Todo es según el color de cristal con el que se mire, y el inglés Richard Curtis tiene una bellísima paleta de colores para observar el mundo, lo cual se plasma en la pantalla. Interesante juego de diferencias se da esta semana en nuestra pantalla, en el mismo día se estrena el último y desenfrenadamente irónico film de Alex de la Iglesia (Las Brujas) y Cuestión de tiempo, dos antagonismos, y ambos films muy recomendables. Para quienes no sepan de quien hablamos, Curtis es el director de Realmente Amor y guionista de Cuatro Bodas y un Funeral, Un lugar llamado Notting Hill, ambas Bridget Jones, y Caballo de Guerra, entre varias más. A lo largo de su extensa carrera en la escritura de guiones creo una fórmula, un estilo propio, una suerte de comedia romántica que expresa el amor de manera simple y de muchas maneras, no solo entre parejas, y por supuesto, una marca muy inglesa grabada a fuego. Esta vez, encaró el desafío de agregarle un toque sobrenatural a lo que ya conocemos, e igualmente, la sensación es, al instante, la de estar viendo cualquiera de sus otros trabajos. Es la historia de Tim (Domhnall Gleeson), en una fiesta de fin de año, a sus veintiuno, su padre (Bill Nighy) le revela un gran secreto, los hombres de la familia pueden regresar en el tiempo para revivir algún hecho de su propio pasado, digamos, pueden corregir su vida. A partir de esta premisa, y narrada con una constante voz en off narrativa de Tim, su director y guionista cuenta una historia básica, sin grandes complicaciones, el deseo de nuestro protagonista es utilizar el “truco” (casi) únicamente para conseguir novia; tras un fallido intento con una diosa blonda que lo usa, conoce a Mary (Rachel McAdams) una mujer de la que se enamora al instante tras una cita a oscuras. ¿Qué sigue? La historia de amor de Tim y Mary, como la de cualquier otra persona, con sus idas y venidas, con el solo hecho de que si algo sale medio mal, se puede modificar. Todo es perfecto en el cine de Curtis, la vida más que color de rosas, es de distintas tonalidades de pasteles, y verde naturaleza. Sus personajes son simples, se busca la identificación tanto en el hombre como en la mujer, y sin recargar las tintas del romanticismo, las mieles flotan en el aire. Plagada de secuencias bellísimas, un soundtrack indescriptiblemente de ensueño, y un humor chispeante pero delicado, "Cuestión de tiempo" mezcla todos los ingredientes sin que le falte ni le sobre nada. Domhnall Gleeson es un actor a descubrir, un protagonista ideal, un nuevo Hugh Grant para Curtis, y Bill Nighy y Rachel McAdams ya han probado lo adorables que pueden ser. También tenemos el otro punto fuente del director, los secundarios, cada uno con marcadas personalidades diferentes y todos en armonía con los protagónicos. No tiene sentido analizar los desarreglos en el juego temporal, los hay, y el propio guionista lo sabe y sabe que no son fundamentales para disfrutar la película. Cuestión de tiempo vuelve a demostrar una vez más que Richad Curtis tiene una forma propia de mirar el mundo, la vida misma, y un secreto para crear la comedia romántica perfecta.
