Muchos son los condimentos que hacen de "Una Segunda Oportunidad", una más que interesante propuesta de cartelera. Es la nueva película de Nicole Holofcener, directora “indie” norteamericana de la cual ya conocemos Amigos con dinero (2006). Es una oportunidad de ver en el cine, y en protagónico, a Julia Louis-Dreyfus más ligada a la televisión y por siempre recordada como la Elaine de Seinfeld. Además se trata de uno de los últimos trabajos que realizó el querido James “Tony Soprano” Gandolfini antes de su deceso este año. Y claro está, el condimento más importante, el que hace que todos los otros valgan la pena, se trata de una amable y simpática comedia que le habla francamente a su público adulto. Es imposible ver Una segunda oportunidad y no emparentarla con Amigos con dinero, el ámbito en el que las dos transcurren parecen ser el mismo. Recordemos que aquella ponía en el centro de la escena a Jennifer Aniston como una mujer, venida a menos, que antes pertenecía a una clase y ahora se dedica a limpiar las casas de aquellos que siguen perteneciendo, y en el medio, su dificultad de encontrar un verdadero amor y las amistades snobs que la circulaban. Ahora hablamos de Eva (Julia Louis-Dreyfus) una masajista, divorciada con una hija, que vive en un barrio de clase media alta en el cual cumple un cierto rol de servicio, y a la cual, su centro, por diversas razones, parece estar derrumbándose. Su hija está a punta de abandonarla para ingresar a la universidad, está cansada de la poca amabilidad de su clientes, y eso le hace notar lo sola que se siente. En una fiesta, Eva conoce a dos personas que pueden ser su salvación, por un lado Marianne (Catherine Keener) una poeta, que destila clase y cultura, futura cliente y de la que inmediatamente se hace amiga. Por otro lado, Albert (James Gandolfini), del cual luego del primer rechazo comienzan a salir y se enamoran. Pero hay un detalle que Eva en un principio desconoce, James es el ex marido de Marianne, aquel que la poeta nombra en todos sus diálogos para decir lo desagradable que era. Cuando Eva se entere, lejos de aclarar la situación, se dejará influenciar por Marianne enturbiando su incipiente romance con Albert. Este argumento podría utilizarse para un simple comedia romántica de enredos, pero lo que Holofcener logra desde el guión es quitarle todos esos condimentos del disparate. Como ya sucedía en Amigos con dinero, Una segunda oportunidad es una película adulta, y habla del amor adulto, de aquellos que ya no están para encontrar a su reina o su príncipe azul, sino alguien para compartir los momentos restantes de la vida. Sin muchas vueltas y hablándole al público con total franqueza, la directora y guionista se las ingenia para mostrar cierta pedantería en la que vive esa clase social, sobre todo en el personaje de Marianne (con otra caracterización para el aplauso de la siempre brillante Keener), que no es mala, no comete ningún acto desdeñable, pero por sola razón de actitud resulta molesto. Hay otra pareja, la de Sarah y Will (Toni Colette y Ben Falcone, también sobresalientes), amigos de Eva, que demuestran el incorfomismo de clase. Más pulida que Amigos con dinero, estamos frente a una típica comedia del off norteamericano, aquel que ya tiene un estilo propio. Holofcener deja fluir a sus interpretes y así además de los mencionados, el dúo protagónico realmente emociona, más aún Gandolfini, con un personaje muy querible haciendo imposible sentir algo de pena o emoción por la reciente ida del actor. Ante tanto título superficial, películas como esta valen por el simple hecho de conseguir una identificación directa, no hay cuentos de hadas, hay realidad, simplemente realidad.
