Llega otra vez esa semana al año en el que los estándares cinematográficos se elevan para recibir la película anual de Woody Allen. ¿Qué el hombre ya no entrega aquellas enormes obras de los ’80 y ’90? Sí, puede ser. ¿Qué aún en un plan tranquilo y haciendo un film promedio se eleva por encima de muchos de sus colegas? Sin ninguna duda. Tal parece que la tendencia ahora es alternar entre un drama y una comedia; el año pasado llegó la dramáticamente punzante Blue Jasmine, ahora es el turno de la sórdida comedia “Magia a la luz de la luna”. Woody nuevamente no está en pantalla, pero en su lugar oficia como alter ego Collin Fith (que se las ingenia para lograr un mix entre imitar las tribulaciones de Allen y hacer el personaje que hace siempre de caballero bonachón) en el papel de Stanley, un mago que se dedica a desenmascarar farsantes – como Cillian Murphy en Luces Rojas pero en la Francia de los años ’20 –. Su próxima presa es Sophie (Emma Stone, simpática, pero Woody Allen le queda grande), una mujer que dice ser médium. Claro, Stanley asegura que todo tiene una explicación racional, que no existe la magia sino el truco de magia, lo terrenal; pero en el encuentro con Sophie comenzarán a suceder todo tipo de hechos, digamos extraños, y así la situación se convertirá en un creer o reventar. Por supuesto si hablamos de un film del neoyorquino más psicoanalizado sabemos que siempre son films casi corales, y en el medio aparecerán todo tipo de personajes que también se verán envueltos de un modo u otro por la magia alrededor. Es una comedia típica de Allen, cercana a “Scoop” o a “La maldición del Escorpión de Jade”; de ritmo lento, puesta cuidada, diálogos filosos e inteligentes y una entrega actoral total. Casi un debate rítmico. Si hablamos de años ’20 sabemos que son los años de auge de Jazz, y ya sabemos el gusto del director trompetista por ese género, así que de más está hablar de la banda sonora. Todos los elementos Allenianos (¿Existe esa palabra? Debería incorporarse) están presentes, no esperemos a esta altura que las cosas cambien. Hay romance, hay magia, hay mucha diversión y hasta humor negro. Alguna vez Woody Allen dijo que él no ve el medio vaso vacío, que él lo ve vacío del todo; y algo de eso hay en “Magia a la luz de la Luna”, encuentros entre el pesimismo casi paródico y el misticismo en el que las cosas sino se las explica, mejor. No va a ser recordada como la gran obra maestra de su director, pero “Magia a la luz de la Luna”, aun siendo consecuencia de alguien que ya filma como de taquito y en una rutina que se autoimpuso, se ubica entre lo mejor de los estrenos de este año… es la costumbre.
Martín Rejtman formó parte de ese movimiento que se dio a conocer a principios del nuevo Siglo como Nuevo Cine Argentino, cine naturalista, en el que la sociedad, y sobre todo el sector joven podía verse reflejado en la abulia que mostraban sus personajes sin rumbo. Dentro de ese ambiente, Rejtman se caracterizó por aportarle algo de bríos con un humor fresco y casi paródico que lo alejaba de cierta pesadumbre de otros colegas suyos. Silvia Prieto y Los Guantes mágicos eran obras diferentes, armónicas, íntegras y simpáticas, con una mirada realista pero a la vez simpática, colorida, esperanzadora. Dos Disparos, su cuarto largometraje, quizás más emparentado a su ópera prima Rapado, es un cambio de registro en este aspecto. Sí, muchos de sus guiños están presentes, cierta mirada sórdida y la construcción de diálogos como monólogos dichos sin respirar. Lo que cambió es la construcción argumental. El film abre con Mariano (Rafael Federman) un adolescente, de clase media acomodada aunque no ostentosa, que, en el amanecer de una madrugada, luego de una noche de extenso boliche, llega a su casa, se mete en la pileta, sale, encuentra un revolver en un galpón y sin más gatilla dos veces, un bala que roza en su cabeza, y la otra directa a su estómago… pero sobrevive sin lesiones graves. Así, la historia se instala en como su familia, compuesta por su madre Susana (Susana Pampin, repitiendo un personaje similar al visto en la