La lógica diría que la suma de buenos ingredientes deberían dar por resultado un producto satisfactorio, sin embargo esto es cine, y la lógica suele no aplicarse; una de suma de buenos ingredientes pueden fallar sino se los conjuga bien, si falta ese algo, ese toque que nos convenza. En su sexto largometraje (incluyendo el documental Chapadmalal), Alejandro Montiel se adentra por primera vez en un argumento que mezcla el drama con lo policial (esto ya lo había intentado en clave de comedia con Extraños en la noche) y se puede decir que las intenciones y las expectativas creadas no eran negativas. Narrar un film oscuro, con pocos personajes, una historia fuerte, y con un duelo actoral envidiable era un compromiso de por sí para Montiel, teniendo en cuenta que detrás cuenta con buena producción. Marcial (Joaquín Furriel) entra a trabajar como sereno en una fábrica, hombre de pocas palabras y gestos adustos, uno adivina un pasado complicado. En realidad, el trabajo de sereno es una fachada, Marcial es un asesino a sueldo a cargo de un narcotraficante, y está ahí para cumplir con uno de los pedidos. Marcial entra a la casa de su víctima, lo liquida sin más, pero descubre que en una habitación se encuentra el padre de su víctima (Alejandro Urdapilleta), casi postrado, y con una senilidad galopante. Algo hace que Marcial se apiade, se haga pasar por su ajusticiado ante la demencia del padre, y lo cuide de todas formas, en definitiva se haga cargo de él. Mientras, Marcial también encuentra asilo amoroso en Miriam (Maricel Alvarez), la encargada de la fábrica, que con toda inocencia lo mete en su vida y hasta le confía a su pequeña hija. ¿Podrá Marcial encontrar redención? ¿Lo encontrarán los resabios de su pasado y su vida oscura?Como es habitual en su cine, Montiel se encarga tanto de la dirección como del guión, pero esta vez no logró plasmar los dos aspectos conjuntamente. Si bien la dirección de actores, la elección de los personajes principales, y la puesta en escena y creación de clima es correcta y muy prolija; el guión, por otro lado, hace aguas más de una vez. En cuestiones técnicas se nota cierta producción, un cuidado en la fotografía, y hasta cierta forma de narrar en imágenes. Pero el guión plantea incoherencias como que una persona pueda enamorarse y confiar en su bondad ciegamente de una persona que prácticamente no habla, no produce gestos y demuestra el menor cariño hacia su potencial pareja. Por otro lado, no se entiende la necesidad de cargar al personaje de Urdapilleta (de lograda interpretación) de cierto patetismo e imágenes escatológicas de dudoso gusto, como si estuviésemos frente a La Nona en versión masculina. Hay un interés de hacer un drama policial for export, esfuerzos puestos por demostrar producción en un film de esencia pequeña, pero la suma de fallas en el ensamblado terminar por aguar un resultado final que se esperaba mucho más prometedor.
Siempre se vuelve al primer amor, reza la frase hecha acerca de los amores de juventud; y Alex de la Iglesia lo vive en carne propia con Las Brujas, título loal que omitió el “de Zagarramurdi” del original español, ¿Difícil de pronunciar? Luego de pasos por el suspenso más tradicional en la anglosajona por encargo Los Crímenes de Oxford, el drama histórico de Balada triste de Trompeta, y la metafísica de La chispa de la vida (aún sin estrenarse en nuestro país), en su último opus, pega un nuevo volantazo, para regresar al estilo de sus primeros films, aquella Acción Mutante, El día de la Bestia, La Comunidad y por qué no, 800 Balas. Una comedia de terror, plagada de referencias cinematográficas y a la cultura popular, totalmente descontrolada, y en donde no importan los mensajes o las moralejas. Eso sí, detrás de la diversión y el desenfado podemos también encontrar una lectura social actual muy interesante. Todo comienza un día agitado como pocos, José (Hugo Silva) y Tony (Mario Casas) son estatuas humanas que, en realidad, planean realizar un golpe en una casa de empeño de joyas y oro. Elo atraco empieza mal y termina peor, una feroz persecución, tiros, muertes, y los dos antihéroes subiéndose a un taxi ocupado junto a Sergio (Gabriel Delgado) el hijo de José. Estos tres personajes, más el ocupante original que solo quiere ir a Badajoz, y Manuel (Jaime Ordóñez) el taxista, emprenden fuga hacia la frontera con Francia, pero para llegar, antes deben cruzar el pueblo de Zugarramurdi. Mientras, los persiguen dos detectives (Pepon Nieto y Secun de la Rosa) y la neurótica Silvia (Macarena Gómez), la ex de José. Ya en Zugarramurdi, y por medio de un desvío organizado, entrarán en la casa tres mujeres, abuela, madre y nieta (Terele Pávez, Carmen Maura y Carolina Bang, respectivamente), brujas... y ya no podrán salir, el aquelarre ha comenzado, y entre ellos está “el