Hay películas que son para relajarse, para pasar un buen rato, sumergirse en un mundo ajeno y olvidarse por un rato. Hay otras que exigen un compromiso del espectador con lo que está viendo, hacen un planteo, pueden ser incómodas, duras, y también suelen ser las mejores opciones para el público a priori. "La sospecha" entra en el segundo rubro, ni siquiera se propongan entrar a sala si quieren distenderse. Denis Villeneuve es un director canadiense de prolífica trayectoria, recién alcanzó el reconocimiento con su anterior film, el también potente Incendies (el cual tuvo una logradísima puesta teatral local este año), y como es sabido, un éxito inesperado abre las puertas de Hollywood. Entonces, el mayor mérito de Villeneuve es no haber resignado ni un poco de su crudo estilo ante una producción claramente más grande. Es la festividad de acción de gracia y Keller y Grace Dover (Hugh Jackman y Maria Bello, respectivamente) se dirigen junto a sus dos hijos a una reunión con una familia amiga, los Birch. Algo enturbia la tranquilidad de la velada, las hijas pequeñas de ambas parejas van a buscar un silbato de cazador a la casa de los Dover y nunca regresan. A partir de ahí se desata la tragedia, el detective Loki (Jake Gyllenhaal) es asignado al caso y tiene un vitae intachable. Los datos apuntan a un joven con retraso mental (Paul Dano) que había estacionado una motor home frente a la casa de los Birch; pero las pruebas no son suficientes para inculparlo y dejarlo detenido. De ahí en más, que deparará el destino de los Dovers y los Birch será un verdadero acto de desesperación, y el espectador deberá decidir si comprender o reprochar la difícil decisión que toma Keller. La sospecha es un film sin concesiones, ni Villeneuve, ni el guionista Aaron Guzikowski, se proponen un juicio de valor, mucho menos analizar los hechos por arriba en busca de un lugar tranquilo y feliz. Son muchos los interrogantes que plantean, morales y discursivos. Como ya lo demostró en Incendies, Villeneuve tiene mano para contar historias ásperas, pincelar con una fotografía áspera, casi oscura u ominosa, abundan los planos generales, y también los primeros planos en busca de emociones que dicen más que mil palabras. Con un puñado de brillantes interpretaciones, Hugh Jackman vuelve a demostrar que puede moverse tranquilamente como un ser carismático y galante, o como alguien oscuro y mundano. Jake Gyllenhaal y Maria Bello vuelven a plantearle a la industria por qué no reciben más roles protagónicos, a ambos les alcanzan gestos mínimos para saber todo lo que sucede dentro de sus personajes. Lo mismo para Viola Davis y Terence Howard como los Birch, un matrimonio ¿arrastrado? Por una decisión que ¿no tomaron?. Párrafo aparte para Paul Dano y Melissa Leo, lo mejor de una película a la que le sobran los elogios. En tiempos en donde los planteos morales sobre situaciones criminales/delictivas están en la boca de todos, un film como "La sospecha" resulta casi necesario, cada uno elegirá de qué lado ubicarse, a quién comprender y por quien sentir lástima o remordimiento, eso sí, no saquen conclusiones apresuradas hasta el final, como suele suceder en la vida real, la verdad suele ser mucho más compleja de lo que imaginábamos.
El documentalista Fernando Martinez tiene en su haber el interesante documental ¿Por qué quebró Mc Donalds? Que relata el histórico caso de la despedida de la famosa cadena de comidas del país hermano Bolivia gracias a una fuerte campaña nacionalista. Al ver En Busca de la ciudad perdida la primera sensación que tenemos es que cambió totalmente el eje de su relato, viro hacia un lugar mucho más pasivo. No obstante, hay algo en la esencia, en el centro, que las une, y claramente podemos hablar de un realizador consecuente, ambas hablan, desde lugares distintos de un amor por lo propio. En los años ’60 y ’70 con la llegada de algunas innovaciones como el Cinemascope, el Cinerama y los primeros atisbos del 3D (por supuesto con los lentes de cartón y celofán y en contadísimas escenas) pulularon por nuestra pantalla vernácula distintos documentales que se dedicaban a recorrer paisajísticamente algún punto turístico ya sea local o mundial; algunos lo hacían trayendo espectáculos artísticos, otros con la excusa del exploitation y/o el llamado “mondo”. El resultado fue un esporádico éxito de estas películas que muchas veces servían como complementos en programas dobles. La primera sensación que deja En busca de la ciudad perdida es la de responder a esos cánones, la de provenir de ese estilo puramente paisajístico. El destino elegido son Las Ruinas del Machu Pichu, una de las siete maravillas del mundo, y el propósito de Martinez parece