Espejito, Espejito es un film que zafa como propuesta familiar, pero no deja de ser una producción mediocre sobre Blancanieves, que no está para nada a la altura de otros antecedentes que tuvo este personaje en el cine live action. Dos ejemplo de ello son Blancanieves: Un cuento de terror, que abordó la historia desde otro género y Snow White: The Fariest of Them All, que produjo el Hallmark Channel en el 2001 con Kirstin Kreuk (Smallville), que continúa siendo la adaptación más fiel que se hizo en el cine con esta clásica heroína. Dos buenas películas que merecen su recomendación. Esta versión insulsa que llega esta semana a las salas fue dirigida por Tarsen Singh, responsables del fiasco de Inmortales. Como suele ocurrir con sus trabajos, Singh suele poner todo el foco de atención en los aspectos visuales, donde abusa descaradamente de la animación computada, mientras que los personajes y el argumento quedan a la deriva. Pero bueno, esto es parte de su estilo y está en cada espectador si se engancha o no con esa manera de hacer cine. Hay gente a la que le encantan estas elecciones estéticas, en mi caso me parecen demasiado artificiales. De todas maneras, el gran problema de Espejito, espejito es que aburre, no tiene corazón ni magia y los escenarios que presenta, más que trasladarte a un reino de fantasía donde cobran vida los cuentos de hadas, lucen como un estudio de televisión. No ayudó tampoco que el guión se tomara varias libertades del relato original, para no ofrecer nada creativo e interesante. La trama parece improvisada durante el rodaje. Lo mejor de la película son los trabajos de Julia Roberts y Armie Hammer (J. Edgar), quienes son los únicos actores del reparto que se divirtieron trabajando en el film y eso lo transmitieron en sus interpretaciones. Gracias a ellos dos esta producción se hace dentro de todo llevadera. También es justo destacar el excelente vestuario de Eiko Ishioka, clásica colaboradora del director, que también sobresalió por su labor en Drácula, de Francis Ford Coppola. Ishioka, quien falleció hace unos meses, es considerada la diseñadora más importante en Japón desde hace varias décadas. Su última labor para el cine representa uno de los mejores aspectos de este estreno. Después, Espejito, espejito, en lo que se refiere a la calidad de su realización, parece un film de los ´90 hecho para la televisión Blancanieves tendrá su revancha en el cine el próximo 31 de mayo cuando se estrene otra película con este personaje que protagonizan Kristen Stewart y Charlize Theron y promete ser mucho más interesante.
La verdad que se extraña el viejo cine clase B de David Cronenberg cuando ofrecía historias totalmente bizarras y delirantes como Scanners, Exitenz o Spider, que tenían escenas memorables que quedaron en el recuerdo del espectador durante mucho tiempo. Sin embargo, cuando el director apuesta por una temática distinta en su filmografía y brinda buenas películas como Un método peligroso, uno no puede dejar de estar agradecido por el hecho que este tipo sigue activo en el mundo del séptimo arte. Su nuevo trabajo presenta un relato fascinante sobre los comienzos del psicoanálisis en un momento en que esa práctica terapéutica estaba en pañales. Lo genial de este film es que lo que un principio parece una producción diferente de Cronenberg, con el transcurso de la historia descubrimos que este conflicto acerca de la turbulenta relación entre Carl Jung y Sigmund Freud en realidad trabaja muchas cuestiones que el realizador ya abordó en algunos de sus clásicos como las obsesiones, los celos, los demonios interiores con los que lidia todos ser humano, el sexo y la violencia. La diferencia es que acá esos elementos son tratados en otro contexto. No hay mutantes ni ciudades futuristas, sino que el escenario principal de la historia es la sociedad de principios del siglo 20. El núcleo del film gira en torno a la relación que se forma entre Freud (Virggo Mortensen), Jung (Michael Fassbender) y Sabina Spielrein (Keira Knightley) que en un comienzo fue paciente de ambos doctores y luego se terminó convirtiendo en una de las primeras mujeres psicoanalistas de la historia. Cronenberg hizo un gran trabajo como narrador a la hora de capturar la atención del público con el retrato de esos tiempos donde el psicoanálisis todavía era una práctica novedosa. Un problema que tal vez tiene esta propuesta es que el guionista Chistopher Hampton (autor de la obra de teatro “A Talking Cure” sobre la que se basa este estreno) da por sentado que todos los espectadores que van a ver esta película son egresados universitarios de la carrera de psicología. En consecuencia, hay varias cuestiones técnicas relacionadas con la neurosis y las terapias analíticas, que se tratan en algunas escenas, de un modo que si no estás interiorizado en estos temas sólo te quedás con la cáscara de las cosas que se discuten. Ojo que tampoco es un film incompresible o complejo de seguir, pero es claro que un estudiante de psicología o un analista profesional va a tener una mirada mucho más profunda de esos momentos de la trama que el espectador común. En pocas críticas vas a leer esto, ya que esta semana parece que son todos discípulos de Freud. Lo mejor de Un método peligroso es el trabajo de los tres protagonistas. Muy especialmente, Keira Knightley, quien es una actriz totalmente subestimada por la prensa y acá brinda una composición muy creíble donde se destaca en varias escenas. Viggo Mortensen (Freud) sigue consolidando sus colaboraciones con el cineasta canadiense, donde una vez más tiene la oportunidad de lucirse como actor de un modo que no acostumbra hacerlo con otros realizadores y Michael Fassbender, con una asombrosa versatilidad, directamente se roba la película en el rol de Jung. En definitiva, el nuevo trabajo de David Cronenberg es una propuesta recomendable que merece su visión, muy especialmente si te interesan estos temas que se abordan.