miniserie Bien de familia) y su hermano Ezequiel (Benjamín Coelho), reconstituyen su vida en base a ese hecho que pasó, y por supuesto, también cómo se reinventa Mariano luego de lo sucedido. Lo que en manos de otro director hubiese sido un hondo drama sobre la crisis familiar y el averiguar el por qué se llegó a esa decisión repentina; en realidad, para Rejtman, servirá sólo como un puntapié para otras historias que se abren y van variando el eje. En ese abanico de relatos, quizás, este su mayor inconveniente. Dos Disparos pareciera un film sin un rumbo fijo, no sería acertado decir que el argumento es sobre Mariano, su familia y los disparos, porque rápidamente aparecerán otros personajes que tomarán un momentáneo protagonismo, hasta saltar a otro personaje, y así; llevando al espectador a una suerte no de confusión sino de agobio, de rutina. La película maneja silencios, y algunos monólogos en boca de sus personajes sobre temas variados y de relativa efectividad. Rejtman siempre supo posar bien la cámara y logra tomas que dicen mucho más que los personajes; a lo cual le suma una música disruptiva. Las apariciones de Fabián Arenillas y Walter Jakob sobresalen dándole un matiz diferente a sus personajes, convirtiéndose en lo mejor de la película. Dos Disparos es un film fallido en sus objetivos, quizás en querer contar mucho dentro de un solo “envase”. La sensación es la de un film que no avanza, que se corre a los laterales y abandona lo que estábamos siguiendo sin darle una resolución. No hay dudas que Martín Rejtman es un cineasta consagrado que tiene para entregar mucho más de lo muestra en este film. Como dice el dicho, un tropezón, no es caída.
¿Podemos hablar de un nuevo fenómeno llamado Nuevo Cine Cordobés? Quizás sea demasiado pronto para encuadrarlo de este modo, pero en los últimos tiempos arribaron varias producciones provenientes de esa provincia y que tienen como punto en común (pese a ritmos, timing, y géneros dispares) retratar la idiosincrasia propia del lugar. En ese ámbito hallamos Atlántida, ópera prima de Inés Barrionuevo, nombre que en lo sucesivo puede llegar a dar que hablar. El argumento es de por más sencillo, dos hermanas, adolescentes, una dejándolo de ser, Elena y Lucía, habitantes de un pequeño pueblo del interior. Elena, la menor, espera que le saquen un yeso, se siente encerrada. Lucía, aguarda para entrar a la Universidad, y en verdad, para poder huir del pueblo. Están metidas dentro de la casa, Elena está molesta e interrumpe a su hermana. Se nota una cierta rispidez. Luego, el espectro se amplia, y las chicas van a salir a conocer el afuera. La menor se relaciona con un médico, lógicamente mayor que ella; y Lucía hará su propio viaje de autodescubrimiento. Hay otros tópicos, otras relaciones y aristas; pero ahí está todo, entre estas dos hermanas que gritan libertad. Atlantida vuelve sobre aquello que conocimos como Nuevo Cine Argentino, ahora en un ámbito rural. Barrionuevo hace uso de una cámara curioso, entrometida, es por eso que sobreabunda la cámara en mano. Observa los movimientos, los movimientos, los gestos. Todo es pequeño y minimalista, quizás importa más lo que no se diga que lo que se exprese en el habla. Planos cercanos, que también dan una idea de falta de aire, y esa idea del interior queriendo conocer cómo es la vida fuera de sus fronteras de pueblo. Si Atlántida no llega a brillar es quizás por cierta falta de ritmo, un estancamiento propio de un hecho que se resuelve rápido y se ve como una anécdota por más que suceda durante la década del ’80 (lo cual no le aporta demasiado al sustento). Es un film pequeño, curioso y por momentos simpático; pero hay una idea de potencialo para mucho más. Mucho de su carisma se lo aportan sus actrices, Melisa Romero, Florencia Decall y Sol Zavala, acompañadas con solvencia por el experimentado Guillermo Pfenning. Las chicas poseen brillo propio, resplandecen y se les augura muchísimo futuro. Para amantes de la introspección, Atlantida es un film que si no sorprende, como mínimo entraga un grato momento, un instante en una tarde de verano.
