3 rostros

Crítica de Yaki Nozdrin - Visión del cine

En su nuevo largometraje 3 rostros, el iraní Jafar Panahi (El globo blanco, Taxi, El círculo) presenta una road movie en la cual, durante un viaje por un pueblo de Irán, expone el machismo latente en la sociedad.
La historia se centra en Behnaz Jafari, una reconocida actriz que un día recibe un inquietante vídeo: una joven llamada Marziyeh Rezaei anuncia que se va a quitar la vida debido a que su familia no le deja cumplir su deseo de asistir al Conservatorio Dramático de Teherán. La protagonista inmediatamente abandona el rodaje en el que está y le pide ayuda a Jafar Panahi. A partir de eso, ambos comenzarán un recorrido hacia la zona rural en la que vive aquella joven.

Al llegar al lugar se enteran de que Marziyeh lleva tres días desaparecida. Mientras buscan la cueva en la cual la joven grabó su último mensaje, descubrirán que no eran sólo los cercanos quienes rechazaban el deseo de que ella se una a la escuela de arte, sino que era una negativa impuesta por todo el pueblo. A partir de ahí, el dúo se empeñará en investigar qué es lo que realmente ocurrió con la aspirante a actriz.

La película entrelaza la historia de tres actrices de diferentes generaciones: el de la ya consagrada Benhaz Jafari, el de la joven aspirante Marziyeh Rezaei y el de la veterana Shahrzad -quien siempre permanece oculta y su presencia queda expuesta sólo a través del diálogo-. Estos tres personajes reflejan el presente, el futuro y el pasado. Pese a la diferencia en sus edades (y por ende a las diferentes situaciones sociales en el marco de un contexto histórico), todas presentan algo en común: la dificultad de cumplir sus sueños a causa de una sociedad patriarcal que invisibiliza (y prohíbe) el deseo de la mujer.

3 rostros no sólo es una crítica hacia una sociedad patriarcal, el director también muestra las diferencias enormes que existen entre los habitantes del campo y de la ciudad. Mientras en un lado reina la modernidad, en el otro punto se muestra una sociedad conservadora que se ata de pies y manos a costumbres vigentes desde hace decenas de años y que parece no tener un fin, al menos no en un futuro cercano.