miller (no olvidemos, un hombre que durante años planeó un comic con Batman cazando a Osama Bin Laden).

Pero claro, eso no impidió que, en su momento, la producción cementara el lugar del autor de historietas para adultos, y que, como es habitual en el mercado estadounidense, que reviviera los derivados de fornidos batallando. Hoy, con una oferta que va desde series como Spartacus hasta películas al estilo de Inmortales, la remake de Furia de Titanes, Pompeii y los dos films de Hércules que salen este año, el género está al borde del cansancio, por lo cual el regreso de los griegos y los persas toma la ruta habitual de elevar la escala, ignorando el hecho de que la producción original ya era casi una parodia. Por eso, el director de comerciales Noam Murro (quien, hasta ahora, tenía como único crédito cinematográfico la comedia dramática indie Smart People) toma la batuta del co-escritor y productor Snyder, en un relato que toma lugar antes, durante y después de la trágica lucha entre los 300 espartanos y el ejército de Xerxes (Rodrigo Santoro).

Eva Green i 300- Rise of an Empire

Basado en una novela gráfica no publicada de Miller, el film arranca diez años antes del conflicto original, con el general Themistocles (el australiano Sullivan Stapleton), liderando a sus hombres contra los barcos persas. En el calor de la batalla, muere el monarca enemigo, pero eso sólo causa el nacimiento de un rey dios. Una década después, Xerxes comanda su pueblo en una invasión de Grecia, donde Themistocles defiende las costas contra los ataques de la monumental fuerza oriental. Y, en una perspectiva bastante similar a la del dicho de Wilde, todo se levanta a un nivel pornográfico: discursos eternos sobre honor y gloria, sangre que se dispara como cerveza derramada, peleas en el medio del agua con choques de embarcaciones y caballos en llamas, y un apriete sin fin de pechos tan erectos como el Partenón. Por la mayor parte del film, Murro usa con efectividad la bolsa de trucos para la acción de Snyder, incluyendo el infame apuro en velocidad tras varios segundos de velocidad. Si toda la producción transcurriera sin la técnica, quizás se perdería un tercio de metraje.

Pero atrás de toda la locura, el guión sigue escondido, encadenado para remar según las intenciones de los responsables. Por un lado, la trama, que durante un 80% del tiempo ocurre paralelamente al último combate de Leónidas y sus compañeros de gimnasio (lo cual parece más que nada una excusa para no sacar con dolor la chequera por una aparición de Gerard Butler), es casi totalmente innecesaria, con una presentación de sobras argumentales y cameos de los personajes de 2007 en el plato principal. Es un film de fondo, donde la mayoría de los personajes tienen tan poca profundidad que incluso el 3D (el cual no vale el cargo extra, a menos que alguien sea fan de ver un poco de lanzas, barro y hemoglobina algo más cerca) se siente con más dimensionalidad. Uno puede leer las etiquetas: está el déspota, el guerrero líder (Stapleton, tan remarcable en el thriller Animal Kingdom, es reducido a llenar la cuota de gritos inspiradores por batalla), el joven que quiere luchar para impresionar al padre, el padre que desaprueba a su hijo hasta que se vuelve orgulloso al verlo pelear dos días antes de retirarse, etc. Es todo tan previsible, que el film casi colapsa de tanta repetición.

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Gracias a todos los cielos por Eva Green, entonces. Como la manipuladora comandante enemiga Artemisia, la actriz francesa (Los Soñadores, Casino Royale) se carga el film a sus espaldas y no lo suelta más, entregando una performance lunáticamente sensual. Ella está dispuesta a todo; sea arrojándose en la escena de sexo mencionada al principio, o cortando, todo con una sonrisa diabólica, un tic que hace parecer que sus ojos van a saltar en cualquier momento, y una serie de trajes ostentosos que solo podrían ser descriptos como el guardarropas de una dragona dominatrix. Sólo alguien con un comprendimiento del tono de la (digital) pantalla que están devorando puede pronunciar frases como “Peleás más fuerte que cogés” y salir ilesa actoralmente. Ella resume el espíritu de 300: El Nacimiento de un Imperio, una continuación exagerada a un film que ya era exagerado. ¿Es superior? No. ¿Es entretenida? Seamos honestos: claro. De todas formas, quien lea esto ya sabe si quiere o no verla, y la decisión entre si se ve atractivo o estúpido vence la persuasión de cualquier frase de este texto. Citando a AC/DC (quizás el equivalente musical a la parafernalia visual de estos sucesos, aunque Black Sabbath suena durante los créditos finales), “si querés sangre, la tienes”. Si buscás algo más, estás en problemas.