Después de ver a los dioses griegos retratados como un grupo de alfeñiques en la mediocre Inmortales, acá podemos disfrutar de un entretenimiento decente donde se le hace un poco más de justicia a estos clásicos personajes. La secuela de Furia de Titanes es una producción totalmente superior a la película estrenada en el 2010. Queda claro que los productores se preocuparon por remendar todas las cuestiones que se le objetaron a la primera entrega y el resultado por consiguiente es más satisfactorio para el espectador. Después del papelón que hicieron con la conversión del 3D, en este caso la filmaron directamente en tres dimensiones y los anteojitos no están de decoración en los cines, sino que hacen una diferencia en la visión del film. Sobre todo porque te permite disfrutar con mayor profundidad el tremendo laburo que hubo en el diseño de producción. El cambio más importante es la calidad de los efectos visuales que brindan momentos realmente espectaculares. Lo que hicieron con los monstruos y las secuencias de acción es mucho más notable y el uso de la animación computada no es desproporcionada como ocurrió recientemente en Inmortales. Se trata de un gran espectáculo pochoclero que sin duda garpa disfrutarlo en la pantalla IMAX. En este caso el director Louis Leterrier, que llegó a pedir disculpas en su momento por lo que habían hecho con el 3D, fue reemplazado por Jonathan Liebesman (Batalla: Los Ángeles) quien se desempeña muy bien con este tipo de propuestas. Otro punto a favor es que eliminaron muchos personajes secundarios que no tenían razón de ser en la primera entrega y acá se concentraron en una historia concreta donde Liam Neeson y Ralph Fiennes tienen muchísima más presencia. La trama es el aspecto más débil del film, ya que el foco de la película está puesto en la acción y al durar 99 minutos, que pasan rápido, el director tampoco tuvo el espacio para desarrollar un relato más elaborado y la interacción entre los personajes. Es decir, en un punto, Furia de titanes 2 es una continuación innecesaria que no le aporta nada la historia original, pero ofrece un buen escapismo pochoclero que claramente cumple con el entretenimiento.