A veces con buenas intenciones no alcanza. El propósito de "Borrando a papá" es claro, denunciar algo que pareciera oculto para gran parte de la sociedad. La idea es clara, cuando se habla de violencia de género, inmediatamente se lo emparenta a hombres que maltratan a mujeres, mayoritariamente a sus parejas. Del otro lado, también suceden casos, pero se los invisibiliza, ya sea porque el hombre siente vergüenza de hacer una denuncia, ya sea por una protección judicial que pareciera tener la mujer. Hablamos de protección judicial porque la violencia no necesariamente tiene que ser física, puede desarrollarse en un acto, en una actitud, el más claro, el que acata a la tenencia de los hijos durante una separación y divorcio; ese es el foco de "Borrando a papá". Las directoras Ginger Gentile ("Mujeres con Pelotas") y Sandra Fernández Ferreyra plantean un documental de estructura básica, testimonios, casos particulares, y voces de especialistas. Hay hombres que cuentan sus casos, hablan de sí, de su familia, de su mujer, y de sus hijos. Los especialistas dan algo de marco teórico y explicativo. Por otro lado, se utiliza un recurso que es meramente televisivo, la utilización de cámaras ocultas para que el espectador vea por sí mismo el sufrimiento por el que pasan estos hombres, momento en el que también podremos ver a las mujeres, pero claro, bajo la mirada de los hombres. El problema mayor con "Borrando a papá" radica justamente ahí, no hay objetividad en él, todo apunta a una victimización del hombre, no hay voces del otro lado, o matices, y por el contrario, hay una necesidad de subrayar todo, lo cual resta algo de empatía. Su estructura de documental televisivo testimonial sumado al recurso de cámara oculta lo asemeja a aquellos programas de la tarde en el cual las personas exponen sus dolores frente a un conductor que oye compungido. No hay un hilo que hilvane los testimonios más allá del hecho de que los hombres pasen todos por situaciones similares. Sí, es probable que sea un documental que exponga verdades, eso es innegable, su denuncia es cierta, así como es cierto que son testimonios que rara vez se escuchan. Ese es su mayor mérito, dar una voz diferente a la que se oye siempre. Pero en esa búsqueda de “la otra voz” recae en los mismos problemas que cuestiona, e invisibiliza al otro polo. A veces con las buenas intenciones no alcanza, y "Borrando a papá" se sigue con interés y tiene aportes valiosos, pero falla en su construcción de un relato cinematográfico, quizás la visión en otro ámbito sea más adecuada.
No, no es que Barbie finalmente haya alcanzado un largometraje con una calidad tal como para lograr el gran salto a las grandes pantallas. "Barbie y la puerta secreta" es otro de los films que hace ya varios años vienen estrenándose en todo el mundo directo al mercado hogareño. Lo único que cambió es que, tal vez viendo el filón en que se convirtieron los films de Tinkerbell (que en EE.UU. y otras partes llegan directo a DVD/Blu-Ray y en Argentina se estrenan en vacaciones con buena repercusión de público), se decidió proyectarla en una sala cinematográfica. Nada cambió, "Barbie y la puerta secreta" es otra cinta de presupuesto limitado, de calidad ad hoc, pensado directamente para promocionar una nueva línea de la famosa muñeca, y que ofrece todo para que las nenas “vuelvan locos” a los mayores queriendo ver la misma película una y otra y otra vez frente al televisor con el disfraz de princesa puesto. En esta oportunidad, si bien el film no se centra directamente en ningún cuento clásico de modo directo, toma un poco de cada lado. Como siempre, se toma a Barbie como si fuese una actriz, y aquí interpreta a Alexa, una princesa rebelde, que bajo ninguna circunstancia quiere hacerse cargo de lo que le toca vivir por su título noble impuesto. Por obra del azar, y porque así lo dice el argumento, ella encuentra una puerta mágica, que al atravesarla permitirá ingresar a un mundo mitológico lleno de seres especiales, en el que también se halla Maluria, especie de princesa y bruja, que quiere quedarse con el lugar y lo logra quitándole los poderes a todos los habitantes. Barbie/Alexa va a enfrentase a la malvada en compañía de los otros personajes de variopinta especie. No sabemos si el hecho de verlo en pantalla grande agiganta también los efectos, o si directamente este film es aún más flojo que los que lo