12 horas para sobrevivir

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Hace un año, el guionista y director James DeMonaco sorprendió con La noche de la expiación, pequeña película de acción y terror sobre una familia, liderada por Ethan Hawke y Lena Headey, que defendía su casa de ataques externos durante un día en el que -con el aval del gobierno- todo estaba permitido (incluidos los asesinatos).

Ya no están los personajes del film original, pero DeMonaco regresa con una nueva purga. Estamos en la ciudad de Los Ángeles en el año 2023. La elite en el poder que se hace llamar Nuevos Padres Fundadores continúa con la costumbre de habilitar una vez al año esas 12 horas a las que alude el título local de esta secuela para que todos quienes quieran desaten sus más bajos instintos, se desquiten, se desahoguen, apelen a los excesos de violencia que se les antojen tras 364 días de ira contenida y frustraciones acumuladas.

Así, decenas de marginales, de amantes de las armas (que no son pocos precisamente en los Estados Unidos) o de simples habitantes aburridos y ávidos de emociones fuertes se calzan las máscaras más atemorizantes y se hacen de machetes, hachas, bates de béisbol, lanzallamas, pistolas o ametralladoras de alta gama para... salir a cazar.

Esta segunda entrega ya no transcurre dentro de una casa, sino en exteriores, sobre todo en las calles del centro de Los Ángeles con cinco protagonistas que deberán unir fuerzas para sobrevivir: un as del combate al que todos llaman Sargento (Frank Grillo), que en principio sale para vengar una muerte cercana; Eva (Carmen Ejogo), una atractiva camarera latina con su hija adolescente Cali (Zoë Soul), y un matrimonio joven en plena crisis afectiva (Zach Gilford y Kiele Sánchez), cuyo auto se descompone poco antes del inicio de la purga.

12 horas para sobrevivir amplifica la mirada política del film previo (hay aquí un grupo revolucionario liderado por un profeta afroamericano que se opone a esa depuración que tiene a los pobres como principales víctimas y plantea una lucha de clases también por métodos violentos) y propone un estilo narrativo que por momentos recuerda a notables exponentes del cine clase B como Roger Corman, al Walter Hill de Los guerreros: The Warriors y, sobre todo, a John Carpenter (DeMonaco no casualmente escribió el guión de la remake de Asalto al precinto 13).

La película no es precisamente sutil ni apela al buen gusto, pero en sus términos (sangre, sudor y lágrimas) resulta casi siempre sólida. Hay empatía entre los personajes, tensión y nervio en la narración y unos cuantos hallazgos a la hora de plantear vueltas de tuerca perturbadoras. No estamos ante un film que vaya a cambiar los cánones ni los estándares del cine de género, pero sí ante una secuela bastante noble y atrapante. Todo está listo, por lo tanto, para que dentro de unos meses tengamos una nueva purga en la pantalla.