El Lorax es en mi opinión la obra maestra de Dr. Seuss, un genio de la literatura infantil que en Latinoamérica nunca tuvo la difusión que se merece, a tal punto que hoy todavía es complicado conseguir sus trabajos en las librerías. Lo genial de su arte, como ocurre también con L. Frank Baum, responsable de la saga de Oz y Michael Ende (Momo), es que detrás de la fantasía y diversión que tienen los libros, las historias brindan excelentes valores de vida que no está mal recordarlos una y otra vez. Especialmente en los tiempos que corren. Este relato siempre fue mi cuento favorito de Seuss porque representa la labor más oscura y controvertida de su carrera, donde el poderoso mensaje que dejó fue muy criticado cuando se publicó por primera vez en 1971. El Lorax fue muy polémico en su momento porque el autor se tiró en contra de las grandes corporaciones que en Estados Unidos generaban contaminación en el medio ambiente, además de criticar la filosofía de vida capitalista y la obsesión que tienen en esa sociedad con el tema de hacer dinero a cualquier costo. Lo cierto es que el libro estaba tan bien hecho que su mensaje inclusive hacía reflexionar a grandes y chicos sobre la importancia de respetar a la naturaleza y no perder el contacto con ella. De hecho, la primera adaptación televisiva dentro de la animación que hicieron en 1972 David DePatie y Fritz Freleng (responsables de la serie de La Pantera Rosa) llegó a ser censurada en algunas ciudades norteamericanas porque las compañías industriales presionaban a los canales para que no se emitiera, ya que el mensaje anticapitalista en contra de los empresarios afectaban su imagen y los negocios. Por todas estas cuestiones El Lorax es especial en la obra de Seuss. Esta nueva versión animada que llega al cine realizada por el director de Mi villano favorito, Chris Reanaud, se destaca por conservar el espíritu y el mensaje del libro, pese a los numerosos cambios que le hicieron al relato. Modificaciones, que por otra parte, eran bastante predecibles, ya que resultaba imposible llevar el cuento (que no supera las 30 páginas) a la pantalla grande sin expandir situaciones o agregar cosas en un largometraje. A diferencias de otras producciones donde estos retoques terminan haciendo desastres, acá dentro de todo el mensaje del Lorax se mantuvo intacto. La mejor prueba de esto son las reseñas negativas de los críticos yankees conservadores, que en varios medios le pegaron a este film por considerarlo una “propaganda socialista”. Los mismos sujetos que después recomiendan mamarrachos fascistas y ultrapatrioteros como Act of Valor o Batalla. Los Ángeles que le rinden pleitesía a sus adorados marines. El Lorax sigue siendo un grano en el trasero para determinados sectores de esa sociedad y este film volvió a demostrarlo. Visualmente la película es fascinante por los escenarios coloridos y psicodélicos que tiene la historia, que además cuenta con un muy buen uso del 3D. En este caso le agregaron más humor y persecuciones al conflicto, donde inclusive incorporaron un nuevo villano como es el empresario enano O´Hare que no existía en la obra original. El único problema que le encuentro a esta adaptación es que entre los cambios que le hicieron al relato, terminaron por generar que el Lorax quedara relegado a un rol muy secundario, cuando el título del film se refiere a él. Es una pena porque el personaje es maravilloso y Danny DeVito hizo un gran trabajo con el doblaje en castellano. Me hubiera gustado ver una mayor presencia del Lorax. Pese a todo, reitero, la historia conserva el espíritu del libro original y eso ya la convierte una gran producción para los más chicos. La verdad que está bueno tener en la cartelera una película que no se hizo únicamente para vender muñequitos en restaurantes de hamburguesas, sino que es una propuesta entretenida que tiene algo para decir.
No es tan fácil encontrar una gran película policial o de acción por estos días, por eso cuando la cartelera ofrece propuestas como esta no hay que dejarlas pasar. El guardia, es junto con Hot Fuzz (Simon Pegg) una de las mejores buddies movies de policías que se hizo en el último tiempo. Hubo una época en la que propuestas como estas abundaban en las salas de cine y era un placer disfrutar de este género en la pantalla grande, pero en la actualidad las buenas producciones se convirtieron en una rareza, especialmente en Hollywood. El cine independiente otra vez sale al rescate del género, en este caso con una propuesta de Irlanda, que representa la ópera prima de John Michael McDonagh, cuyo hermano Martin, dirigió Escondido en brujas, con Colin Farrell. La película presenta una típica trama de dos policías que no tienen nada en común entre sí y se ven obligados a trabajar juntos en un mismo caso. Si bien ya vimos un millón de veces este tipo de historias lo que hace especial a El Guardia es el trabajo de los dos protagonistas y la zona rural irlandesa donde se desarrolla la trama. Brendan Gleeson interpreta a Gerry Boyle, un policía que tranquilamente podría ser amigo de Torrente y que debe trabajar en serio por primera vez en su carrera cuando una operación de tráfico de drogas llega a su jurisdicción; un lugar en el que ser policía es el trabajo más aburrido del mundo. De esta manera, este irlandés racista y prejuicioso, amante de la cerveza, tiene que investigar el caso junto a un agente del FBI interpretado por Don Cheadle. Desde que se hizo reconocido internacionalmente por su trabajo en Corazón Valiente, Brendan Gleeson brindó grandes interpretaciones en varias películas, pero con El Guardia consiguió probablemente el mejor papel de su carrera. En esta película está excelente y es el alma de la historia que te mantiene enganchado por el cinismo y la apatía con la que su personaje emprende la investigación del caso. El Guardia es una muy buena comedia cargada de humor negro y bastante cinismo donde los paisajes rurales de Irlanda, que se destacan por la excelente fotografía de Larry Smith, el mismo de Drive, le dan a la historia un escenario especial donde confluyen varios personajes patéticos que logran hacerte reír durante el desarrollo de la trama. La verdad que la película cumple con lo que uno puede esperar del género y vale la pena verla principalmente por la dupla que conforman Gleeson y Cheadle que es excelente.