ser ese, demostrarnos por qué integra ese selecto grupo de maravillas. Con un relato en off y la presencia de un viajero que aparece de tanto en tanto para dar la sensación de somos él y hacemos su recorrido, llega(mos) a Perú y de ahí va(mos) subiendo hasta llegar a la Ciudad de las Nubes, el mítico territorio de los Incas. Sin grandes pretensiones, En busca de la ciudad perdida es un documental que entra por lo ojos, la imágenes son realmente bellas y capturadas con una fotografía formidable. También es un acierto el acompañamiento de música que amplía el criterio contemplativo, relajado. Martinez realiza un film puramente turístico, es cierto, se parece a esos pequeños documentales introductorios que nos incluyen al comienzo de los videos que compramos cuando vamos a un viaje de contingente antes de presentarse la filmación de nuestro paseo en sí. Pero también es justo reconocer que el profesionalismo y la técnica con la que está realizado dista mucho de aquellos claramente precarios. Quizás este film refleje un momento de época, de crecimiento exponencial del turismo, si uno mira la TV local actual se encontrará con muchísimos programas destinados al turismo, enfocados a recorrer nuestro país o Latinoamérica, mostrando el desarrollo en el rubro y en las zonas. Martinez hace un largometraje (corto, 70 minutos) sobre esos programas, pero le incluye también un recorrido por zonas internas, no tan conocidas, y ahí también su film crece. Hay un público para este tipo de trabajos, a algunos puede parecer rutinario, monótono, pero no se pueden sentir engañados, En busca de la ciudad perdida promete un recorrido visual por una de los paisajes más bellos del mundo, y al finalizar, la sensación de habernos llevado riqueza en nuestras retinas es palpable.
A tres años del fallecimiento del ex presidente Néstor Carlos Kirchner, y a dos años de comenzada su realización, llega a nuestra cartelera NK, el corte definitivo del documental que Israel Adrián Caetano realizó sobre la figura del líder político proveniente de la Provincia de Santa Cruz. Y es fundamental, trazar los años, y más aún, hablar de un cierre particular, ya que conocidas han sido las circunstancias que atravesó este film desde sus inicios. A rápido modo de refrescar la memoria, en un principio se realizó un llamado para que particulares alcanzaran imágenes o videos del Presidente captadas por sus propias cámaras y a ser utilizadas en este documental; una vez finalizado, Caetano presentó un primer corte a los productores Fernando “Chino” Navarro y Jorge “Topo” Devoto los cuales lo rechazaron. El proyecto recayó en manos de Paula DeLuque cuyo resultado fue el estrenado en noviembre de 2012, exactamente hace un año. Luego, hace unos meses, se filtró online y televisión abierta aquel primer corte del trabajo de Caetano acrecentando la polémica... Aquí, tenemos la versión del director con renovada edición. Es así como"NK" ve la luz definitiva ahora en un film mucho más pulcro, cuidado, y en definitiva muy diferente, de aquel corte primario. Narrar el contenido del documental puede resultar obvio en el caso de una figura tan trascendental, significativa y reciente como la de Kirchner en nuestro país. Caetano se centra en la mirada política, los años de militancia, la gobernación de Santa Cruz, su Presidencia, los hechos más relevantes de ella, y los sucesos políticos más importantes que acontecieron ya como compañero de su esposa y actual Presidente Cristina Fernández. Las comparaciones son odiosas, obvias, e injustas, pero "NK" llega de la mano de esa comparación, por eso resulta ineludible hablar de ellos. La mirada de Paula DeLuque en "Néstor Kirchner: La Película" resultaba más emotiva, claramente más cercana a una evocación, tal vez por la cercanía del fallecimiento, se hacía más hincapié en el ámbito privado, en mostrar al Néstor hombre, con su esposa y su familia. Israel Caetano, prácticamente elude ese costado salvo determinados fragmentos necesarios como de álbum familiar, prevalece el Kirchner político, desde todos sus ángulos, como un recorrido para saber cómo llegó y de dónde llegó. También esquiva una narración tradicional, NK se estructura a través de fragmentos, cuadros, que van y vienen en el tiempo sin un orden cronológico muy claro más allá que el de contar los días previos, se salta de la juventud, a la Presidencia y de ahí a la Gobernación, o en otro orden, como si fuese un mosaico general. De fuerte impacto visual, recordando ligeramente a Favio con su Sinfonía de un sentimiento, NK se compone de imágenes alegóricas (como aquellos pingüinos tomados de Werner Herzog), encuadres enigmáticos y captaciones de imágenes deslumbrantes; este talvez sea su punto más alto. Hay algunos claroscuros, como al mostrar el tríptico Meném-Kirchner-Duhalde, aunque es clara una visión positiva, lo cual no es reprochable, no hay un intento de falsa objetividad. Tampoco hay un claro alegato de alabanza, simplemente se trata de mostrar a una figura y dejar en claro los cambios fundamentales que dejó en nuestra sociedad; si de eso se trata, NK es un documental contundente e irrefutable. Sería interesante una observación de este trabajo sin banderías políticas, sin limitaciones ideológicas, aunque eso, como se demostró en los últimos años y como demuestra esta película, es solo (y nada menos) una utopía.