elegido”. Con un ritmo irrefrenable (si bien decae un mínimo después de la espectacular secuencia inicial), mucha gracia, y nada de respeto por nada, de la Iglesia consigue una de las obras más personales de su carrera, principalmente porque todos sus guiños están ahí donde deben estar y dónde los fanáticos los quieren encontrar. El español ha demostrado ser tambien un excelente director de actores y saber armar cast de lujos; Pávez, Maura y Bang vuelven a trabajar con él y ya se sienten como de la familia, es imposible imaginar a esas brujas con otros rostros. Lo mismo sucede con el trío de hombres Silva, Casas (del que logra una actuación muy convincente), y Sergio. Todos estan en su timing justo, y si hay un desborde, este es deliberado. Hay algo de lucha de sexos, y una mirada rápida adivinaría un desmedro hacia la mujer, lo cual un análisis más profundo descarta. En realidad todo se encuentra en el marco de lo paródico, del desparpajo absoluto. A esta altura todos deberían saber con qué cruzarse al adentrarse en el mundo de Alex de la Iglesia, no hay lugar para escandalizarse. Las Brujas ofrece al espectador eso, justamente lo que viene a buscar, y por eso estamos frente a una de las mejores comedias del año.
¿Quién dijo que una película de fórmula probada y muy repetida no puede ser una gran película? Si todos los ingredientes están donde deben estar, sino falta nada, y todo está en su justa medida, podemos estar ante un claro exponente de género como mínimo bien logrado, y si además encontramos guiños, estrellas de otrora éxito bien utilizadas y una realización envidiable, podemos decir que sí, Escape Imposible es un típico film de género que no sorprende, pero igualmente es una gran película. El protagonista es Ray Breslin (Silvestre Stallone) un hombre con un trabajo complicado, cobra millones de dólares para hacerse pasar por preso y así probar la seguridad de las cárceles escapándose, así como leyeron el hombre es como un catador de cárceles. A él y a su equipo de logística les llega una oferta irrenunciable, ingresar a “La Cueva”, una cárcel pensada para albergar a los criminales más peligrosos del mundo, con la mayor seguridad y vigilancia, y en punto del planeta desconocido. Las cosas arrancan mal desde el primer momento, otro preso es asesinado por un guardia en el traslado y cuando Ray intente utilizar un código para dar terminada su labor, el alguacil Willard Hobbes (Jim Caviezel) se lo negará; por lo que ahora escapar ya no es un trabajo sino una necesidad de vida o muerte. Ya dentro de la prisión Ray conoce a Emil Rottmayer (Arnold Schwarzenegger) quien también lo busca a él para poder idear un plan de escape. Las cartas están servidas, que empiece la acción. Son varias las cartas que tiene a su favor Escape Imposible, la más importante, no reposarse cómodamente en su gancho de audiencia, los dos veteranos héroes de acción. Esta historia de Miles Chapman y Jasón Séller da la sensación que también pudo ser un buen film en manos de actores menos conocidos; aunque sí, el dúo Sly-Arnold le suma y mucho desde el carisma y los constantes guiños a los films de su carrera que serán ampliamente celebrados por la platea. Si bien la historia no presenta gran originalidad, se las ingenia para recordar otros films memorables y darles su propio toque. Lo primero en lo que uno piensa es en la serie Prison Break, y es verdad hay mucho que nos hará acordar; pero también estan por ahí Fuga de Alcatraz, Condena Brutal (con el propio Sly), La Fortaleza y Fuga de Absolon (aunque esta se basaba más en la Ciencia-Ficción). escape Más aún, rescata cierto espíritu de desparpajo/incoherencia clase B de estas dos últimas, con un humor constante, guardiacárceles enmascarados cual Stormtroopers, y un villano con tics caricaturescos. Otro gran acierto es haber puesto a Mikael Håfström en la dirección, el sueco es de los pocos que ha demostrado saber moverse en el género que le toque, ya se trate de suspenso (descarrilados), terror (1408), drama policial (Shangai), o hasta films de exorcismos (El rito, que si no es buena es por el guión que juega en contra a la lograda parte técnica). Håfström maneja las cosas con nervio, buen ritmo, mucha tensión y una fotografía cuidada, la sensación laberíntica de “La Cueva” es toda gracias a él, logra convertir una de acción en un plus de suspenso. Escape Imposible lo tiene todo, una historia entretenida y muy bien llevada, grandes actores de género (a los que hay que sumarles a Vinnie Jones, Vincent D’Onofrio, y Samk Nelly), y toda la acción pochoclera que uno busca cuando ve este tipo de película. Por fin, después de varios intentos, el dúo de acción encuentra un título que nada tiene que deber a sus mejores títulos de épocas pasadas, Escape Imposible se ubica ahí, en el panteón de las mejores.