Protegiendo al enemigo es otro hijo cinematográfico de la trilogía de Jason Bourne donde desde la realización queda claro, una vez más, que el director Paul Greengrass dejó un enorme legado en Hollywood con esos dos filmes que dirigió con ese personaje de Robert Ludlum. El cineasta sueco Daniel Espinoza (que en realidad nació en Chile) no solo tomó como influencia el trabajo de Greengrass en Bourne a la hora de narrar esta historia, sino que además trabajó con Oliver Wood, el mismo director de fotografía de esa saga con Matt Damon. Otro motivo por el que la herencia Bourne está tan presenta en esta película. Denzel Washington debe ser uno de los pocos actores en Hollywood que ganas millones de dólares por trabajar en este tipo de filmes y tiene merecido cada centavo que le pagan porque se carga la producción al hombro y la saca adelante con su interpretación. Esa ambigüedad con la que interpreta esta clase de antihéroes, que resultan impredecibles en sus acciones, es una de las grandes atracciones de la trama. Es difícil pasarla mal en el cine con una propuesta de este tipo que lo tiene a este actor como protagonista, por eso también Protegiendo al enemigo es una apuesta segura en el cine. Ponele la firma que no te vas a clavar con un bodrio o con un film mediocre de acción. La historia es muy entretenida y la química que tienen Washington y Ryan Reynolds es una de las claves de este film que con otros actores sinceramente no sé si esto hubiera sido lo mismo. Como mencioné en la reseña de El guardia es tan difícil encontrar una buena película hollywoondense de acción por esto días que cuando se estrena algo como esto, ya ni esperás que sea un aporte importante al género, sino que por lo menos esté bien hecha y sea entretenida. En ese sentido el nuevo trabajo de Denzel Washington no defrauda para nada y merece su recomendación. Especialmente si no la vas con las colegialas que juegan a ser Rambo.
Acá tenemos un caso bastante loco en lo que se refiere a adaptaciones de cómics en el cine. Por lo general cuando se estrena una secuela de este tipo de filmes los estudios tienden a levantar la apuesta en materia de producción y presupuesto. No es lo que ocurrió con Ghost Rider al que Marvel le recortó la mitad del dinero invertido en el 2007, algo que no tenía antecedentes en la compañía. De los 110 millones de dólares que costó la primera entrega pasaron a invertir 57 millones de dólares en el nuevo film, que es una reducción importantísima en este tipo de propuestas. Esto no es un dato menor, ya que define claramente el tipo de película que te vas a encontrar en el cine. Espíritu de venganza es una propuesta totalmente distinta a la primera película. Básicamente se trata de una aventura de Ghost Rider dentro del cine clase B. En un punto es un auténtico milagro cinematográfico teniendo en cuenta quienes fueron los responsables de este estreno. No porque se trate de una gran obra precisamente, sino que podría haber sido muchísimo peor. El caso de los directores Mark Neveldine y Brian Taylor es un auténtico misterio porque no paran de hacer fracasos comerciales en el cine desde hace años, pero los grandes estudios de Hollywood les siguen dando trabajo. Hace poco hicieron un mamarracho impresentable con Jonah Hex, clásico de DC cómics, que arruinaron por completo con un film estúpido con Megan Fox que resultó uno de los fracasos más notables del 2010 y en Argentina Warner ni siquiera lo estrenó. En este caso se nota que estuvieron un poco más controlados y por lo menos no lo desvirtuaron al motorista fantasma como hicieron con el famoso cowboy de DC. La nueva Ghost Rider más que una secuela en realidad es una re-interpretación del personaje en el cine, donde desarrollaron la historia como si nunca hubiera existido el film del 2007. Algo similar a lo que Marvel hizo con El increíble Hulk en el 2008 con la particularidad que acá el actor protagónico es el mismo. En algunos aspectos visuales el film está un poquito más cerca del cómic de lo que fue la entrega anterior pero le faltó un guión un poco más atractivo y entretenido. Johnny Blaze ahora aparece más pelado y parecería que se incorpora al conflicto simplemente porque andaba por ahí con la moto. También le faltó un productor a esta película que dirigiera mejor el