precedieron. Lo cierto es que, probablemente las nenas entren en un suerte de frenesí en la sala, pero los adultos serán sometidos a una historia de por más plana, que toma elementos de cuentos mucho más complejos y los banaliza, con una animación sin vida, plagada de colores pasteles chillosos que hacen mal a la vista, y como si fuese poco una serie interminable de números musicales que traspasan lo irritable. Si analizaríamos un poco más allá de lo que esto tiene para ofrecer como entretenimieno vacío, podríamos analizar lo mismo que se le critica a la franquicia de Barbie en todos sus formatos, el preconcepto de belleza, el tufillo a discriminación, la idea de la mujer como envase y estilo de vida banal, y el tomar a los niños como mera mercancía redituable. Pero no hace falta llegar a esos análisis para concluir que "Barbie y la puerta secreta" no es un producto ni remotamente cercano a lo que la animación puede ofrecer en la pantalla grande… más, sabiendo que títulos muy superiores pero menos comerciales (como la mayoría de los films de Studio ghibli o afines) rara vez llegan a nuestro país.
Parece que tendremos que acostumbrarnos a que, cada dos o tres meses llegue a las salas de todo el mundo simultáneamente, sin publicidad ni aviso previo de ningún tipo, films de género, de cierta factura técnica, que “esconden” dentro de argumentos regulares, una bajada de línea cristiana que pareciera ser el único fin que mueve dicho estreno. Estas mismas palabras se repiten cada vez que se estrena alguna de ellas de modo casi calcado, y es que, aunque la película cambie, el género sea otro, y el argumento por ende no se repita, el resultado parece ser siempre el mismo; traspasan de ser una obra cinematográfica para convertirse en un panfleto como los que los fieles difunden puerta a puerta, por consiguiente, cuesta verlas de otro modo. Ya pasamos por la aventura, la acción, el drama, la comedia, el documental, y lo épico, ahora es el turno del terror, por supuesto, mechado con algo de cine catástrofe, porque The Remaining precisamente nos habla del fin de los tiempos. Todo comienza en una boda, y atención a las actitudes de cada uno de los personajes porque de ahí ya podremos adelantar cuál será el futuro de cada uno. Skylar (Alexa Vega, que se cansó de enterrar sus films infantiles apareciendo muy sexy en Machete Kills y Sin City 2, y ahora parece que pagará sus culpas con este film cristiano) y Dan (Bryan Dechart) son una pareja joven que festejan su casamiento al aire libre. Un amigo de ellos filma todo el evento con camarita casera (sí, habrá partes de filmaciones caseras, found footage) y se divierte interpelando a los invitados, otra parejita amiga se pelea por la falta de compromiso de él, alguno muestra una actitud no muy deseable, y mientras, el evento sigue según lo previsto. Pero algo raro sucede, mientras Tommy (Johnny Pacar) filma a los padres de Skylar estos mueren, de golpe, por supuesto luego de hacer una declaración fundamental. A partir de ahí todo será un caos, y es que el día final ha comenzado. Los jóvenes sobrevivientes irán vagando, escapando, y se les sumará el Padre de la boda que los irá instruyendo en lo que deben hacer. El grupo será azotado por todas las plagas descriptas en el Libro de las Revelaciones del Nuevo Testamento, y así pasarán lluvias de escorpiones, muertes repentinas, tormentas fuertes, olas de fuego, tormentas heladas, monstruos extraños y todo tipo de amenazas que hará replantear a sus personajes su modo de vida. Claro, la solución está ahí, en ver qué es lo que estaban haciendo mal en sus vidas, por qué se alejaron tanto de Dios, por qué no siguieron su dogma y entregaron su vida a él… quizás sea hora de dar su vida para la salvación. El productor Casey La Scala dirige esta película con la pericia suficiente como para que creamos que se trata de un verdadero film de horror, pero el ritmo es constantemente interrumpido, el argumento (también de La Scala) avanza hacia un rumbo fijo y todo se vuelve rápidamente aburrido. Otra frase calcada de todos estos estrenos, la función de esta reseña no es analizar mensajes religiosos, menos aún ponderar o atacar creencias; analizamos una película, y como tal, The Remaining es torpe, endeble, con interpretaciones flojas, y un ritmo que nunca entra en climax. Quizás, en algún momento, logren conjugar los dos factores de modo correcto.