La tragedia comienza a desatarse con el primer período menstrual – tardío – de Carrie que conllevará una muy desagradable broma de sus compañeras y las primeras muestras de desarrollo de un poder telekinético en la joven. La angustia va en aumento, hay una compañera que se apiada de ella y planea que su novio invite a Carrie al baile de graduación, y ahí, bueno, supongo que habrá quien todavía pueda llevarse una sorpresa así que tendrán que verla para comprobar como se resuelve la cuestión. Como verán quienes conocen la historia, lo fundamental no se ha modificado, lo lineal sigue siendo lo mismo, y sí se le han hecho cambios para modrnizarla como una clara incorporación de nuevas tecnologías (celulares, videos, internet, etc.) y abordando, lateralmente, temas actuales como el bullying. Pero no logran redondear un buen producto. Precisamente porque estos cambios no funcionan en ningún sentido. La directora Kimberly Peirce tiene una trayectoria cinematográfica algo magra con solo un título entre la recordada "Los muchachos no lloran" de 1999 y esta. Pero aquel antecedente que ya trataba el tema del maltrato por discriminación, hacía presuponer que se acrecentaría el drama hacia un lado profundo. El resultado, sin embargo, simplifica todo. En la primera parte del film, en donde se plantea el conflicto dramático, el asunto no pasa a mayor profundidad que cualquier serie de TV para adolescentes, y no de las mejores, todo es estereotipado y chato, aflora la liviandad, la música moderna y las chicas que se ven lindas sonriendo y yendo a la peluquería; hay, como dijimos, un intento remarcado de denuncia de bullying que no supera a los especiales de MTV sobre el tema. Ya en entrada la segunda etapa, en donde se desata el horror, ahí sí Peirce descubrirá una carga dramática inusual, y exagerará la ira y los poderes de Carrie hasta el límite del ridículo – había que demostrar el presupuesto en FX’s –. Hay sí tres valores importantísimos en esta remake, Chloë Grace-Moretz demuestra aquí que puede hacer el rol que le toque, ser una chica sensual, reprimida, o de temer y cumplirlo con solvencia. ¿Había alguna duda que Julianne Moore estaría bien en su papel de la enfermiza madre Margareth? Pese a que cuenta con poco desarrollo desde el guión, Moore vuelve a brillar y demuestra que sigue siendo de las mejores actrices actuales. También logra destacarse Judy Greer como la profesora de gimnasia Desjardin, cumpliendo con una pequeña cuota de frescura y algo de humor. Las tres luchan contra una película que no les da el espacio para crecer, y aún así se lucen. Estas remakes siempre tienen un punto a favor extra, la necesidad urgente de rever el original, catapultar al film de De Palma del ’76 nuevamente a la categoría de obra maestra, si ese era su propósito, la tarea está cumplida.