Nueva adaptación de un best seller juvenil a la gran pantalla, parece ser la nueva moda del cine comercial destinado a una franja de entre los trece y veintipico de años. Hay una catarata de películas cuyos orígenes son libros, pensados para el mismo público, y que mezclan la aventura, lo fantástico y un romance digno de Corin Tellado. Casualidad o no, (casi) todas provienen de la misma productora, y comparten un estilo similar, quizás buscando la sucesora de la ya finalizada Crepúsculo. Esta semana llega a los cines en todo el mundo Los Juegos del Hambre: En Llamas, secuela del éxito del año pasado; y lo primero que hay que dejar en claro es eso, la fórmula, ara bien o para mal, vuelve a repetirse. Como es de esperarse – para quienes no leyeron la novela – la historia arranca donde nos dejó la anterior, un tiempo después. Katniss (Jennifer Lawrende) y Peeta (Josh Hutcherson) fueron los triunfalos ganadores de los 74° Juegos del Hambre y el Capitolio los utiliza ahora como publicidad, a ellos y a su presunta historia de amor, exponiéndolos en programas de TV y actos propagandísticos. Pero cuando las luces se apagan la realidad es otra, Katniss apenas registra a Peeta e intenta llevar adelante su relación con otro joven, Gale (Liam Hemsworth) mientras aleja las constantes pesadillas del horror que acaba de vivir. Paralelamente, algo parece estar gestándose alrededor de nuestra rebelde protagonista, el pueblo ya no parece tan manso como antes y ve en Katniss a una posible líder revolucionaria. Alarmado, el Capitolio intenta frenar esta situación antes de que se les vaya de las manos, y para eso, tras un fallido intento de boda, recurren a los juegos número 75°, con un pequeño giro, los participantes ya no serán nuevos, sino que se elegirán de entre los ganadores de juegos anteriores de cada distrito. Lo que queda por ver es obvio, otra vez personas en una plataforma desértica intentando aniquilarse unos a otros para tratar de ser el único ganador. Para esta secuela se introdujeron varios cambios respecto a la entrega anterior, principalmente en la nueva elección de director (Francis Lawrence por Gary Ross) y equipo de guionistas; el resultado de esto, el argumento pierde en peso dramático e imágenes alegóricas, y gana en espectacularidad y sentido de film grande. Otro cambio importante se da en la “modalidad” del juego, al ser ahora personas adultas en su mayoría (obviemos la “casualidad” de que en cada distrito haya por lo menos dos ganadores) podemos ver rostros identificables como el de Jena Malone, Amanda Plummer, Jeffrey Weright, y Lynn Cohen que se suman a los otros actores o figuras de renombre como Donald Sutherland, Woody Harrelson, Elizabeth Banks, Lenny Kravitz, Stanley Tucci, Toby Jones, y otra novedad Philliph Seymour Hoffman en un rol con varias capas; lo cual conforma un elenco importantísimo para este tipo de films. Con una clara inclinación hacia la aventura más que a la acción, los tributos parecen interesantes pero tienen muy poca participación dejando el peligro en base a hechos naturales. El nivel de violencia baja también respecto a la anterior, quedando en claro que los juegos en sí ya no son lo más importante. Hay algún claro mensaje remarcado y difícil de creer en este tipo de films, y la sensación constante de ya haber visto esa escena – desde Jumanji, Episodio II, El Imperio Contraataca, Isla 2, y sigue la cuenta – y sin embargo hay que reconocer que no decae pese a algún bache dialéctico. De duración talvez muy extensa, se sobrelleva gracias a las buenas interpretaciones de Harrelson (que acierta al no tomarse en serio a su personaje) y Lawrence que logra destacarse dentro de un producto medio. También se remarca la puesta en escena y una banda sonora grandilocuente. Se puede decir de todo sobre Los Juegos del Hambre: En Llamas, pero principalmente que no desentona de su predecesora, ni de los productos típicos de esta factoría, y en definitiva se trata de un producto hecho para seguidores, y a ellos hay que decirles que no saldrán defraudados.