Nada es lo que parece. “Perdida” es el nuevo thriller de David Fincher, un hombre que sabe del tema, y por lo que se avistaba, parecía casi un film de manual, uno de más de personas desaparecidas y la búsqueda por parte de un ser querido. Pero no, estamos frente a un film que pone la inteligencia en el primer plano, no nos dejemos engañar, esa premisa quizás sea sólo una excusa. Fincher sabe bucear bien en las aguas de la intriga de gente aparentemente “normal”, “La Habitación del Pánico”, “Zodíaco”, “Pecados Capitales”, y “La chica del dragón tatuado” son firmes ejemplo de ello. Esta vez abandona la ciudad para adentrarse en los suburbios, en esos barrios en los que pareciera que nada malo puede suceder. Nick Dunne (Ben Affleck, enterrando a todos los que critican sus performances) un día se levanta, se dirige al bar que regentea con su hermana, juega una partida en El juego de la vida, cuando vuelve a su casa, Amy, su esposa, ya no está, desapareció. Todo da a sospechar que fue, o secuestrada, o asesinada y ocultada… y no aparece nadie pidiendo un rescate o algo parecido. Esta es su base, cómo una vida que pareciera feliz y tranquila se ve alterada por un hecho inesperado, traumático. Mientras la investigación avanza en manos de la detective Rhonda Boney (Kim Dickens), todo el entorno se verá convulsionado, y la figura de Nick se pondrá en el foco de atención. Todo el barrio ayuda en la búsqueda ¿pero realmente conocen a la pareja?. Inteligentemente, en continuos flashback manejados como un diario personal, en voz y presencia de la propia Amy (que además sirvió de inspiración para que su padre creará un popular personaje literario, lo cual complica más las cosas) recorreremos la historia de este matrimonio, pero también, el espectador puede ser manipulado. En uno de los tantos picantes parlamentos, Nick asegura “Me compadecieron, me juzgaron, me odiaron, ahora me amarán”. Ese es el principal interés de “Perdida”, como la opinión pública puede ser manipulada, a través de los medios, a través de los rumores; importa más el qué dirán que el qué pasó. Las vueltas de tuerca están servidas y nada de lo que uno suponga será como realmente es. Aun así, el manejo ágil que nos ofrece Fincher, sumado a un guión minucioso de Gillian Flynn (que adaptó libremente su novela), hará que la atención nunca se disperse, y que esas casi dos horas y media pasen mucho más rápido de lo que parece. Párrafo aparte para quien le pone su cuerpo a Amy, Rosamund Pike. Si Ben Affleck cumple más que satisfactoriamente con su rol de marido con varias capas, no puede evitar quedar en segundo nivel tras el arrollador nivel de la actriz de Identidad Sustituta en el que puede ser su rol consagratorio luego de algunos pasos por otras películas algo fríos. Pike le pone su cuerpo a esta Amy que tiene más para contar de lo que demuestra, se transforma como un camaleón, cambia su ánimo, su temperamento; verdaderamente una actuación brillante. Estamos frente a un Finchrerm promedio, puede ser este un film suyo por encargo, pero de todas maneras le alcanza para manejar muy bien su rubro. Para crear ese clima tenso y extraño en un lugar en el que pareciera sólo reinar la paz. “Perdida” es uno de los grandes trhillers del año, adeptos al género, que busquen un poco más allá de la receta habitual no la dejen pasar.