¿Qué potencia puede tener un documental sobre un tema ya tratado infinidad de veces, tanto en el plano de la realidad como de la ficción? la respuesta es mucha, porque el tema de la última dictadura militar es sencillamente inagotable, lamentablemente nunca pierde actualidad, como una herida que no cierra, talvez por que la misma sociedad, a veces, colabora en que no cicatrice. Alcides Chiesa sufrió en su cuerpo las terribles consecuencias del régimen de facto, secuestrado durante un largo período, son marcas que el tiempo no pudo y no va a borrar. Alguien dice que la mejor terapia es compartir ese dolor con los demás, abrirse, ponerse en palabras de otros quizás, y eso es lo que hace Chiesa junto a Carlos Martinez (compañeros en la escuela del Instituto de Cine en los años duros) en Dixit, narrar el dolor, no directamente el propio, sino el de diferentes testimonios, nueve para ser exactos, pero en el que se vislumbra que la mirada detrás de cámara también tiene algo para decir. Dixit es un documental que llevó muchos años de gestación, una recapitulación de material de archivo periodístico de aquellos años que les fue entregada a los directores hace ya casi 15 años, la depuración y reparación del mismo, y ahora con el cambio de tiempo, la necesidad de que ese material vea la luz; material utilizado como separadores, como imágenes intercaladas, y que acompañan duros testimoniios del horror. Estructurada en forma de capítulos numerados, Dixit es un documental de entrevista, distintas personas aparecen frente a cámara y relatan sus espantosas viviendas, cómo fueron capturados, qué les pasó estando secuestrados, la liberación, y el recuerdo de los que no corrieron con la misma suerte. Nueve fuertes testimonios, difíciles de escuchar sin compenetrarse, aunque también es difícil entrar en su dolor, jamás podremos entender el sufrimiento por el que pasaron. Los capítulos son referidos a distintos centros clandestinos, cada víctima estuvo detenido en uno distinto, y sin embargo, lógicamente, los testimonios se parecen. Hay quienes padecieron torturas físicas, vejaciones sexuales, derrumbamientos psicológicos, denigraciones humanas de todo tipo, y hasta el dolor inmenso de perder la identidad propia o tener a alguien muy cercano desaparecido, o un nieto que no sabemos dónde está viviendo con una vida que no es la suya. La mezcla de imágenes es contundente, los archivos de medios de comunicación desnudan la complicidad, y en conjunto con los testimonios saber de qué eran cómplices lo vuelve todo más terrible. De factura simple, Chiesa y Martinez saben que lo importante en este caso es el qué y no tanto el cómo; las palabras y las imágenes tienen tanto peso de por sí que no necesitan de gran técnica parar ser expuestas. Sí quizás juegue en contra una duración algo xtendida de 134 minutos que en algún momento puede dispersar la atención, pero a su vez, pensar en recortar algún testimonio parece terriblemente injusto. Párrafo aparte para el testimonio de Jorge Julio Lopez, en realidad, la declaración testimonial que prestó en el juicio contra Miguel Etchecolatz antes de su desaparición en el año 2006; escuchar esas palabras dichas con tanta perturbación, miedo, un temblor propio de ver a su demonio frente a él, en el marco de los otros ocho testimonios cobran un valor inmenso, de comprensión y de dolor. Nada ha terminado, esta es una pelea que os que la sufrieron la siguen combatiendo día a día, si algo aprendieron los sobrevivientes es que no hay que dar las victorias por sentado, y que hay marcas que nada, y menos el olvido y el perdón, pueden borrar.