Y siguen llegando títulos con mucho retraso a nuestra cartelera, como hace un mes atrás sucedía con dos films argentinos (El color de los sentidos y T.Ves?) en la misma semana que tuvieron que esperar 10 años en gateras para encontrar su estreno, ahora hay otro que los supera ampliamente, un film español, Arrebato, que data de 1979, y esta semana verá la luz en el recientemente reinaugurado BAMA Cine Arte. ¿Pero qué es lo que llevó a ese prolongado retraso en Arrebato?¿Qué es lo que hizo que, durante años se lo considerase un film de culto? Eso es algo que sólo puede explicárselo viéndolo. Aún en su propio país, el film está envuelto en un halo de misterio incluso habiéndose estrenado. Su primer edición de más de tres horas nunca vio la luz, en varios países, como el nuestro, fue prohibida (recuerden que todavía regía algo llamado Dictadura Militar), y en donde se estrenó fue incomprendida. Como suele suceder con este tipo de films, pasó rápidamente a algo así como un circuito clandestino, se convirtió en objeto de culto, y se habló y se comentó más de ella que lo que se la vio. Entonces... ¿Qué es Arrebato?, otra pregunta difícil. Su argumento sería este, José (Eusebio Poncela, jovensísimo claro) es un director de cine que va por su segunda película, lo aquejan todo tipo de tribulaciones artísticas y existenciales, hay una sombra sobre él, y aún le espera más. Terminado su segundo ópus, se encuentra en su hogar con Ana (Cecilia Roth, en su etapa de exilio español, la de los primeros films de Almodóvar), un antiguo amor y protagonista de su primer film, y esta actúa erráticamente, como si el tiempo se hubiese quedado estancado. También se encuentra con un objeto, una encomienda y una carta de un amigo, también del pasado, Pedro (Will More) un cineasta que estaba dando sus primeros pasos, y que ahora reaparece para contarle los extraños hechos que le ocurrieron durante todo este tiempo. José se va perdiendo cada vez, abandona el plano de lo racional y ya no se sabe qué es lo que sucede a ciencia cierta, qué es realidad y que ocurre en su pútrida mente a base de sexo y drogas. Tal vez muchos lo esten pensando, estamos frente a film lynchiano, antes del auge de David Lynch, algo muy al estilo de Imperio, casi 20 años antes. Arrebato es cine dentro del cine, es enigma y misterio, es sexo y perdición, ex extrañeza e hipnotismo, es una experiencia única e irrepetible, un verdadero viaje de ida. Quizás adelantada a su época, el trío protagónico se ve joven y vivaz, llevándose por el juego que propone su director Iván Zulueta. No es un film fácil y para un público amplio, es característico de una época, un período de apertura y descubrimiento que ya pasó, Zulueta en su segundo y último film trabaja con solvencia, ensoñación y profesionalidad, no pareciera que hace falta entender mucho. Tristemente, el período temporal en el que este film se ubica, el de un destape artístico, ya pasó tanto en España como en nuestra región, su estreno ahora se ve como una curiosidad, una osadía, y le da la visión que le otorga el tiempo, una cierta perspectiva que hasta puede hacerlo más valioso. De todas formas, esperemos que esto no sea una tendencia muy creciente, tener films ocultos durante décadas, estrenarlos luego casi sin promoción, eso nos hace acordar a dos etapas muy oscuras, gobiernos de facto, y períodos de crisis en lo que estrenar películas viejas perdidas era más barato que traer novedades.
