12 horas para sobrevivir

Crítica de Mariano Torres - Fuera de campo

Al igual que su antecesora, The Purge: Anarchy parte de un problema: tiene una premisa que en apariencia -sólo en apariencia- parece interesante pero no sabe cómo ejecutarla. Es una de esas ideas que suenan bien al pasar cuando el "creativo" del grupo de amigos dice, asado o pizza de por medio, que tiene una historia genial para un corto y que "habría que filmarla". La diferencia es que aquí la historia está filmada, no hay comida para pasar el mal trago, y aunque por momentos uno tiene la certeza de que su director, James DeMonaco, tiene algo que decir, pronto se nota que no tiene muy en claro cómo.

Así, entre metáforas obvias y alegatos que no se deciden en contra o favor de la violencia -hay, extrañamente, una cierta mortaleja y final feliz que contradicen el tono pesimista del resto del relato-, 12 horas para sobrevivir (tal su título en Argentina) tambalea entre lo obvio, lo burdo y lo simplemente trillado. Lo único diferente respecto a otros exponentes típicos del género es, entonces, su inconcebible premisa que viene del film anterior y que justamente por eso choca con un guión que se toma a sí mismo demasiado en serio. Cada vez que DeMonaco detrás de cámara y libreto esboza "por qué la noche de la expiación acabó con la criminalidad" se abren mil preguntas y, apenas dándole un par de vueltas al asunto resulta demasiado incoherente su planteo ya que, en rigor, carece de cualquier sustento.

12 horas... es una de esas películas que da ganas de deshilachar en sus incongruencias sólo por el hecho de que se presta a ello. De haber agregado quizás una escena donde se vea diputado que propuso esta absurda ley que permite el asesinato justificando la misma ante la prensa diciendo "y bueno, qué se yo, ¡ya no sabemos qué probar para calmar a la plebe!" el resultado podría haber sido otra cosa. Pero no, DeMonaco ironiza que legalizando la violencia una noche se acaba con la violencia el resto del año, y de alguna manera responde así a un problema como Homero SImpson cuando se le pregunta cómo saldrá del pozo: "pues, ¡cavando!".

Claro que el director es consciente de ello y lo hace intencionalmente -de nuevo, aquí aparece la sospecha de que, en el fondo, tiene algo que decir-, pero se contradice a sí mismo con su crítica a la sociedad norteamericana: plantea un sistema que para eliminar la violencia hace uso de la misma, y luego revela su hipocresía con situaciones extremas que provocan un grupo de rebeldes que, hartos de dicha violencia deciden alzarse en armas y acabar con esta farsa a través de.... sí, más violencia. No queda en claro el mensaje, no quedan claras las intenciones, pero algo queda definitivamente claro: acá se está hablando de violencia. Eso, y que 12 Horas para sobrevivir tiene la misma sutileza que Society, de Brian Yuzna, lo cual no es mucho decir.

Y los personajes lo saben y por eso, cuando no están corriendo a los gritos para no convertirse en víctimas, se están armando hasta los dientes para, en el peor de los casos, transformarse en victimarios. En una sociedad como la estadounidense, es mejor quedar de uno de los dos lados de la pistola- y todos tienen una en casa como para hacer la prueba. El resto, se las arreglará como Einstein predijo que será la próxima Gran Guerra: con palos y piedras. Los pobres desdichados que no quieren saber nada de esta festividad descarnada se encierran en sus hogares y tratan de pasar la noche. Aquellos que quedan a la interperie son presas fáciles que, si tienen la suerte de cruzarse con el heroico y noble protagonista, puede que tengan una oportunidad de seguir viviendo, pero sino están sin duda condenados a una muerte sádica y brusca.

Si la primera parte de The Purge rendía homenaje en su corazón (aunque no con su cerebro) a films como Funny Games (Michael Haneke, 1997 y su remake de 2007), ésta nueva entrega parece sincerarse e intenta ubicarse, aunque sea por momentos, en donde verdaderamente pertenece: el cine clase-B, ese que con orgullo y menos palabrerío prácticamente creó Roger Corman, y luego supieron perfeccionar Walter Hill y en especial John Carpenter. Es un avance, lento, pero avance al fin.

Ahora bien, pese a todo este análisis innecesario (porque la película no lo merece) que hasta se queda corto en críticas que se le pueden hacer a su trama, hay que reconocer algo: Anarchy es entretenida, está bien filmada, y es muy superior a su primera parte. Claro que si hay que esperar tres o cuatro capítulos más para descubrir que allá abajo, detrás de tanta idea pomposa y mal ejecutada, hay una historia que vale la pena contar, mejor será invertir el tiempo en el visionado de otras piezas del mismo género que en tan sólo una oportunidad logran más y con menos artificio.