En su segundo largometraje Maximiliano Gonzáles se mete de lleno con una realidad escabrosa y una problemática difícil de abordar, la trata de blancas en el interior del país. Tema que ya fue tratado en otras oportunidades, pero aún así lejos está de haber sido abarcado en su totallidad, y menos aún de ser “pasado de época” o volverse remanido. Es la historia de Florencia (Nadia Ayelen Giménez) de 17 años que viven e Puerto Iguazú, Misiones, justo en la frontera del país. Como tanas otras, Florencia y su familia (que cuenta con cuatro hermanos y su padre) pasan penurias económicas diarias, los aqueja el hambre y la necesidad. Como bien dice el dicho, ante la necesidad aparece el aprovechador, y ante Florencia aparece una mujer, claramente citadina, en apariencia simpática, amable, y con promesas de conseguirle un trabajo como niñera y mucama cama adentro de un matrimonio adinerado. Con toda su inocencia Florencia acepta, promete a su hermano comprarle su ansiada bicicleta con el primer sueldo, y se sube al auto de esa misteriosa mujer, que por supuesto en medio del viaje ya no es tan simpática, traspasa la frontera y la lleva a un bar de mala muerte en donde quedará cautiva, sin documentos, y será ofrecida como prostituta de pseudo cabaret. Al principio Florencia se resiste, se niega, ¿pero qué puede hacer? Todos sus intentos son infructuosos, y las otras “compañeras” le aconsejan que haga caso, que se acostumbre. En el bar los personajes son tremendos, desde el dueño que se aprovecha de todos, la mujer del dueño que también es cautiva a su manera aunque se cree mejor que el resto, y está El Oso (Lorenzo Quinteros), quizás el peor de todos, el que atiende el mostrador, el que se encarga del trabajo sucio. La Guayaba propone una toma de conciencia, hacernos sentir las terribles experiencias de estas chicas de extrema inocencia, presas de un horror inimaginable, y también, acorde vaya avanzando el relato, trazar paralelismos cada vez más fuertes con el horror de los secuestrados en centros de detención durante la Dictadura del ’76. En este punto, será vital un personaje encarnado por Marilú Marini del cual no conviene adelantar mucho pero que otorgará una suerte de giro en la historia.El film de Gonzáles es de estructura básica, se reconoce austero, con pocas locaciones y dispuesto a mostrar también desde la imagen lo oscuro y ominoso del ambiente. El esquematismo tanto del argumento como de los personajes lo vuelven algo rutinario, y hay momentos en que parece que está todo dicho y cuesta avanzar. Los personajes son buenos o malos, no hay grises, salvo el personaje de Bárbara Peters que muestra algunas flaquezas emocionales. El giro promediando el final es interesante, aunque no llegué a plasmarse de modo totalmente coherente; y el personaje de Marilú Marini (que junto con quinteros se destacan en el elenco por sólidas interpretaciones) parece extraído de otra película, con reminiscencias a La noche de los lápices. Así y todo, La Guayaba es una película muy interesante y vale una visión aunque más no sea como un desgarrador testimonio de una realidad mucho más terrible que la que aquí se puede adivinar; otra vez se demuestra que estos horrores son incomprensibles.
Lo dijimos en otra reseña de esta misma semana, es tedioso tener que decir que una película tardó casi 10 años en estrenarse, en el cine argentino hay varios antecedentes (aún con muchísimos años más en el medio) pero aún así no dejar de ser extraño. Ahora, a diferencia del otro estreno ("El color de los sentidos"), al hablar de "T.VES?", una visión con un paso de tiempo prolongado hasta puede jugarle a favor, ofrece una perspectiva que nos hará reflexionar en un cambio de época... o no, darnos cuenta cuán poco ha cambiado todo. Ray Bradbury se propuso en 1950 lanzar una analogía atrás de otra respecto a la avanzada mundial de la cultura yankee en la maravillosa novela Crónicas Marcianas, que no por nada, Hollywood fracasó una y otra vez en sus intentos de adaptarla. Lleno de una mordaz ironía y una profunda tristeza narraba una colonización estodunidense en el Planeta Marte, muy similar al nuestro, y como los marcianos veían invadida su vida de mil y un maneras ante la llegada de un grupo que no respetaba sino que imponía. Pero hasta el propio Bradbury “se olvidó” de una arista, mostrar qué sucedía mientras tanto en la Tierra, y para eso Diego Recalde, director de las muy particulares "Sidra" y "El Periodista" entre otras, llega ahora (o en 2004 cuando fue realizada) con T.VES? De manera adrede se busca una estética televisiva, lo que veremos en pantalla no es más ni menos que un noticiero. Norteamérica a invadido Marte, y debido a esto los martianos (sí, con T) se encuentran en crisis, y reclaman su libertad, sobre todo libertad económica y cultural. Por el otro lado, en nuestro planeta también hay manifestaciones de grupos sublevados, de izquierda, anti-imperialistas, específicamente en la Embajada de EE.UU. y reclaman porque Marte vuelva a ser un Planeta Libre. Todo esto debe ser informado, y para eso hay un periodista que informa desde Marte para la Tierra... y que utilizará todas las armas