Un padre y dos hijos luchan contra las inclemencias de un climna que no da tregua, y no, no hablamos de una secuela de Tornado, un telefilm del SyFy, o cualquier película de cine catástrofe; hablamos de Tanta Agua, un intimista drama uruguayo sobre un grupo familiar, fraccionado, al cual, un clima horrible, los hará enfrentarse con sus problemas frente a frente. Ana Guevara y Leticia Jorge hacen su debut en un largo cinematográfico tanto en la dirección como en el guión que cuenta la historia de Alberto (Néstor Guzzini), un hombre divorciado, algo alejado de su familia, que aprovecha las vacaciones para ir a Salto con sus dos hijos, la adolescente Lucía (Malú Chouza) y el más pequeño Federico (Joaquín Castiglioni); estos dos, por supuesto, a regañadientes. Para colmo de males, al clima tenso de la relación padre-hijos se le suma el horrible clima del lugar que no para de llover un solo instante, y así arruina por completo la idea de estar en una cabaña con pileta a puro sol veraniego. Encerrados en una cabañita de cuatro paredes, los ánimos empiezan a enturbiarse, aflora el tedio y el aburrimiento, y la idea de Alberto de acercarse a sus hijos parece cada vez más lejana. Cada uno, empieza a desandarse por si solo, el hombre pareciera ir en busca de alguna conquista y hasta parece que la encuentra, Lucía se hace de una amiga, hace el traspaso total hacia la adolescencia, conoce a un grupo de chicos y siente las mariposas del primer amor; y Federico, también encuentra un amiguito y parece que se va a divertir como pueda. La historia, muy simple, les depara varias sorpresas a Alberto y sus hijos, y la mala racha parece andar sobre ello como una nube negra sobre sus cabezas; él hará todo tipo de intentos por acercarse, pero todo es infructuoso, principalmente porque él tampoco parece muy conectado. Plagada de simbologías, momentos alegóricos y un ritmo muy ameno, cuesta ver en Tanta Agua a una ópera prima. Filmada con muchísimo profesionalismo, hay muchas escenas de belleza, imágenes que hablan por sí solas, y una dirección actoral muy marcada. La cinematografía uruguaya viene creciendo en los últimos años y Tanta Agua se encuadra en ese tipo de historias a las que ya nos van teniendo acostumbrados, simples, cálidas, y a la vez con mucha profundidad emocional. Guzzini nos compra de inmediato con su Alberto patético, por momentos es un ser al que no querríamos tener como padre, y sin embargo siempre es querible. Chouza es un pequeño descubrimiento su Lucía es mágica, sombría y luminosa a la vez, con varias capas; otro descubrimiento es Castiglioni con toda su ternura infantil. Quizás se podría emparentar con cierto cine argentino de la primer década del Siglo XXI, el de Martel, algo de Lucía Puenzo, Solomonoff, Gugliotta, o Paula Hernández, no por nada todas mujeres, no por nada todas con sensibilidad a flor de piel. Tan Agua es un cine rioplatense del bueno, aquel que puede identificarnos como zona y como idiosincracia.