trabajo de Nicolas Cage, ya que en ese punto se nota que los directores estuvieron pintados. Por alguna razón inexplicable Cage entiende que Johnny Blaze es un freak oligofrénico y se comporta como tal en toda la historia. Su interpretación es desmesurada y en varias escenas sobreactúa con su locura y gestos sacados. De todos los cómics que por lo menos yo leí con este personaje jamás vi a Blaze y las otras encarnaciones de Ghost Rider actuar de esa manera, por eso lo de Cage es muy bizarro. Como punto a favor merece destacarse el trabajo que hicieron con la caracterización de Ghost Rider que es totalmente superior al film anterior. Algo muy loco, teniendo en cuenta que el presupuesto fue menor, pero es evidente que utilizaron mejor la plata. El personaje no sólo se ve mejor, sino que cada intervención que tiene es contundente en la trama. Me encantó, que como sucede en las historietas, Ghost Rider manipulara el fuego y utilizara ese elemento para castigar a los villanos. Las escenas de acción están muy bien logradas pero lamentablemente son pocas a lo largo de la historia. Con toda la furia a Ghost Rider lo vemos cinco veces durante toda la película y esto también tiene que ver con el presupuesto, ya que esa calavera en llamas sale una fortuna cada segundo que aparece en escena. Por eso también el personaje no tiene diálogos (a diferencia de los cómics), salvo cuando se convierte en Johnny Blaze. El 3D en realidad es bastante prescindible en esta propuesta pero el formato se destaca en las secuencias de acción donde se luce el motorista fantasma. Espíritu de venganza no es ni por asomo lo mejor de Marvel en el cine pero es buen escapismo clase B para entretenerse un rato con este personaje.
Hay géneros en el cine que por lo general no son compatibles La comedia romántica de enredos y el cine de acción rara vez van de la mano. A veces puede haber buenas intenciones pero el resultado final por lo general termina siendo olvidable. Esto es la guerra es un estreno engañoso que se vende por el lado de la acción pero en realidad es una comedia romántica muy tonta donde las secuencias de acción no tienen razón de ser y el conflicto que impulsa esas situaciones está totalmente tirado de los pelos, como el humor que tiene la trama. El director McG (Los ángeles de Charlie), quien había hecho un film decente con Terminator: Salvation regresó a su nivel habitual de mediocridad para presentar el peor trabajo de su filmografía. Lo que no es poco teniendo en cuenta los antecedentes de este sujeto. Durante el transcurso de Esto es la guerra en realidad hay muy poca acción y la mayoría de las escenas están en el trailer, ya que el núcleo central del conflicto reside en los enredos románticos de los protagonistas que parecen tener 15 años. El gran problema de este estreno que nunca termina de quedar claro que es lo que querían hacer con la historia. Por ejemplo, en un momento tenés escenas de Reese Whiterspoon con la conductora del canal E! Chelsea Handler que parecen salidas de un episodio de Sex and the City y al minuto siguiente ves a los protagonistas peleando con unos mafiosos rusos en una trama infantil de espionaje que está totalmente descolgada. Por otra parte, el villano de la historia que interpreta Til Schweiger está desaparecido durante el 90 por ciento del film y hacia el final regresa de la nada tratando de matar a Chris Pine y Tom Hardy para justificar el cierre de la película. El director Doug Liman trabajó mejor esta fusión de géneros en Señor y Señora Smith donde por lo menos las secuencias de acción tenían un sentido dentro de la trama y eran visualmente atractivas. La verdad que después de ver esto ese trabajo de Angelina Jolie y Brad Pitt merece ser reivindicado como propuesta pochoclera, ya que no solo estaba bien realizado, sino que no tomaba a los espectadores de estúpidos. Esto es la guerra ni siquiera zafa como propuesta romántica, ya que la historia en realidad tiene que ver con dos tipos alzados que usan recursos de la CIA para tratar de encamarse con una mujer. El romance y el amor brilla por su ausencia en esta historia. Si te gustan las comedias malas que viene haciendo Hollywood últimamente tal vez encuentres a este estreno desopilante y lo recomiendes. En mi caso resultó otro Mc bodrio para el olvido.