habidas y por haber para tergiversar los hechos de acuerdo a las conveniencias del multimedia para el que trabaja. Los personajes de "T.VES?" son extraños, algunos envejecen mucho más rápidos de lo normal, otros obran de manera disparatada, y nadie parece muy racional que digamos... pero la identificación con la realidad es palpable e inmediata. Recalde realizó una película sin conseciones, los golpes van para todos lados, desde la derecha a la izquierda, de sectores políticos a sociales, y sobre todo el imperialismo del norte y más aún a los medios de comunicación en donde las ironías son sencillanmente terribles. Resulta increíble la actualidad que adquiere esta película de 2004 que, en realidad pareciera hecha sobre las noticias de hoy día, ese noticiero se parece mucho, demasiado, al que vemos todos los días en el horario central o las 24hs del día repitiéndose una y otra vez; lo cual hace pensar ¿Recalde fue un adelantado, o las cosas son así desde hace más tiempo del que alguno quiere darse cuenta? Profundamente paródica, funciona muy bien como comedia, y mantiene un ritmo ágil y disparatado muy logrado. También aguarda el bienvenido lado bizarro, todo parece un sketch extendido, pero la sensación no deja de ser agradable. También cuenta con un elenco de lujo para la comedia en el que se destaca el propio Recalde, Damián Dreizik, y Vanesa Weinberg entre otros. Quizás los aspectos técnicos no sean muy remarcables, se nota una producción a pulmón, pero en ningún momento esto parece jugarle en contra. "T.VES?" funciona a varios niveles, y me animaría a decir que por su eterna actualidad, debería ser de visión casi obligatoria.
Por ahí estoy exagerando, pero no es común que lleguen a nuestras salas films israelíes que escapen al inmenso e inabarcable tema del conflicto entre ese país y Palestina; películas que muestran a una sociedad actual y cosmopolita, como la que se ve en La Infiel, drama con toques de thriller y suspenso que sorprende por este y otros motivos. El primer dato a tener en cuenta es que su director es Eitan Tzur (también conocido internacionalmente como Eitan Zur), un realizador con basta experiencia en la creciente televisión de Israel y que hace aquí su debut cinematográfico (la película data de 2010, y hasta la fecha sigue siendo su única incursión al largo). Tzur es uno de los directores de la multipremiada Be Tipul, que primero se adaptó a los Estados Unidos como In Threatmen y luego desembarcó en otros países entre ellos Brasil y Argentina con le excelente En Terapia que aguarda su tercera temporada para el año entrante. Esto no es algo menor, si hablamos de una serie centrada en sesiones de psicología, de historias que indagan en lo que sucede internamente a los personajes, algo (mucho) de eso hay en La Infiel. No conviene que adelantemos mucho de su historia, tan sólo una introducción, Ilan (Yossi Pollack) es un casi sexagenario profesor universatario de Astrofísica, al que los años le pesan, reniega de varias cosas, en general de la vida, y está casado con Naomi (Malenie Peres) una mujer a la mitad de su edad, que destila belleza, encanto, como así también indiferencia. Si somos un poco suspicaces y sabemos leer el título local, podremos advertir que Ilan sospecha que Naomi lo engaña, no puede localizarla, rara vez sabe dónde está, y la mujer no parece prestarle demasiada atención; Ilan primero se obsesiona con saber la verdad, con descubrirla, y una vez que comprueba la infidelidad comienza su otra obsesión. La infidelidad es un tema que ya se tratado desde que el cine es cine, es más, el film de Adrian Lyne Infidelidad con Richard Gere, Diane Lane, y Olivier Martinez tiene alguna similitud con este. Pero Tzur y su guionista Edna Mazia ponen el foco en otro lado, la infidelidad pareciera ser un puente, una excusa, para tratar otro tema, la responsabilidad de nuestros actos, el obrar impulsivamente durante un segundo y la eterna culpa posterior. La banda inglesa Genesis nos hablaba en su canción Dreaming While You Sleep de una culpa mortal que seguiría hasta el momento en que nos moramos... y, aunque trate de un casi diferente, esa sería una buena banda sonora para esta película. Mazia y Tzur se meten en la psicología de Ilan, lo analizan, y de mientras hacen que el espectador reflexione sobre lo que ve y sobre sí mismo, sobre cómo actuaría. Hay muchísimos aciertos en La Infiel, Yossi Pollack nos entraga una interpretación magistral llena de matices, lo mismo sucede con la legendaria Orna Porat como Kitty, la madre de Ilan, el respaldo o comic relief del asunto, cada una de sus apariciones despertaran más de una sonrisa entre el general clima de angustia. Lamentablemente, Melanie Peres, de cierto parecido a Gwyneth Paltrow, aporta poco más que su encandilante belleza y queda algo deslucida entre dos tamaños actores. De factura técnica cuasi televisiva, no va a sorpfender estéticamente, pero tal vez tamppoco lo necesite, es La Infiel un trabajo de guión y de estructura narrativa, atrapa al espectador desde el principio y no lo suelta enmarañándolo cada vez en los retorcidos lugares de la culpa. Una película digna de ser apreciada.