Los ferrocarriles y la problemática de ese sistema de transporte en nuestro país ha sido protagonista de muchos trabajos documentales y también de ficción. Desde La Próxima Estación de Pino Solanas, Próxima Salida de Nicolás Tuozzo, o Corazón de Fuego, entre varias otras. Ahora, Daniel Guzmán nos entrega otra mirada más, El Provincial, un recorrido de un tren sin vías, la pregunta es ¿qué la diferencia del resto? Siempre que se habla de los ferrocarriles en estas tierras es ineludible que se trate la devastación que hubo en el cierre de ramales con el consiguiente abandono de estaciones, vías, y pueblos que quedaron en el medio. El Provincial no escapa a esto, es más, lo vuelve a poner como eje central. La diferencia está en la voz de un aficionado al mundo ferroviario, alguien que habla desde la pasión por los trenes, que tiene un conocimiento cabal sobre el tema, y a partir de ahí emprende una investigación abarcadora. El Provincial fue un tren emblema de la Provincia de Buenos Aires, a través de él pasó parte de la historia de nuestro país, por ahí se desliza su creación en paralelo y en competencia con otros más grandes, los que aún se mantienen; pero este ramal, tenía una importancia en el interior que los otros no tienen ni tuvieron, y así lo entiende Guzmán que emprende un recorrido por las desaparecidas estaciones visitando los pueblos y las historias que quedaron atrás. A su vez, se va ensamblando un mosaico de historia argentina, en paralelo con la creación, apogeo y caída del tren se narra buena parte de los hechos trascendentales de nuestro país, y por supuesto como esto influyó sobre El Provincial y su gente. Es inevitable que estos trabajos, más siendo un documental, no resulten con un tono político, acá el mensaje es claro, y recordar esos años de desguasamiento resulta muy doloroso. Entre las historias y testimonios que se intercalan en El Provincial, los hay de todo tipo, más amenas y más duras, historias de vida, e historias laborales, políticas, porque en definitiva todas van de la mano. También se apela a distintos formatos, recurriendo a imágenes de archivo, cintas antiguas, recortes periodísticos de diarios o noticieros, todo, todo sirve para ir haciendo este recorrido por la vías de un tren que ya se extinguió. Hay una frase en El Provincial, como un eslogan “para entender los trenes que tenemos hay que entender los trenes que tuvimos”, y desde ese punto de vista resulta muy esclarecedor, nada surge por que sí, revisar los antecedentes es muy útil y necesario. En cuanto a su realización, no es extraño que primeramente se halla exhibido por televisión en INCAATV, su duración que apenas escapa del mediometraje (67 minutos), y su factura general en partes periodística, y en partes (lo más interesante) evocadora, la asemeja a cierto formato de TV, dicho esto sin desmerecer una película que, aquellos interesados en saber de dónde venimos para entender el dónde estamos y pensar a dónde podemos ir, no deberían dejar pasar
Estrenada en la última edición del BAFICI, Vidrios es una producción que destila independencia artística por todos sus poros. Su estructura es la de un film ensamble, como lo sería cualquiera de las Historia Breves (con las que guarda bastante relación), o en definitiva cualquier film que cuenta varias historias separadas. En este caso, el hilo conductor tiene que ver más con una cuestión psicológica o de concepto, que con una cuestión temática. Si golpeamos suavemente un vidrio este puede romperse de diferentes maneras, ni siquiera es necesario que empieza a resquebrajarse allí donde lo golpeamos, y las gritas pueden ser mayor o menores, dejarle una pequeña marca o hacer que el vidrio se caiga a pedazos, de acuerdo al impacto. Esta teoría de la física, los directores Ignacio Bollini y Federico Luis Tachella, y el guionista Fernando Sagal la extrapolan al campo de las relaciones humanas, y de ahí surge Vidrios. Varias situaciones de encuentros, escenas con dos o tres personas, momentos, ¿Anécdotas” puede ser también; y lo que las une es eso, la alteración de esos encuentros, la explosión interna y externa de los personajes, la onda expansiva que hace que cada vez se rompa más. Hay todo tipo de relaciones, encuentros, amorosos, románticos, de amistad, casuales, momentáneas, oportunas; y diferentes reacciones, impulsivas, de enojo, ira, de amor, de