El precio de la codicia es una producción independiente que tiene la virtud de hacer apasionante el mundo de las finanzas y además darse el lujo de trabajar estos temas a través del thriller. Se trata de un film producido por Zachary Quinto (el señor Spock de la última Viaje a las estrellas) que está inspirada en la quiebra de la compañía Lehman Brothers y la crisis económica que se desató en Estados Unidos en el 2008. Esta es probablemente la mejor película que abordó temas de economía de una manera atractiva desde el clásico de Oliver Stone, Wall Street, de 1987. En este caso la trama se desarrolla a lo largo de 36 horas en las que el director J. C. Chandor retrata ese gran mundo de pirañas que componen el mundo de las finanzas y las acciones que emprenden que emprenden una serie de personajes que tienen un impacto internacional. La película plantea un interesante y realista retrato de lo que pudo haber sido las horas previas en varios despachos de Wall Street antes que se desatara la crisis del 2008. No es necesario ser economista para entender el conflicto ya que el guión sobresale por trabajar toda la información técnica de un modo dinámico y sencillo que termina por engancharte con el relato. El trabajo del reparto es soberbio y si bien todos tienen momentos para destacarse el actor que más sobresale es por lejos Jeremy Irons. Su personaje, John Tuld, por momentos hace que Gordon Gekko (Michael Douglas en Walls Street) sea visto como un monje budista. Un gran regreso de un actor que hace rato no veíamos en el cine. Lo mejor de El precio de la codicia es la dirección de Chandor que logró hacer un film de suspenso con una temática complicada que en principio no resulta muy atractiva pero acá lograron hacer una muy buena película.
El director Gaspar Noé es al mundo del cine lo que Pomelo, el personaje de Diego Capusotto, al rock. Son tan burdas sus intenciones de demostrar que es un cineasta profundo y controvertido que sus trabajos terminan siendo obras tediosas y vacías de contenido que a la larga generan risa. No te queda otra que verlas como comedias bizarras. En un punto sus filmes no son tan distintos a lo que suelen ser los trabajos pretensiosos de Lars Von Trier, otro gran generador de pajas pseudo intelectuales, cuyos personajes con vidas ultra sufridas y atormentadas son tan realistas y creíbles como el combate de Arnold Schwarzenegger, solo contra un ejército, en Comando. En el caso de Noé el problema es que su cine es burdo y repetitivo. Es como un nene caprichoso que quiere llamar la atención y entonces realiza esta clase de bodrios con los que se propone generar una provocación en los medios. El tema es que al ser tan burdo todo lo que hace se complica mucho tomarlo en serio y ya directamente terminó por aburrir. Enter the void, de movida, comienza con un plagio burdo al clásico de Jean Luc Godard, Una mujer es una mujer, que en 1961 sorprendió con una secuencia loca de créditos iniciales que fueron “homenajeados” en más de una ocasión. El refrito de Noé es un cartel luminoso donde grita a los cuatros vientos “miren como le rindo tributo a Godard!” Luego viene la historia de un vendedor de drogas que lo mata la policía y su espíritu continúa flotando en las calles de Tokio mientras sigue la vida de su hermana stripper a la que prometió no abandonar. Toda la trama es filmada desde el punto de vista de una cámara subjetiva que representa la mirada del protagonista. En un principio sus experiencias lisérgicas son visualmente atractivas y están muy bien logradas, si bien no brindan nada nuevo que no se haya visto en los clásicos del cine lisérgico de los años ´60 como The Trip, de Roger Corman o Pasaporte a la locura (Psych-Out) con Susan Strasberg, la gran actriz de este subgénero. El problema de este estreno es que te satura con la repetición. Noé es tan burdo en sus intenciones que su trabajo termina resultando hueco. Las mismas experiencias lisérgicas que un comienzo parecían interesantes luego se vuelven molestas por la repetición y la duración que tienen esas escenas. Pese a todo, eso no es lo peor. Si en Irreversible te mostraba una violación de diez minutos entonces acá retrata en primer plano un aborto y luego filma un accidente con cuerpos mutilados. Pero todo esto no le basta y encima le suma a la trama las enseñanzas de “El libro tibetano de los muertos” que le otorga al film un contenido espiritual, que tiene la misma profundidad que un seminario de El Arte de Vivir. Lejos de hacer un film profundo lo que logra con todo esto es generar un gran aburrimiento. Los 160 minutos de duración son realmente una tortura y la historia hueca que intenta venderte como una experiencia visual introspectiva se vuelve insufrible. En Irreversible, con todas las cosas que se le podría criticar por la crudeza de la violencia, al menos narraba un cuento coherente. Enter the Void es puro cotillón. Otro festival de esnobismo que nos regala el Pomelo del cine.