Sandra Gugliota ha encarado un fértil camino dentro de la ficción con las logradas Un día de suerte y Las vidas posibles, es más hasta encaró un provechoso telefilm En nuestros corazones para siempre que pudo verse oportunamente dentro de un ciclo de la TV Pública. Habiendo probado su ductilidad, da un volantazo ahora hacia el documental con La Toma, un película de registro, de cámara casi ausente, en donde simplemente se capa lo que sucedería de todas formas aún si no hubiese una lente enfocando. De actualidad inmediata, La Toma refleja el interior de los conflictos por las tomas de colegios secundarios encaradas por los propios alumnos en plan de distintos reclamos. Lo hace a través de un botón de muestra, el colegio Nicolás Avellaneda, y exponiendo lo que nadie expone, las puertas adentro. En los últimos años, las tomas se han multiplicado, y cada vez que suceden de inmediato son tapa de diarios y noticias de último momento en la TV ; pero siempre se lo enfoca desde la subjetividad del afuera. Los periodistas opinan, le dan la palabra a unos u otros (al que y cómo a ellos les conviene), y siempre anteponen su opinión en un primer lugar, ya sea para defender o criticar la postura de alumnos, padres, y profesores que apoyan el reclamo y su metodología. Gugliota decide entonces mostrarnos lo que realmente sucede, la verdad del interior de las escuelas (aunque siempre habrá un ápice de subjetividad intrínseca que es imposible despegar), y sobre todo no recargar las tintas. Se muestra la problemática, las reuniones para decidir el qué hacer, el cómo hacerlo, el presente de la toma y todo lo que la rodea, y los momentos posteriores, los resultados. De esta manera se logra un fresco acabado para que cada uno saque sus conclusiones sin influencias, en definitiva ese es el objetivo y logro del documental. Gugliota crea un microclima, se nota algún lineamiento a seguir, hay naturalidad, y hay todo tipo de “personalidades”, los que están a favor y en contra, los que quieren sólo ir a estudiar, los que se preocupan por los reclamos, los que solo quieren divertirse, los que aprovechan para no estudiar, los que cambian para un lado y para el otro... cada uno encontrará su identificación, o no. Con una duración que escapa por escasos minutos al mediometraje, La Toma es un trabajo acabado y conciso, que sirve más como testimonio que como hallazgo cinematográfico. De todos modos, se nota la mano detrás de una directora con algunas inquietudes estéticas, y hay imágenes captadas que hablan por si sola, en donde el diálogo sobra. Directa, simple, pero a la vez profunda y analítica, La Toma es un ejemplo de eso que los medios, tanto de un lado como del otro no muestran, o pretenden direccionar para su conveniencia, cuando se logra que la cámara sea la que hable, que los protagonistas reales se muestren tal cual son, con sus aciertos, errores, virtudes y dudas, se puede hablar de un objetivo cumplido.