fraternidad. Algunas tienen la capacidad de sorprender en pocos minutos, otras no. En esta introspección por el comportamiento mínimo del ser humano, lo que más se demuestra es la idenpendendia a la hora de los planteos artísticos, la libertad con la que el proyecto es realizado. Las búsquedas estéticas y narrativas varían dependiendo dependiendo del segmento, pero siempre se ve que hay alguna inquietud. Lo mismo sucede con la elección de los intérpretes, en un cast numeroso, sobresalen los nombres conocidos del off teatral y los rostros acostumbrados de nuestro cine independiente. Ahí estan Ailín Salas, Nahuel Viale, María Canale, Julian Tello, Ignacio Rogers, Walter Jacob, y los propios directores y guionista; casi como si fuese un trabajo conjunto entre todos para concretar el film desde abajo. Como sucede siempre con las películas episódicas, hay cortos logrados (muy), y otros no tanto, algunos a los que el formato les queda chico y quisiéramos que se prolongase en un largo individual, y otros en los que la mínima duración les es acorde porque no trascienden del momento simpático; igualmente, vale aclarar que ninguno de los variados momentos llega a un piso de agotamiento. Con una duración corta (94 minutos para tantos episodios es realmente poco), un entramado en apariencia simple pero con una construcción dramática interesante, y las suficientes búsquedas estéticas como para atrapar al sector del público más inclinado a lo “artístico”; Vidrios es una propuesta a tener en cuenta en nuestra cartelera, tiene los adecuados elementos como para sobresalir y diferenciarse.
La ciudad de Mar del Plata ha servido de inspiración para nuestro cine de diferentes maneras, ya en el cine en blanco y negro hay antecedentes de películas que servían como vehículos para músicos y cantantes, o para llevar a estrellas de la televisión a la pantalla grande; en los ’70 y los ’80 se volvió a recurrir para filmar distinto tipo de aventuras veraniegas, desde La Playa del Amor, Maridos en Vacaciones, la saga de Los Bañeros (que dentro de poco reestrena su primera parte), y hasta recientemente la parodia/homenaje a aquellos films Dos locos en Mar del Plata. También, el lugar de los lobos marinos fue escenario de varios dramas con el mar de fondo, pero este no es el caso de Mar del Plata, la ópera prima de Ionathan Klajman y Sebastián Dietsch, quienes vuelven a recurrir al viejo slogan de “La Feliz”. Joaquin es abandonado por su pareja, casualmente le regalan un viaje a la ciudad del título y decide invitar a su amigo David, que también fu abandonado, a que lo acompañe y así pasen un fin de semana juntos a pura diversión marplatense; situación ideal dado que ambos atraviesan profundas crisis internas. ¿Cuál es la idea? Olvidarse de la palabra madurez, hacer de cuenta que el tiempo no pasó, y ser como dos chicos, por lo menos por un finde. Klajman y Dietsch, con guión del primero, plasman en pantalla varias influencias, por supuesto, hay algo de homenaje a las películas antes mencionadas y que de alguna manera son de culto para quienes de chico las veían, aunque sea, por televisión o la fueron a ver con sus padres al cine. También hay algo de comedia indie norteamericana, con esa carga entre idílica, de humor ácido cuasi negro, y de adultos que tienen que comportarse como chicos y viceversa, por ejemplo la estrenada la semana pasada Un camino hacia mi, también ubicada en escenarios balnearios. Si miramos muy fino se podrán encontrar referencias o similitudes con otros films de nuestro cine, como Solos, Nadar Solo, o Regresados. Por último, si alguien recuerda el oportunismo de extender tiras televisivas (sobre todo juveniles) de mucho éxito con éxitos teatrales veraniegos, hay también algo de esas historias anecdóticas y laterales. Mar del Plata es un film simpático, con pocas ambiciones, bien interpretado por Pablo Perez (Joaquín) y Gabriel Zayat (David), que no busca otro propósito que la diversión directa, la gracia algo tonta (aunque muy bien lograda), y la identificación generacional con el dúo de protagonistas. Hay alguna mirada al universo masculino y alguna lectura sobre sentimientos y carga psicológica, pero no son las búsquedas primarias. Si quieren pasar una hora veinte de pura diversión relajada, Klajman y Dietsch se las ofrecen sin desmerecer al film en cuestiones artísticas, esto ya es todo un logro.