Lo mejor que puede decirse de una película como "Necrofobia" de Daniel de la Vega es que no tiene nada que envidiarle a las películas en las que se inspira. Mientras que muchos eligen bordear lo satírico para hablar de terror nacional, mientras que el propio Darío Argento choca al querer emularse a sí mismo en Giallo y no le encuentra el rumbo al clasicismo en Drácula, de la Vega, disimuladamente, silbando bajito, logró una de terror “como las de antes”. Pero atención, que hacer un film clásico no quiere decir hacer algo tradicional y menos rutinario. Por el contrario, "Necrofobia" prescinde de los elementos regulares del género para adentrarse en una atmósfera propia, inusual, en donde cada plano, cada detalle cuenta, quizás más que el relato global. Dante (El camaleón Luís Machín, extraordinario como siempre) es un sastre con una fobia particular, o en verdad no tanto, le teme a la muerte, o más precisamente a los cadáveres. Cada vez que se siente cerca de uno, entra en un estado catatónico de alucinación que no puede controlar. Para colmo, de males, ya desde la secuencia pre-títulos, vemos que debe hacerle un traje para el velorio de su hermano gemelo… e imaginen lo que puede ocurrir cuando vea su propio rostro (o el de su hermano que en definitiva es el de él) siendo velado. Una alucinación que ya no tiene vuelta a atrás, la noción del tiempo, de la realidad y la ficción, de la continuidad lógica se pierde, todo se torna confuso mientras una serie de muertes se suceden a su alrededor. ¿Será realidad? ¿De qué modo está él implicado? El director pega un giro respecto a su anterior film, la comedia negra Hermanos de Sangre. Acá no hay lugar para la comedia; más cercano en clima a Death Knows Your Name, aunque más rigurosa y mucho más profesional. Necrofobia ama el giallo, aquel género tan propio de los italianos en las décadas del ’60 y el ’70, y más deformado en los ’80. Aquel que busca el alto impacto, que parece un policial recargado y de explotación. Todo eso tiene este tercer Opus de Daniel de la Vega, y hasta el 3D es utilizado en razón de eso, como una suerte de jugueteo de explotación. Algunas decisiones erráticas en el resto del elenco que incluye a Gerardo Romano, Viviana Saccone, Raúl Taibo y Julieta Cardinali, más algunas situaciones que no terminan de estallar, no permiten que Necrofobia sea todo lo que pudo ser; aunque definitivamente el saldo sea positivo. Párrafo aparte para la música incidental a cargo de Claudio Simonetti, mítico compositor del giallo, y particularmente de Darío Argento quien realiza un aporte fundamental para crear el ambiente buscado y necesario. Necrofobia es un film en serio, una de terror que prescinde de la lógica para basarse en la creación de sensaciones. Visceral a su manera, de alto impacto, como leer una edición de aquella revista Esto!, pero con muchísimo mayor rigor estético. De la Vega, nombre fundamental del “nuevo terror argentino” realiza aquí su obra definitiva, y así también, de la mano de los guionistas colaboradores Nicanor Loretti y Germán Vidal, crea la obra definitiva para un antes y un después en nuestra filmografía hemoglobínica.
Tormentas, meteoritos, tornados, explosiones nucleares, y hasta monstruos de diversos orígenes; el cine catástrofe es probablemente uno de los géneros que más efectivo le ha sido a Hollywood a la hora de mostrar su imponencia y poderío. En el Tornado vuelve sobre el tema en su variante de miedo a la naturaleza; y sí, para los que lo suponían desde que se anunció, y más aún cuando vieron el tráiler, no hay aquí lo que se llama originalidad absoluta. Sin embargo, el nuevo film de Steve Quale (Destino Final 5, una de las mejores de la saga) logra, sin diferenciarse del todo, marcar su propio territorio, dejar una impronta propia, y lo logra revirtiendo una de las reglas de oro de esta nueva etapa hollywoodense, ser menos pretencioso es mejor. Basada en hechos reales (por supuesto), todo sucede en un día en la vida de la gente de Silverton, un pueblo de gente en apariencia amable, que se verá convulsionada cuando sean atacados por no uno sino varios tornados cada uno más potente que el anterior, y para hacer el asunto más grave, constantemente se anuncia que lo peor aún no llegó. Inteligentemente la película toma varios puntos de vista, hace uso de recursos como la cámara en mano o el falso documental o filmación casera/ de divulgación científica, para otorgarle mayor naturalidad. Los protagonistas son los tornados, de eso no hay dudas, pero alrededor de ellos hay gente que los rodea, y cada uno reaccionará de manera diferente, mostrando diferentes actitudes, algunos más salvajes que otros. Hay científicos, cazadores de tornados, y pueblerinos, todos aportan su cuota y su visión, y Quale los aprovecha para desarrollar una vena humana entre tanto CGI y destrozo. Otro acierto es la elección de los actores, rostros familiares aunque con poca trayectoria en el cine, lo cual permite una mayor empatía con los mismos. Contemos a Richard Armitage, Srah Wayne Callies, Alycia Carey y Nathan Carex, todos provenientes del mundo de la TV o de roles secundarios; no hay aquí una estrella, y eso los hace más “terrenales”. Con un ritmo permanente que no decae, una historia sencilla pero que sigue desarrollándose en medio de la acción, y escenas realmente espectaculares, En el Tornado se ve como una suerte de mini tanque. No aspira a convertirse en un clásico ni en un film grandioso, busca entretener al espectador, que sufra junto a lo que ve, ser un digno exponente en un terreno en el que todo ya está inventado. Hay sanas moralejas y creación de trabajo en equipo, aunque no panfleto, eso también demuestra sus pocas pretensiones. En el Tornado toma lo mejor de un género que fue mutando para mantenerse vigente, puede no ser el film del año, pero sí una grata sorpresa en la cartelera ávida de pochoclo.
Es mi obligación empezar esta reseña aclarando que no poseo ningún tipo de conocimiento sobre el manga y animé en los que está basada esta nueva película. Si tengo el recuerdo que se emitían por TV cuando yo rondaba los 12 años, recuerdo las cajas grandes en las que venían sus muñecos, y recuerdo haber visto eso que se estrenó en 1996 en argentina como una película sin serlo, pero jamás despertaron un interés propio; por lo cual, aclaro, se analizará únicamente lo que vi en pantalla, objetivamente. La historia, se desarrolla de modo “alternativo” a lo que se vio en el manga y animé de Masami Kurumada (que aquí oficia como co-guionista o consultor creativo) y sigue, en parte, los lineamientos del animé comenzado hace dos años, conocido como Omega aunque con varios cambios. Los Caballeros de Bronce deben proteger a una Athena niña (llamada Saori Kido), Diosa de la Guerra y protectora de la humanidad, que siendo bebé fue despojada de su trono acusada de impostora y colocando en su lugar a un verdadera farsante. Athena crece sin conocer su origen y su destino, pero un encuentro con Seiya cambiara las cosas, y con la ayuda del resto de los Caballeros se enfrentarán al Gran Patriarca del Santuario, y a los Caballeros de Oro mientras intentan convencerlos de que Saori es su verdadera Diosa. Este será a grandes rasgos su lineamiento principal, claro que a lo largo de los 93 minutos se desarrollarán otros arcos argumentales, historias paralelas y cada Caballero tendrá su momento de lucimiento. Quizás para adaptarse a los tiempos que corren, para esta ocasión se decidió pasar de la animación tradicional, más representativa del animé, a la animación poligonal tridimensional. Lo cierto es que, no sabemos si por una falta de presupuesto pericia, pero esta animación atrasa un cierto período en comparación al lugar en que la técnica se encuentra hoy en día. Salvo contadas escenas, en su mayoría, dado una “sorprendente” lentitud, y una falta de claridad en los rasgos (y sobre todo en los ojos), pareciera que estamos asistiendo a una larga presentación de un videojuego para PSOne. La historia en varios tramos no avanza y cae en baches reiterativos o en cuestiones que poco tienen que ver con lo troncal, lo cual incluye un humor que rara vez funciona y hasta extraños momentos musicales. Pareciera, tal cual sucedió el año pasado con el nuevo film de Dragon Ball Z, que el efecto buscado es remozar el éxito para una nueva generación y apuntar a un público bastante menor al que sus orígenes iban apuntados. Vuelvo a aclararlo, no puedo asegurar cuál es la sensación que esta Caballeros del Zodíaco: La Leyenda del Santuario puede dejar en los incondicionales fanáticos. En cuanto a este cronista, un virgen en la materia, la sensación de esos pocos más de 90 minutos lejos de parecer poco le parecieron eternos.